martes, 30 de junio de 2015

Reflexión de hoy y algo más

Lecturas


En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot:
-«Anda, toma a tu mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.»
Y, como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad. Una vez fuera, le dijeron:
-«Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.» Lot les respondió:
-«No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña, salvaré allí la vida.»
Le contestó:
-«Accedo a lo que pides: no arrasaré esa ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues.»
Por eso la ciudad se llama La Pequeña.
Cuando Lot llegó a La Pequeña, salía el sol.
El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las ciudades y la hierba del campo.
La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal.
Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno.
Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole:
-«¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo:
-«¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados:
-«¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Palabra del Señor.

San Adolfo de Osnabrück

Martirologio Romano: En Osnabrück, en Sajonia, san Adolfo, obispo, que abrazó las costumbres cistercienses en el monasterio de Altenkamp (1224).

Etimología: Aquel que es un guerrero valiente, es de origen germánico.

Murió en Osnabrück el 30 de junio de 1224. Era hijo de una familia muy rica. El, sin embargo, dejando aparte tanta herencia y prebendas, se inclinó por hacerse monje.

La cosa no fue fácil para este joven. El no tenía una vocación decidida como otros tantos que estamos leyendo cada día en el santoral.

Fue justamente en un monasterio, llamado Cam, al que se retiró para pensar en sí mismo, en donde encontró los atisbos de su vocación religiosa a la vida consagrada.

Con todo respeto pidió al abad que le admitiera en el recinto sagrado. En seguida se ganó la simpatía de todos los hermanos en congregación. Durante los ocho últimos años de su vida desempeño pastoralmente el cargo de obispo de la ciudad que le vio nacer.

Su trabajo se basó principalmente en atender a los pobres y necesitados de atenciones, sobre todo el mundo marginado de los leprosos.

Uno de estos, que vivía alejado de todo el mundo, recibía la visita de Adolfo una vez al año. Le llevaba los remedios espirituales que, sin duda, eran más importantes que los simplemente materiales.

Se pasaba el día con él amigablemente charlando de temas de la oración y de la lectura de la Biblia.

Cada uno debe ocupar el puesto que la sociedad le encomienda con convicción y entrega absoluta a lo que la vocación le pide.

Este trabajo apostólico no era bien visto por algunos canónigos acomodados. Como no les prestaba la más mínima atención, lograron que el leproso se fuera de aquel lugar a otro . No sabían estos señores canónigos que la obra de Dios está por encima de comodidades. Por eso, un ángel del Señor lo trasladó a la cueva en que vivía anteriormente. La razón no era otra que Adolfo pudiera verlo como siempre.

En los últimos momentos de su vida, el leproso se vio asistido por su amigo. Lo confesó y murió tranquilamente en la paz de Dios.

lunes, 29 de junio de 2015

Reflexión de hoy y algo más

Lecturas


En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua, Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas.
Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
-«Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
-«Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció, y el ángel le dijo:
-«Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
-«Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»

Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor.

Beata Salomé de Niederaltaich

Las dos damas de honor estaban intrigadas por la conducta de la princesa. «¿Para qué querrá—decían ellas— esa gracia encantadora que Dios le ha dado, y, sobre todo, esos estupendos ojos que subyugan cuanto se les pone delante?» Porque su señora, la ilustrísima princesa Salomé, la sobrina muy amada de Athelwolfo, huía de las fiestas regias, de las alegrías cortesanas, de los banquetes de honor, y viviendo en el magnífico palacio real, pasaba los días oculta en una de sus habitaciones más retiradas. Sin embargo; no estaba triste; al contrario, llevaba en el alma el secreto de una gran alegría.

Puestas a sospechar, las doncellas imaginaron que en aquélla vida enigmática se escondía algún amor muy hondo. No podía ser otra cosa en la primavera de aquellos veinte años tan espléndidos y prometedores. Y deseando resolver su duda, se pusieron a curiosear en la cámara de su ama. «Mira un montón de libros—dijo una—; tú, que entiendes de estas cosas, fíjate bien; tal vez sean versos amatorios.» Y cogiendo los códices, se los entregaba a su compañera, la cual iba leyendo los títulos: Historia de los Anglas, por el Venerable Beda; Cartas selectas, de San Jerónimo; Lamento de Penitencia, de San Isidoro; Morales, de San Gregorio Magno; Regla, del Padre San Benito; Vidas de los Padres... Todo aquello les parecía demasiado serio. En un rincón hallaron cadenillas, cilicios, ceniza, y quedaron horrorizadas.

