domingo, 14 de diciembre de 2025

Estamos en ADVIENTO

14 de Diciembre 2025 – Tercer domingo de ADVIENTO - LA EMBAJADA DEL SANEDRÍN

El Bautista sigue cumpliendo su oficio de precursor, enderezando los caminos torcidos y abriendo los corazones a la luz que se acerca. Fulmina, exhorta, consuela y bautiza. Todavía no han encadenado sus manos ni encerrado su voz entre los muros de un sótano. Vive a la orilla del Jordán, no lejos de Jericó, junto a la entrada del desierto, donde ha pasado los años de su juventud en la mortificación y el ayuno. Pero ahora el solitario se ha convertido en un director de hombres, el silencioso habitante de la selva en un posible caudillo de pueblos. En toda Palestina sólo se habla de su aparición. Allá arriba, los pescadores del lago entretienen las esperas forzadas de su oficio repitiendo las palabras del penitente; los israelitas piadosos empiezan a ver en él una esperanza gozosa, y hasta en el Consejo nacional de Israel, en el Sanedrín, se revuelven las Escrituras para buscar algún texto luminoso referente al extraño personaje.

Entre tanto, Juan predica y bautiza. Hasta él llegan las muchedumbres, llenando de rumores el desierto. Unos vienen llorando y marchan riendo; otros vienen riendo y marchan llorando. Los curiosos y los arrepentidos, los pecadores y los inocentes, todos sienten la fuerza de aquella voz impaciente y austera. Y he aquí que un día, entre los publícanos y los epulones, entre las cortesanas y los soldados, se acercan lentamente; gravemente, envueltos en sus mantos doctorales, un grupo de fariseos, que inclinan sus cabezas en una actitud de profundo respeto. Juan, el profeta del fuego, el hombre que ha crecido entre esquenos y peñascos; no suele acariciar; pero sus mayores asperezas las guarda para esta gente: «Raza de víboras—solía decirles—, ¿quién os enseñará a huir de la ira que se acerca?».

No obstante, ahora recibe sereno a los recién venidos. No llegan para sumergirse en el río, ni para oír una palabra de edificación, ni para confesar sus pecados. Son embajadores del Sanedrín.

Aquella tierra de Israel seguía pensando siempre en el reino glorioso de David. Era una esperanza que la lectura de los libros santos mantenía fresca en los corazones; pero ahora más que nunca, cuando había que resistir los desprecios de la soldadesca imperial y soportar el yugo de los aventureros del Idumeo, y gozarse con los paganos, con los goim, que hollaban y profanaban y robaban la santa herencia de los mayores. Y el consuelo era soñar en las viejas grandezas, en el retorno de la victoria, en el advenimiento del misterioso libertador, del Ungido, que había de encarnar la furia de la venganza tanto tiempo contenida, y levantar su trono en una Jerusalén más fuerte, más bella, más poderosa que Salomón. Y éste es el momento en que allá, en las cercanías del mar Muerto, aparece aquel terrible predicador de penitencia, en quien todo, el origen, la presencia, la vida y la palabra, tenía necesariamente que sobreexcitar las imaginaciones.

Algo grande hay en él, decían las gentes; pero sin acertar a ver con claridad. Cierto, removía las turbas, pero sin los histerismos, sin las convulsiones que suscitaban diariamente en los campos de Judea las predicaciones de patriotas exaltados, que terminaban siempre en torbellinos de sangre. Para éste, el problema nacional parecía no tener importancia; lo que le preocupa es la cuestión moral, la renovación religiosa, el saneamiento de las conciencias. Habla como los antiguos profetas y tiene todo el aspecto de un profeta. Seiscientos años antes se había levantado en aquel mismo desierto un hombre de genio bravío, de varonil continente, de gesto intrépido y de larga barba, vestido de una tela de pelo de camello y ceñido con un cinturón de cuero. Era Elías, una de las más grandes figuras de Israel. Todo el mundo sabía que Elías no había muerto, que había sido transportado de este mundo por una cuadriga de llamas. Y en aquel mismo sitio surgía ahora rígido, apremiante, iracundo, este elocuente predicador de la penitencia. «Es Elías, que vuelve», murmuraban los campesinos en sus hogares, bajo el silencio de la noche, recordando aquellos versos que habían oído en la sinagoga: «Se ha levantado el profeta semejante al fuego; su palabra ardía como una antorcha; es el que cerró los Cielos con la llave de su voz; el que precipitó a los reyes al abismo; el que hizo saltar de su lecho a los soberbios, y oyó en la cima del Horeb el grito de la venganza. Arrebatado por la tempestad luminosa sobre un carro de caballos de fuego, volverá en el día de la hora fatal para detener los rayos inflamados de la ira.»

