En los montes del Jura, en la Galia Lugdunense, sepultura del abad san Román, que, siguiendo los ejemplos de los antiguos cenobitas, primeramente abrazó la vida eremítica y llegó después a ser padre de numerosos monjes.
Sobre su juventud sabemos muy poco. Su vida se mueve en los años difíciles de las invasiones bárbaras. Reinaba la barbarie y la desolación. Román, dotado de un carácter vivo y expansivo se encontró la en la encrucijada de elegir entre el servicio de las armas y el silencio y la oración. Eligió el sacerdocio y fue ordenado en Besançon por san Hilario de Arles en el 444; renunció a todas las prebendas que podía ofrecerle su nuevo estado e ingresó en la abadía de Ainay cerca de Lyon. Al poco tiempo salió con autorización del abad para vivir solitario en el Jura. Su fama atrajo a muchos, especialmente a su hermano san Lupicino, y así nació la abadía de Condat -después llamada de Saint-Oyend-, que será el origen de otros muchos monasterios.
Se vio obligado a fundar otro monasterio en Leuconne, después un tercero, femenino, en La Beaume, después llamado de Saint Romain de la Roche, regido por su hermana. En estos monasterios impuso la novedad de una especie de diarquía, porque quiso dividir el gobierno de la abadía con su hermano, ya que él era demasiado blando, y su hermano más riguroso. Lupicino era más fogoso que Román y a veces un tanto duro en las penitencias que él se imponía y quiso también para los demás. Entonces aparecía Román, y con su gran bondad, traía la paz y descargaba a los monjes de penitencias exageradas. Gracias al buen hacer de Román nunca hubo escisiones en el monasterio y todos vivieron como verdaderos hermanos. Román también supo ser duro e intransigente con los príncipes y nobles cuando vio que los derechos humanos y de la Iglesia eran pisoteados por ellos. Condat se convirtió en una de las escuelas más famosas de su tiempo y de allí se difundió la vida religiosa en los Alpes, Jura, los Vosgos, Suiza y Germania.
Sobre su juventud sabemos muy poco. Su vida se mueve en los años difíciles de las invasiones bárbaras. Reinaba la barbarie y la desolación. Román, dotado de un carácter vivo y expansivo se encontró la en la encrucijada de elegir entre el servicio de las armas y el silencio y la oración. Eligió el sacerdocio y fue ordenado en Besançon por san Hilario de Arles en el 444; renunció a todas las prebendas que podía ofrecerle su nuevo estado e ingresó en la abadía de Ainay cerca de Lyon. Al poco tiempo salió con autorización del abad para vivir solitario en el Jura. Su fama atrajo a muchos, especialmente a su hermano san Lupicino, y así nació la abadía de Condat -después llamada de Saint-Oyend-, que será el origen de otros muchos monasterios.
Se vio obligado a fundar otro monasterio en Leuconne, después un tercero, femenino, en La Beaume, después llamado de Saint Romain de la Roche, regido por su hermana. En estos monasterios impuso la novedad de una especie de diarquía, porque quiso dividir el gobierno de la abadía con su hermano, ya que él era demasiado blando, y su hermano más riguroso. Lupicino era más fogoso que Román y a veces un tanto duro en las penitencias que él se imponía y quiso también para los demás. Entonces aparecía Román, y con su gran bondad, traía la paz y descargaba a los monjes de penitencias exageradas. Gracias al buen hacer de Román nunca hubo escisiones en el monasterio y todos vivieron como verdaderos hermanos. Román también supo ser duro e intransigente con los príncipes y nobles cuando vio que los derechos humanos y de la Iglesia eran pisoteados por ellos. Condat se convirtió en una de las escuelas más famosas de su tiempo y de allí se difundió la vida religiosa en los Alpes, Jura, los Vosgos, Suiza y Germania.
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