Así las sorprendió la princesa. Ellas no sabían si reír o caer a sus plantas. Optaron por esto último, y confesaron ingenuamente su curiosidad y sus dudas. «No os habéis engañado—dijo ella sonriente—. Es cierto que tengo mi amador; y os voy a decir cómo he llegado a descubrirle. ¿Veis, hermanas queridas, el esplendor del firmamento, las luminarias del sol, el globo pálido de la luna, los coros de las estrellas que fulgen por perpetuas eternidades? Cada astro tiene su color propio y sus propias cualidades: unos tiemblan, otros están en completo reposo; unos son blancos, otros azules; otros rojos, otros amarillos, y hay algunos oscuros, nebulosos. Y si tendéis la vista por la tierra, os pasmaréis de la multitud de seres que la pueblan y su variedad: racionales e irracionales, sensibles e insensibles; divididos en especies innumerables, cada una con su propiedad, con sus potencias, con sus instrumentos de defensa y sus medios de vida; y luego, las flores, con sus matices variadísimos; los árboles, con sus múltiples frutos; las aves, con sus cantos inimitables. Todo tan bien dispuesto, que hay cosas agradables al paladar, otras apacibles a la vista; éstas aptas para alegrar la vida, aquéllas útiles para la gloria o saludables para la medicina. Si todo esto es tan bello, tan suave, tan agradable, ¿cuál no será la dulzura, la belleza del que ha creado y ordenado estas cosas y ahora las gobierna? Pues, ¿qué nos resta, una vez convencidas de esta verdad, sino que, tomando las criaturas perecederas como una escala, subamos por ella hasta el Sumo Bien, que no puede fallar?»

Con tanta suavidad hablaba la princesa, que sus damas se sintieron como encantadas y dominadas por su amorosa elocuencia. Dijéronle, al fin, que harían lo que ella les mandase y que la seguirían hasta el fin del mundo, y las tres heroínas, trocando sus principescas alhajas por modestos vestidos, resolvieron ir en peregrinación a los Santos Lugares.

Pasaron el mar, desembarcaron en Flandes y continuaron su camino por las llanuras de Baviera. Pero Salomé llevaba en sus ojos dos grandes enemigos. Aquellos ojos subyugaban los corazones en las márgenes del Danubio lo mismo que en la corte de Cantorbery. Por ellos un caballero perseguía a la joven princesa con palabras de amor. Ella no sabía cómo defenderse; hasta que una noche, saliendo de la posada, se dirigió a un prado solitario, donde, puesta de rodillas, rogó al Señor que no fuese su hermosura escándalo para ningún alma.

Unos instantes después se levantaba ciega. Sus ojos habían perdido la luz que tanto fascinaba. Anduvo largo rato a la ventura, ignorando dónde la llevarían sus pasos, hasta que cayó en las aguas del Danubio, donde habría perecido ahogada si no la recogieran unos pescadores. Pronto su cuerpo empezó a cubrirse de blancas escamas, de las que salía un hedor insoportable. Era el terrible mal de lepra, que vino a borrar todos los recuerdos de su antigua hermosura.

Sus deseos estaban cumplidos. Hecha horror de todo el mundo, la costó mucho trabajo darse a conocer a su pariente el abad de Altaich, a quien pidió por caridad una estrecha celda junto al altar mayor. Allí vivió reclusa, hasta que su pobre cuerpo quedó consumido por la terrible plaga. Pero ella estaba más contenta con aquel regalo de Dios que con todas las gracias que en otro tiempo la adornaron.

Los sábados y las fiestas de la Virgen eran para ella los días de mayor contento. En ellos, Dios le restituía la vista para que viese los coros de los bienaventurados que bajaban a consolarla en la cárcel. Y cuando, por este favor singular, tenía la dicha de contemplar la belleza de los Cielos a través de su estrecha ventanilla, decíase en su interior que eran bien pequeños aquellos dolores por cuya virtud había de ver muy pronto al Creador de tantas grandezas.

domingo, 28 de junio de 2015

Domingo 28/06/2015 13º de T.Ordinario

Reflexión de hoy y algo más

Lecturas


Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra.
Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.

Hermanos:
Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad.
Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad.
Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
- «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente.
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
- «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
- «No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo:
- «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
- «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía


El Libro de la Sabiduría, que hoy escuchamos:

“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser” (Sabiduría 2,23), nos adentra en un misterio que nos afecta a todos: la vida y la muerte.

Es una afirmación que confirma el avance de la revelación sobre el “más allá”, porque los judíos de épocas anteriores pensaban que, tras la muerte todos los seres iban al “sheol”.

Creían, eso sí, en un Dios bondadoso y misericordioso, pero sólo para la vida terrena; en modo alguno en la inmortalidad del alma

Todo esto es posible gracias a la fe en Cristo que nos libera y nos hace compartir los sufrimientos ajenos.

Jesús, en el evangelio, nos da ejemplo de cómo actuar en la vida frente a la enfermedad y el dolor.

El evangelio de hoy nos narra dos hechos concretos, de amplio contenido simbólico.

En ambos nos da ejemplo de cómo actuar frente a la enfermedad y el dolor.

Las protagonistas son dos mujeres impuras curadas por Jesús y separadas de la comunidad religiosa por motivos de sangre (hemorroísa) y por una grave enfermedad (hija de Jairo) una adolescente.