Es Elías, decían unos; no, replicaban otros, es el profeta de que habló Moisés al pueblo escogido; y algunos empezaban a pensar si no sería el mismo Cristo, el Mesías esperado, el Ungido, el Libertador. La incertidumbre inquietaba a los mismos doctores de la ley. En sus cátedras, adosadas a los pilares del templo, saltaba diariamente la pregunta ineludible: «¿Quién es el asceta que bautiza en el Jordán?» Y nada seguro podían responder. Pero al fin iban a salir de dudas. Los embajadores habían llegado a Jericó, habían subido a la barca, amarrada a la orilla, y habían pasado al otro lado. Allí, el Bautista predicaba y bautizaba. Un momento interrumpe su tarea para recibir a los enviados. Parece como si los recibiese de mala gana, como si quisiera acabar cuanto antes aquella información, tal vez demasiado interesada.

—¿Eres Elías?
—No.
—¿Eres el Profeta?
—No.
—¿Eres el Cristo?
—No.

Tres negaciones secas, rotundas, en que se nos revela la grandeza primitiva de aquel carácter enérgico y rectilíneo. No es nada. Sin embargo, el que todo lo sabe le llamará profeta, el más excelente de los profetas, un nuevo Elías por su espíritu y su virtud. A sus ojos, no es nada; es sólo la voz del que clama; una voz, un soplo, una vibración que se pierde en el aire. Resueltamente, el Bautista deshace todas aquellas hablillas que habían puesto una aureola semidivina en torno de su persona. Al día siguiente sus palabras se comentarían en la ciudad y en el campo, en la cocina de Betsaida y en las barcas del lago, sus devotos le abandonarían, su prestigio caería por el suelo. Era un soplo; era un picapedrero del camino del Mesías, indigno hasta de desatar la correa de su zapato. Lo decía sin dolor, sin amargura, sin envidia. No venía para sentarse, en el trono, sino sólo para prepararlo.

Porque algo positivo logran sacar los embajadores de aquella rápida entrevista: «Entre vosotros está uno a quien no conocéis.» Aquí sí que hay amargura; porque hay amor contenido y adoración profunda. La queja del Bautista no deja nunca de ser verdadera. Tiene a la vez la alegría de la buena nueva y la tristeza de la ingratitud. Una gran noticia se ha derramado por todos los ámbitos del mundo: el Señor está cerca. ¿Quién se prepara a recibirle? ¿Qué senderos tortuosos se enderezan? ¿Qué colinas son allanadas? ¿Qué anhelos se asoman a las ventanas de los corazones? Una vez más, la luz que esperamos pasará al lado nuestro sin iluminar nuestras tinieblas; una vez más, llamará a nuestras puertas el que pudiera remediar nuestras congojas, y nosotros estaremos dormidos. «Vino a su propia casa, y los suyos no le recibieron.»

Domingo, 14-12-2025 3º semana de ADVIENTO Ciclo A

Reflexión del 14/12/2025

Lecturas del 14/12/2025

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis.
He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo.
Retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sion con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.
Hermanos: esperad con paciencia hasta la venida del Señor.
Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía.
Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.
Hermanos, no os quejéis los unos de los otros, para que no seáis condenados; mirad: el juez está ya a las puertas.
Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”.
En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».

Palabra del Señor.

14 de Diciembre 2025 – Beata Melania Calvat

Mélanie Calvat nació en Corps (Isère) el 7 de noviembre de 1831. Su padre, Pierre Calvat, un hombre honesto y respetado por la gente del país, inculcó en su querida pequeña la semilla de una gran compasión por Jesús crucificado; pero como no había trabajo en el pueblo, tenía que marcharse a menudo a buscar en otro lugar lo necesario para satisfacer las necesidades de la familia. A su madre, Julie Barnaud, frívola y negligente con sus deberes en casa, le hubiera gustado llevar a su hijita a los bailes y entretenimientos del pueblo. Pero Dios había predispuesto a esta niña a una aversión innata a todas las vanidades mundanas; los gritos y las lágrimas de Melanie obligaron a su madre a llevarla a casa. Esto provocó un aborrecimiento inconcebible por parte de la madre. Cómo explicar el trato cruel que siguió, si no es por un designio inescrutable de Dios, que quiso despojar a su predestinada criaturita de los afectos más legítimos para poder colmarla de una sobreabundancia de gracias y favores celestiales excepcionales. Expulsada varias veces de su casa por su madre, la pobre vagabunda encontró su consuelo en Jesús, oculto bajo la apariencia de un niño adorable que se hacía llamar su hermano; Él se hizo su compañero en la soledad de los campos y los bosques, conduciéndola a las alturas de la vida mística.

