Así dice el Señor: 
«Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. 
Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. 
Aquel día - oráculo del Señor -, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. 
Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.» 
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: 
-«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.» 
Jesús lo siguió con sus discípulos. 
Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. 
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: 
-«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.» 
Y en aquel momento quedó curada la mujer. 
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 
-«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.» 
Se reían de él. 
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. 
La noticia se divulgó por toda aquella comarca. 
Palabra del Señor.



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