La hemorroísa toma la iniciativa de acercarse a Jesús para tocar su manto y hallar así remedio a sus continuas hemorragias.

Tiene fe. Sabe que el Señor tiene poder para curarla.

Por eso recupera en toda su plenitud la vida que emana del mismo Jesús, apareciendo como una mujer nueva.

Si repasamos el evangelio, nos daremos cuenta de que Jesús nunca negó nada a ninguna mujer.

Conoce sus sentimientos, su marginación y acude a rescatarlas de la exclusión social, sin importarle el qué dirán.

María Magdalena, la mujer cananea, la adúltera, la hemorroisa, la viuda de Naín... son una clara muestra del amor misericordioso de Jesús.

La mujer es portadora y primera cuna donde se amasa el amor.

Por eso, Jesús actúa para que recupere su dignidad primigenia, en igualdad con el hombre.

Si queremos que una familia funcione, empecemos por valorar el sacrificio y dedicación de la mujer en el hogar.

Jesús, al contrario que con la hemorroísa, toma en este caso la iniciativa, acompaña a Jairo, jefe de la sinagoga, a su casa y cura a su hija adolescente.

Las palabras de Jesús, transcritas en su lengua aramea original: “Talitha qumi”, (“contigo hablo, niña, levántate”) (Marcos 5,41), enmarcan la importancia del hecho, conocido pronto por toda la comarca.

Hay un simbolismo en la intervención de Jesús: “contigo hablo, niña, levántate”.

Jesús no quiere que se interrumpa el crecimiento en libertad y responsabilidad de la persona.

La adolescencia es una época crucial de la vida, donde todos los valores se tambalean, se reafirma la personalidad, se pone en tela de juicio la autoridad paterna o materna, el cuerpo se prepara para ser generador de vida, se irrita el carácter y el egoísmo aflora por doquier, mientras bajan las seguridades.

La sociedad es un factor fundamental para que el adolescente o el joven maduren adecuadamente.

Es fácil criticar, descalificar o condenar a los jóvenes que durante los Fines de Semana consumen alcohol, se drogan y llegan a casa agotados.

Muchos viven aventuras nocturnas y duermen por el día.

Falta trabajo para ellos, un horizonte claro a seguir y carencia de ideales que alienten sus “sueños”.

Subsisten gracias a la generosidad de los padres y a una sociedad permisiva que les hace “olvidar” los negros nubarrones que se ciernen sobre su futuro.

A pesar de todo, sigue habiendo una juventud dinámica, emprendedora, inconformista que, lejos de naufragar ante las adversidades, busca nuevos mercados de trabajo y se abre camino por su creatividad y fuerza vital.

Las palabras de Jesús: “Yo te lo mando, niña, levántate”, son un alegato contra el pasotismo y el derrotismo malsanos.

No debemos seguir dormidos cuando otros, como Jairo, actúan con diligencia para despertarnos y buscar a Alguien que nos saque de la postración y de la muerte

Estamos muertos en vida cuando pensamos y creemos que no hay nada qué hacer.

Vivimos cuando nos desembarazamos de lo que esclaviza nuestra mente y nuestro corazón y empezamos a sentirnos libres y esperanzados.

Hay realidades que aparentemente ensombrecen y enturbian la vida cotidiana: mendigos pidiendo limosna por las calles, gente desahuciada, parados en busca de empleo, borrachos por las esquinas…

Terminamos acostumbrándonos y volviéndonos fríos e insensibles.

Y no debe ser así, porque la fe cristiana nos impulsa a luchar contra todo lo que degrada la condición humana y a buscar soluciones a los problemas sociales y medioambientales.

El papa Francisco acaba de presentar el jueves, 18 de Junio, la nueva encíclica “Laudato si” dedicada a la protección del medio ambiente; en ella pide “una valiente te revolución cultural contra el comportamiento suicida” que destruye el planeta, critica la “especulación del actual sistema económico mundial” y pide, al igual que Benedicto XVI, “corregir los modelos de crecimiento incapaces de garantizar el respeto a la naturaleza”.

El Papa sale así al paso, según el profesor Schellnhuber, de un gran desafío mundial, que juntos podemos resolver.

Prestemos atención. El eco del “levántate” sigue resonando en los oídos de todos para que no destruyamos las maravillas de la Creación ni amparemos la lenta agonía de la moral, las buenas costumbres y el respeto a la vida.

“Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra, te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios” (Deuteronomio 30, 19-20).

Beata María Pía Mastena

MARÍA PÍA MASTENA nació el 7 de diciembre de 1881 en Bovolone, provincia de Verona.

Los testigos hablan de los padres de la beata como óptimos cristianos y muy fervorosos en la práctica religiosa y en el ejercicio de la caridad. De los cuatro hermanos, el último, Tarcisio, profesó en la Orden de los Capuchinos y él murió también en olor de santidad.