En cuanto la niña tuvo la edad suficiente, su madre la envió a trabajar como pastora para varios amos en las regiones vecinas. Fue así como se encontró en la montaña de La Salette, en compañía de Maximino Giraud, donde la Reina del Cielo se les apareció entre lágrimas el 19 de septiembre de 1846. Confió a los dos jóvenes pastores un mensaje público; luego a Maximino solo, un secreto; después a Melanie un mensaje que podría publicar en 1858, junto con la Regla que debían practicar los futuros hijos e hijas de la Orden de la Madre de Dios. Al mismo tiempo, contempló en una visión profética la vida y las obras de estos nuevos Apóstoles.

La Aparición cambió el modo de vida de la mujer, que había pasado sus primeros catorce años en reclusión, lejos del mundo. La misión de Melanie fue muy dolorosa. Al transmitir los reproches y los deseos del Cielo, la heroica mensajera se condenó de por vida a las constantes y vengativas persecuciones de cierto clero, demasiado lleno de sí mismo para recibir, a través de este humilde instrumento, las amonestaciones de la Virgen y responder a sus deseos. Calumniada, despreciada e incomprendida, Melanie trabajó sin embargo hasta el final de su vida para formar la Orden de los Apóstoles. Varios intentos de fundación, rápidamente reducidos a la nada por un Episcopado hostil, nos han dado, sin embargo, una preciosa correspondencia en la que la Pastora expone, con sublime sencillez, el espíritu que la Virgen María quiere ver reinar en los nuevos Apóstoles.

La persecución condenó a Melanie a una vida errante por la que, además, fue acusada de inconstancia. Dondequiera que iba, dejaba el exquisito perfume de todas las virtudes, distinguiéndose sobre todo en la práctica de la humildad y el amor a la cruz. Para preparar la venida de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, Dios no podría haber suscitado un alma más crucificada, más olvidada de sí misma. El Siervo de Dios escribe: "Es en la escuela del Calvario donde se aprende la rara ciencia del amor al sufrimiento y de la verdadera auto aniquilación.

Melanie pasó los últimos meses de su vida en Altamura, Italia, bajo la protección del obispo Cecchini. Allí murió en olor de santidad la noche del 14 al 15 de diciembre de 1904. A petición del Cielo, para mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre, Gregorio XVII proclamó beata a Melania Calvat el 7 de octubre de 1984.

sábado, 13 de diciembre de 2025

Estamos en ADVIENTO

Reflexión del 13/12/2025

Lecturas del 13/12/2025

En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre, y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! ¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente, en un carro de caballos de fuego; tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros, para aplacar la ira antes de que estallara, para reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor.
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: « ¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor.

13 de Diciembre 2025 – Santa Otilia de Alsacia

En Estrasburgo, de Burgundia (hoy Alsacia), santa Otilia, virgen y primera abadesa del monasterio de Hohenburg, fundado por el duque Aldarico, su padre.

Hija de Adalrico, duque de Alsacia; nació ciega en  Obernheim, en los Vosgos, y por esto fue abandonada por su familia. Fue adoptada en el convento de Palma-Bames-les-Dames, en el Franco Condado, diócesis de Besançon, donde, al recibir el bautismo, también recibió la vista; la bautizaron el obispo de Bavaria, san Erardo de Ratisbona y san Hidulfo de Moyenmoutier. 

Otilia se quedó a servir a Dios en el convento. Pero el milagro del que había sido objeto y los progresos que empezó a hacer en sus estudios, provocaron la envidia de algunas de las religiosas y éstas empezaron a hacerle la vida difícil. Otilia escribió entonces a su hermano Hugo, del que había oído hablar y le pidió que la ayudara como se lo dictase el corazón. Entre tanto, san Erardo, había comunicado a Adalrico la noticia de la curación de su hija. Pero aquel padre desnaturalizado se encolerizó más que nunca y prohibió a Hugo que fuese a ayudarla y que revelase su identidad. 

Hugo desobedeció y mandó traer a su hermana. Un día en que Hugo y Adalrico estaban en una colina de los alrededores, Otilia se presentó en una carreta, seguida por la muchedumbre. Cuando Adalrico se enteró de quien era y supo porque había ido, descargó su pesado bastón sobre la cabeza de Hugo y lo mató de un golpe. Pero los remordimientos le cambiaron el corazón, de suerte que empezó a amar a su hija tanto cuanto la había odiado antes. Otilia se estableció en Obernheim, con algunas compañeras que se dedicaron como ella a los actos de piedad y a las obras de caridad entre los pobres.

