En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: -«Pídeme lo que quieras.» 
Respondió Salomón: 
-«Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?» 
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: 
-«Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.» 
Hermanos: 
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. 
A los que habla escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. 
A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó. 
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: 
-«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría ‘ va a vender todo lo que tiene y compra el campo. 
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. 
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. 
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 
¿Entendéis bien todo esto?» 
Ellos le contestaron: 
-«Sí.» 
Él les dijo: 
-«Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo. » 
Palabra del Señor.
Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.




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