La futura beata recibió con gran fervor el 19 de marzo de 1891 la primera comunión, en cuya ocasión emitió privadamente el voto de castidad. El 29 de agosto recibió el sacramento de la Confirmación. Durante su adolescencia frecuentó asiduamente las funciones religiosas y se comprometió en las actividades de la parroquia, especialmente como catequista.

Sintió pronto la llamada a la vida religiosa, continuando su ideal en el que sobresale su gran devoción a la Eucaristía y al Santo Rostro. A la edad de 14 años, pidió entrar en el convento, pero solo en 1901 fue aceptada como postulante en el Instituto de las Hermanas de la Misericordia de Verona.

Con el permiso de los Superiores, el 11 de abril de 1903, el mismo día que —sin saberlo— volaba al cielo la mística de Lucca, S. Gema Galgani, pronunció el « voto privado de víctima ».

El 29 de septiembre de 1902 vistió el hábito religioso y el 24 de octubre de 1904 emitió los votos religiosos, imponiéndosele el nombre de Sor Passitea del Niño Jesús. La Beata vivió con generosa intensidad espiritual esta primera etapa de su vida religiosa y la recordará siempre como un tiempo de gracia y de bendición, hablando siempre con estima y agradecimiento de los superiores y de las religiosas del instituto Hermanas de la Misericordia. El fervor encontrado en este instituto la moverá a pronunciar más adelante el voto de buscar en todo lo más perfecto.

Se dedicó a la enseñanza en diversos lugares de la región véneta, residiendo 19 años en Miañe, dedicándose además a un intenso apostolado entre los alumnos de todas las edades, enfermos e inválidos.

Buscando secundar sus anhelos contemplativos, el 15 de abril de 1927, con la autorización de sus superiores y el « nulla osta » de la Santa Sede, entró en el monasterio cisterciense de Veglie.

El 15 de noviembre de 1927, animada por el Obispo de Vittorio Veneto, abandonó el Monasterio, volvió a la enseñanza y emprendió la fundación de una nueva Congregación llamada Religiosas del Santo Rostro. Erigida canónicamente el 8 de diciembre de 1936, después de muchos sufrimientos, fue reconocida como Congregación de Derecho Pontificio el 10 de diciembre de 1947.

En el futuro toda su actividad la dedicó a consolidar y extender la Congregación, promoviendo nuevas iniciativas en favor de los pobres, de los que sufren y de los enfermos, confiando al Instituto el carisma de « propagar, reparar, restablecer la imagen del dulce Jesús en las almas ».

sábado, 27 de junio de 2015

Reflexión de hoy y algo más

Lecturas


En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacia calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él.
Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo:
-«Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo. »
Contestaron: -«Bien, haz lo que dices.»
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: - «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.»
Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida.
Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron: -«¿Dónde está Sara, tu mujer?»
Contestó: -«Aquí, en la tienda.»
Añadió uno: -«Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»
Sara lo oyó, detrás de la entrada de la tienda.
Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos.
Sara se rió por lo bajo, pensando: -«Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo? »
Pero el Señor dijo a Abrahán: -«¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: “Cómo que voy a tener un hijo, a mis años”?
¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»
Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: -«No me he reído.»
Él replicó: -«No lo niegues, te has reído.»

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
-«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. »
Jesús le contestó:
-«Voy yo a curarlo. »
Pero el centurión le replicó:
-«Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: “Ve” y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
-«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac: y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Y al centurión le dijo:
-«Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.»
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
«Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»

Palabra del Señor.

Ntra. Sra. Del Perpetuo Socorro

Pocos casos hay en la historia de la Iglesia de difusión tan rápida y universal de una devoción mariana como es la del culto al famoso cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 Era el día 23 de junio del año 1867, domínica infraoctava del Corpus, cuando, en la iglesia de padres redentoristas de Roma, el decano del Capítulo Vaticano, patriarca de Constantinopla (después cardenal), daba comienzo a la ceremonia de coronación de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con anterioridad, el día 12 de mayo del mismo año, habían aprobado por unanimidad los capitulares el proyecto de coronación, declarando en público decreto que dicho cuadro reunía todas las condiciones para tal honor: antiquísimo culto de más de tres siglos y fama de muy milagroso. Se señaló para la litúrgica conmemoración. de aquella fiesta la domínica que precede a la Natividad de San Juan Bautista. Hoy se celebra trasladada al 27 de junio en el calendario universal de la Iglesia.

 ¿Cuál es la historia de este cuadro, desde entonces tan celebrado en las cinco partes del mundo?