Al cabo de un tiempo, Adalrico determinó casar a su hija con un duque alemán. Otilia emprendió la fuga. Cuando los enviados de su padre estaban ya a punto de capturarla, se abrió una grieta en la roca, en Schossberg, cerca de Friburgo en Brisgovia y ahí se escondió la santa. Para conseguir que volviese, Adalrico le prometió regalarle el castillo de Hohenburg. 

Fundó y gobernó como abadesa los conventos de Hohenburg (hoy Odilienberg) y de Niedermünster, según la regla benedictina. Construyó un hospital para los pobres y un lazareto para leprosos e incurables; al morir en el suelo sobre una piel de oso, sólo recomendó a sus religiosas, fidelidad a Dios y amor a los pobres. Se cuenta que la santa, poco después de la muerte de su padre, vio que sus oraciones y penitencias le habían sacado del purgatorio. San Juan Bautista se apareció a Otilia y le indicó el sitio y las dimensiones de una capilla que debía construirse en su honor. Se cuentan muchas otras visiones de la santa y se le atribuyen numerosos milagros. Después de gobernar el convento durante muchos años, Otilia murió. Patrona de Alsacia.

viernes, 12 de diciembre de 2025

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Reflexión del 12/12/2025

Lecturas del 12/12/2025

Esto dice el Señor, tu libertador, el Santo de Israel:
«Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir.
Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río, tu justicia como las olas del mar, tu descendencia como la arena, como sus granos, el fruto de tus entrañas; tu nombre no habría sido aniquilado, ni eliminado de mi presencia».
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: « ¿A quién compararé esta generación?
Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Palabra del Señor.

12 de Diciembre 2025 – Beato Jacobo Capocci

En Nápoles, de la Campania, conmemoración del beato Jacobo Capocci, obispo, de la Orden de los Ermitaños de San Agustín, que rigió la iglesia de Benevento y después la de Nápoles, iluminándolas con sabiduría, doctrina y prudencia.

Nació en Viterbo y descendía de la noble familia de los Capocci. Entró muy joven en el convento de los eremitas de San Agustín en Viterbo en 1272. Se hizo notar por sus dotes de estudio y de pensador y por esto fue enviado a completar sus estudios a París donde enseñaba santo Tomás de Aquino. No siguió la doctrina escolástica tomista sino la de Egido Romano y fue el crítico teológico de Tomás, sin llegar a la aspereza, sino simplemente desde el mero campo intelectual. 

De regreso a su patria en el 1281-82, desempeñó en un primer momento el cargo de definidor de la Provincia romana en 1283, de visitador en 1284 y luego nuevamente de definidor en 1285, ejerciendo mientras tanto también, con toda probabilidad, las funciones de lector en conventos de la misma Provincia. En 1286 volvió a París para continuar los estudios teológicos, consiguiendo el bachillerato en 1288 y, al final del prescrito aprendizaje, el doctorado en la pascua de 1293. Se le llamó "Doctor especulativo". Por designación de Egidio Romano, electo Prior general de la Orden, fue nombrado en el mismo año maestro regente del estudio parisiense, permaneciendo en este cargo hasta 1299. De nuevo en Italia en 1300, enseñó durante dos años en el estudio de Nápoles, ocupación que tuvo que dejar al ser nombrado arzobispo de Benevento por Bonifacio VIII el 3 de setiembre de 1302. El 6 o el 12 de diciembre siguiente fue trasladado a la sede de Nápoles, donde, pastor verdaderamente celoso, supo ganarse la estima y el afecto del rey Carlos II de Anjou y de su hijo Roberto, duque de Calabria, quien le ayudó en la construcción de la nueva catedral.

El 13 de mayo de 1306 comenzó a interesarse por la causa de canonización del santo pontífice san Celestino V, encargo que le fue confiado expresamente por Clemente V, y en la que puso el máximo empeño, yendo personalmente a recoger testimonios en aquellos lugares donde el ermitaño Pedro de Morrone había llevado su vida penitente; y en esta actividad continuó hasta la muerte, en olor de santidad, ocurrida en Nápoles. Su culto fue confirmado en 1911 por san Pío X.

jueves, 11 de diciembre de 2025

Estamos en ADVIENTO

Reflexión del 11/12/2025

Lecturas del 11/12/2025

Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio».
No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel.
Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará.
Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel.
Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed.
Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua.
Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, y olivares; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.