 Precisamente uno de los diputados por el Cabildo Vaticano para la coronación era Pedro Wenzel, subprefecto después del Archivo Secreto Vaticano, quien, años andando, en 1903 comunicó a un padre redentorista, investigador del origen de este cuadro por Bibliotecas y Archivos vaticanos, un interesante documento manuscrito que constituía la fuente primaria para la historia de la venerada imagen. Hallábase el documento en un códice manuscrito de Franciscus Turrigius (s. XVI), También se hallaron dos relaciones del mismo en la obra manuscrita en veintiséis grandes volúmenes de lo. Antonius Brusius (s. XVII) sobre antigüedades sacras de Roma. El documento primitivo, escrito en pergamino, fijo en una tabla, estaba colocado en el cancel que cerraba el altar mayor de la iglesia de San Mateo in Merulana. Ambos autores copiaron el original, que, por ser largo, lo resumiremos aquí.

 Un comerciante de Creta robó de una iglesia el cuadro milagroso y se dio a la mar, ocultando el cuadro entre las mercancías. Sobrevino una tempestad y todos, sin saber del cuadro, invocaban a la Virgen. Serenóse el mar y tomaron puerto. Un año después el comerciante, con el cuadro, llegaba a Roma. Enfermó el cretense y un amigo romano se lo llevó a su casa. En el trance de la muerte el cretense contó al romano el robo del cuadro, sin honor entre sus mercancías, rogándole que lo colocase en una iglesia donde se le diera culto. Lo prometió el romano. Muerto el mercader, hallaron, en efecto, el cuadro, mas la mujer del piadoso amigo persuadió a su marido a quedarse con el cuadro, reteniéndolo nueve meses. La Virgen, en una visión, dijo al romano que no hiciera tal, sino que lo colocara en lugar más decente. No obedeció. Volvió la Virgen segunda y tercera vez, amenazándole entonces con una mala muerte si no lo ponía en una iglesia. Temió el romano y rogó a su mujer que regalara el cuadro a alguna iglesia. Negóse ella con muchas razones y el marido se conformó. La Virgen volvió a hablar al romano: "Te avisé, te amenacé, no has querido obedecer. Tendrás que salir tú primero, para salir yo después en busca de lugar más honorable”. Y se murió el romano. Se apareció la Virgen a una hija suya de seis años y le dijo: "Avisa a tu madre y a tu tío, y diles que Santa María del Perpetuo Socorro quiere que la saquéis de casa si no queréis morir todos muy pronto". Contó la niña, temió la madre, que había tenido la misma visión, y se determinó a obedecer. Pero en esto una vecina, enterada de lo ocurrido, la decide con muchas y poco piadosas razones a que no lo haga. Volvió la vecina a casa, pero enfermó de peste. Entonces invocó a la Virgen y se curó. Volvió la Virgen a la niña para que dijese a su madre: que quería ser llevada a cierta iglesia llamada de San Mateo, entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Obedeció la madre y, avisando a los frailes agustinos que llevaban aquella iglesia, con acompañamiento de todo el clero Y pueblo fue trasladado el cuadro y el mismo día de la traslación hizo el primer milagro.

 La fecha de la traslación fue el 27 de marzo de 1499, reinando Alejandro VI, y la data del documento fue entre la fecha anterior y el año 1503, en que murió dicho papa. Brutius decía que la letra y el color denunciaban la fecha.

 Quedó allí la imagen durante tres siglos (1499-1798). Las tropas de Napoleón ocuparon Roma y, entre otras iglesias, derribaron la de San Mateo. Los agustinos irlandeses que la regentaban se pasaron con el cuadro a la próxima iglesia de San Eusebio y, de allí, a la de Santa María in Posterula. En el año 1855 tomaba el hábito de redentorista el joven Miguel Marchi. De niño había sido monaguillo en la casi extinta comunidad de agustinos, custodios del cuadro que ignoraban. Pero un lego, fray Agustín Orsetti, muy viejo, que había conocido el culto y los milagros de la Virgen olvidada, decía con frecuencia al monaguillo: "Sábetelo bien, Miguelito. La Virgen de San Mateo la tenemos en el oratorio. No lo olvides... ¡Era muy milagrosa!". Y no lo olvidó. Enterado el superior general de los padres redentoristas, reverendísimo padre Nicolás Maurón, se presentó con el padre Marchi a Pío IX. Le refirió el caso del milagroso cuadro, su paradero, ser voluntad de la Virgen exponerla al culto entre San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, término que coincidía precisamente con el solar de los redentoristas. Acogió Pío IX las súplicas y pocos días después, por billete escrito de propio puño, ordenó (11 de diciembre de 1865) al cardenal prefecto de la Propaganda gestionase la entrega del cuadro a los padres redentoristas. Así se hizo.

 El día 26 de abril de 1866 recorrió el cuadro de nuevo las calles de Roma. Al año siguiente, como dijimos al principio, fue coronado por el Cabildo Vaticano. Desde entonces no ha cesado su devoción de recorrer aldeas y ciudades de las cinco partes del mundo con gran fruto espiritual de conversiones.

 El cardenal Francisco Ehrle, S. I., decía a un padre redentorista: "No hay Virgen romana más documentada que la Virgen del Perpetuo Socorro".

 Descripción del cuadro.-Su tamaño es de 53 por 41,5 centímetros. Está pintado al temple y en nogal. Fue restaurado por el artista polaco Novodny en 1866. La Virgen viste túnica roja, peplos o manto azul marino con vueltas verdes y esclavina. El quecrúfalos, redecilla o pañuelo verde, le recoge el cabello. El Niño viste túnica verde con cinturón púrpura y manto marrón claro. A la derecha de la figura San Miguel, túnica jacinto, manto y paño de honor verdes. A la izquierda, San Gabriel, túnica, manto y paño de honor jacinto. Todos los personajes nimbados. Los pliegues de los paños van acusados con reflejos de oro. El fondo es oro. Los personajes llevan sus nombres en abreviaturas griegas: Jesús-Cristo, Madre de Dios, el arcángel Miguel, el arcángel Gabriel. Los trazos sobre las letras son signos ortográficos y de abreviación.

 Composición del cuadro.- No es una simple imagen o retrato de María. Es una escena, una especie de cuadro de género. Para ello no basta que haya en la escena varios personajes. Es preciso que el pedazo de vida que allí se vive encadene y relacione a los personajes unos con otros, no con inscripciones o guiones, sino con el gesto, la mirada, el sentido. Es un momento simbólico de la vida de María.

 Su momento feliz es interrumpido por una visión terrible: la Pasión, cuyos instrumentos presentan los ángeles al Niño. Este vuelve la mirada consternado hacia la aparición. Con el movimiento brusco de terror contrae el pie izquierdo y la sandalia se le desprende. Las manecitas se aferran al pulgar de la Madre. Por eso la llaman a veces los rusos la Virgen del pulgar (Taletskaia Bojia Mater). La mirada de la Virgen trasciende el cuadro y pasa al espectador.

 Escuela y fecha.- La flexibilidad de la escena denota la presencia del realismo italiano. Sin embargo, la técnica es bizantina. Su dibujo es más rígido que el de sus contemporáneos italianos, tiene más de calco que de inspiración personal. No es un cuadro hecho en Italia como sus congéneres de Cimabue, Bernabé de Módena y Botticelli. Es un cuadro bizantino con influencias italianas. La isla de Creta era entonces colonia veneciana. Un ejemplar de nuestro cuadro está firmado por Andreas Rico de Candía (s. XV). El nuestro parece más antiguo que sus similares esparcidos por Italia. Kondakof y Muratof, disintiendo a veces, convienen en la inspiración italiana y lo atribuyen a la escuela ruso-bizantina de Novgorod, entre los siglos XIV y XV. En Rusia las Metsnaia ikona (imágenes de asiento) o Poklonnaia ikona (imágenes grandes) estaban fijas en el Iconostasio. Las Vírgenes de la Pasión (nuestro cuadro) eran imágenes de la devoción íntima y se llamaban Domovaia (imagen doméstica) o Molennaia ikona (imagen pequeña).

 Los papas han tenido siempre particular devoción al cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pío IX lo regaló a los católicos de Zitomir (Rusia), que le pedían una de las Vírgenes más veneradas en Roma. León XIII se la dio a los misioneros de la Asunción que partían para Bulgaria. San Pío X la regaló a la emperatriz abisinia Taitú. Benedicto XV la tenía sobre su trono; para el 50 aniversario de la exposición al culto del prodigioso cuadro acuñó, a sus expensas, una medalla conmemorativa con su busto y la imagen del Perpetuo Socorro. Pío XI la puso en el escudo de la misión pontificia para socorrer a los niños hambrientos de Rusia. Hoy se la considera como símbolo de enlace entre la Iglesia romana y las Iglesias orientales disidentes, para la unión. Es cosa menos que interminable enumerar las naciones y centros en que a la Virgen del Perpetuo Socorro se le tributa culto especial. Baste decir que se halla extendida su devoción por las cinco partes del mundo. Sólo destacaremos las formas más significativas de este culto.

 Existe la Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la que Pío IX quiso ser el primer archicofrade, encabezando las listas. También lo fue Alfonso XIII, cuya curación, en una gripe infantil, se atribuyó a una estampa de la Virgen colocada en su cuna. La Archicofradía tiene una sección especial: la Súplica Perpetua, por la que los socios se comprometen a orar media hora todos los meses ante el cuadro. Está también en plena vitalidad la Visita Domiciliaria por medio de capillas portátiles. En muchos países extranjeros existe la Novena Perpetua, sobre todo en los pueblos anglosajones, originaria de los Estados Unidos, que celebra una función religiosa como de media hora un día a la semana, durante todo el año. Pero esa función se repite, como en San Luis (Estados Unidos) once veces por día, para dar entrada a las oleadas de devotos. Estos, en la iglesia de Boston, no bajan de 20.000 el día semanal de la novena. El centro de Manila es asombroso. En Baclarán, barrio de la capital, se ha construido una iglesia capaz para 12.000 personas. En los días de Novena Perpetua el municipio organiza servicio especial de tranvías y autobuses, con un promedio de 60.000 asistentes en los siete ejercicios al día. El delegado apostólico, monseñor Panico, decía: “La Novena Perpetua es la gracia más grande que Dios ha dado a Filipinas después de su conversión al cristianismo". A estas Novenas Perpetuas asisten muchos no católicos. El padre Juan Herat, oblato de María Inmaculada, decía que, en su parroquia de Colombo, asistían los miércoles de la Novena 30.000 personas entre católicos, hindúes, budistas, mahometanos, parsis y protestantes. Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra la tienen en la mayor parte de sus iglesias. Son cientos de miles los lugares misionados adonde se ha llevado el cuadro y su devoción. Varios cientos de miles suman los ejemplares de las revistas de su nombre. Los altares erigidos en su honor son innumerables. Un cronista extranjero contaba por el año 1916 unos 1.200 altares sólo en pueblos de Andalucía. En España, además de la devoción privada que todo español conoce, tiene esta Virgen el homenaje de instituciones públicas de que es ella Patrona, así: Sanidad Militar, Colegios Médicos, Beneficencia Municipal de Madrid, en el Ministerio de la Gobernación, Asociación Mutua de Socorros, el Seguro Español, Mutualidad de Peritos del Ministerio de Agricultura, Ministerio de Hacienda. En Méjico y en las naciones de Centro y Sudamérica florece la devoción en prácticas piadosas y frutos de bendición, como en cualquier nación europea.

 No basta la distancia remota de los pueblos para limitar su devoción. A principios de siglo unos misioneros austríacos, en misión rodante por el Transiberiano, llevaron el cuadro desde Moscú a VIadivostok. En Africa lo presentan al culto los misioneros del Alto Níger (franceses), del Congo (belgas), de Africa del Sur (ingleses). También en Oceanía los misioneros de Nueva Guinea. Siete catedrales de Australia y Nueva Zelanda celebran la Novena Perpetua. En Newcastle (Oceanía) cinco estaciones radiofónicas comerciales transmiten la Novena Perpetua. En 1948 el padre Henry, oblato de María Inmaculada, llevaba el cuadro al Polo Norte, al 70º de latitud, península de Boothia.

 Como se ve, esta devoción tiene un marcado carácter universalista, con un fruto abundante de conversiones.

viernes, 26 de junio de 2015

Milagros Eucaristicos 26-06-15

Milagros Eucaristicos 19-06-15

Reflexión de hoy y algo más

Lecturas


Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: - «Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con lealtad.»
Dios añadió a Abrahán: -«Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones.
Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones.»
Dios dijo a Abrahán: -«Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, y lo bendeciré; de ella nacerán pueblos y reyes de naciones.»
Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: -«¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?»
Y Abrahán dijo a Dios: - «Me contento con que te guardes vivo a Ismael.»
Dios replicó:
-«No; es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto y con sus descendientes, un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas.»
Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró.

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: -«Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: -«No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

Palabra del Señor.

Beato Andrés Jacinto Longhin

El beato Andrés Jacinto Longhin, obispo de Treviso, nació en Fiumicello de Campodarego (Padua), hijo de humilde familia de campesinos, el 22 de noviembre de 1863; fue bautizado al día siguiente con los nombres de Jacinto y Buenaventura. Terminados los estudios primarios, a los 16 años decidió hacerse capuchino y hubo de luchar con su padre, que no quería privarse para las faenas del campo del único hijo que tenía. Venció Jacinto, vistiendo el hábito capuchino en Bassano del Grappa (Vicenza) el 27 de agosto de 1879, con el nombre de fray Andrés. Cursó los estudios de filosofía en el convento de Padua y allí emitió la profesión solemne el 4 de octubre de 1883; los estudios de teología los realizó en Venecia, donde fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1886.

En 1888 era director espiritual y profesor en el seminario capuchino de Udine, en 1889 director espiritual y profesor en el colegio de filosofía de los capuchinos en Padua, y en 1891 de los teólogos en Venecia. El 18 de abril de 1902 fue elegido ministro provincial de los capuchinos vénetos.

El 16 de abril de 1904 san Pío X lo nombró obispo de su diócesis natal de Treviso, congratulándose por «haber elegido una de las flores más bellas de la Orden capuchina» para su propia diócesis. Así lo calificaba el 12 de agosto de 1907: «Es uno de mis hijos primogénitos, que he regalado a la diócesis predilecta, y exulto cada vez que me cuentan alabanzas de él, que es verdaderamente santo, docto, un obispo de los tiempos antiguos que dejará en la diócesis una impronta indeleble de su celo apostólico». Consagrado obispo en Roma el 17 de abril de 1904, tomó posesión de Treviso el 16 de agosto, decidido a ser el buen pastor, no ahorrando «ni fatigas ni sacrificios, dispuesto a dar» por su iglesia toda su «sangre y la vida entera». Por espacio de 32 años fue «el buen pastor de la Iglesia de Treviso», viviendo la austeridad y pobreza capuchina.

El anuncio de la palabra fue uno de sus ministerios preferidos. Siguiendo el ejemplo de san Pío X, se destacó por el celo apostólico en la enseñanza del catecismo a los niños, en la creación de círculos de asociaciones juveniles y de adultos, certámenes culturales, jornadas de estudio, escuelas de catequesis, dos congresos diocesanos de catequesis, uno en 1922 y otro en 1932. Fue considerado como «el obispo del catecismo». Amaba y acompañaba como padre a sus sacerdotes, con atenciones muy especiales desde el seminario; predicaba retiros mensuales y ejercicios espirituales, siguiéndoles en las 213 parroquias, a las que hizo tres visitas pastorales, iniciadas en 1905, 1912 y 1926; organizó un sínodo diocesano en 1911, que fue alabado como obra maestra de orden y precisión, muy apreciado por san Pío X. Acompañó espiritualmente a santa María Bertila Boscardin, a los siervos de Dios José Toniolo, Guido Negri, madre Oliva Bonaldo. Mantuvo estrecha amistad con el capuchino san Leopoldo Mandic, con san Pío X, documentada ésta por copiosa correspondencia y por la propia manifestación del Papa: «Nos... que fuimos parte tan importante de su dulcísimo corazón».

Fue guía de laicos, especialmente de movimientos juveniles, convencido, como insistió en el testamento, de que «es de santos de lo que tienen necesidad las familias, las parroquias, la patria, el mundo». En abril de 1914 declaró sagrado «el derecho de los obreros a organizarse... en sindicatos para su promoción económica y moral». En 1920 defendió las Leyes Blancas, movimiento sindical de inspiración cristiana, mostrándose como el obispo de los pobres, de los obreros, de los campesinos. En 1920 fundó en Treviso el colegio diocesano «Pío X» para garantizar una formación cristiana a los jóvenes.

Afrontó valerosamente, no desertando de su puesto y responsabilidad, la prueba de la guerra mundial de 1914-1918, alentando y estando cerca de civiles, prófugos, soldados, heridos, sacerdotes. El 27 de abril de 1917 hizo el voto de levantar un templo en honor de la Virgen Auxiliadora. Llamado «el obispo del Piave y del Montello», condecorado con la cruz al mérito de guerra, terminada ésta, recorrió la diócesis para animar en la reconstrucción de las 47 iglesias destruidas, en la pacificación de los espíritus, en el nuevo despertar de la vida cristiana, interviniendo intrépidamente para salvar a sus fieles de ideologías anticristianas y subversivas. Los obispos del Véneto lo consideraban como su «Patriarca de campaña», consejero, teólogo distinguido, apóstol incansable.

Pío XI, en octubre de 1923, reconoció los «grandes servicios» prestados por monseñor Longhin: «Ha trabajado tanto por la Iglesia». Fue administrador apostólico de la diócesis de Padua en 1923, visitador y administrador apostólico de la diócesis de Udine en 1927-1928. El 4 de octubre de 1928 fue nombrado arzobispo titular de Patrasso. En 1929, con ocasión del 25 aniversario de episcopado, el siervo de Dios cardenal Pedro Lafontaine escribió: «Admiro en él, con agrado y edificación, una estampa del Buen Pastor, copia muy parecida al original».

Resentido por sus achaques, el 3 de octubre de 1935 comenzó a recorrer su calvario con nueve meses de sufrimiento, celebrando misa hasta el 4 de febrero de 1936. Murió el viernes 26 de junio de 1936. Fueron imponentes los funerales, celebrados el 30 de junio, con el comentario general: «Era realmente un santo». El 5 de noviembre de 1936 fue enterrado en al catedral de Treviso. En el reconocimiento verificado los días 12-22 de noviembre de 1984 se encontró el cuerpo «entero, con las zonas blandas en buena parte momificadas». Lo beatificó Juan Pablo II el 20 de octubre de 2002.

jueves, 25 de junio de 2015

Reflesión de hoy y algo más

Lecturas


En aquellos días, Saray maltrató a Agar, y ella se escapó.
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente del desierto, la fuente del camino de Sur, y le dijo:
-«Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?»
Ella respondió:
-«Vengo huyendo de mi señora.»
El ángel del Señor le dijo:
-«Vuelve a tu señora y sométete a ella.»
Y el ángel del Señor añadió:
-«Haré tan numerosa tu descendencia que no se podrá contar.»
Y el ángel del Señor concluyó:
-«Mira, estás encinta y darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor te ha escuchado en la aflicción.
Será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él; vivirá separado de sus hermanos.»
Agar dio un hijo a Abraham, y Abraham llamó Ismael al hijo que le había dado Agar.
Abraham tenía ochenta y seis años cuando Agar dio a luz a Ismael.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi
Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”
Yo entonces les declararé: ‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.”
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente. »
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor.