domingo, 19 de junio de 2016

Homilía


El centro de la liturgia es Cristo, al que los cristianos nos incorporamos por el Bautismo para revestirnos de Él (Gálatas 3,27) y formar parte de su familia.

Esto, para San Pablo, no es una mera teoría adquirida en los libros.

Es, sobre todo, una experiencia profunda, que cambia la vida y nos adentra para siempre en la condición de sentirnos y ser hijos de Dios y, por consiguiente, considerar a los demás como partícipes de la misma filiación.

La mística de la filiación se concreta en valorar con la misma dignidad a todas las personas sin distinción de razas, naciones, pueblos o color de la piel.

“Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28).

Esta es la pregunta que nos podemos hacer después de leer el evangelio.

La mayoría de nosotros hemos sido bautizados en su nombre, seguido la catequesis, recibido la primera Eucaristía y otros sacramentos o participado en innumerables celebraciones religiosas.

Sin embargo, ¿lo conocemos de verdad? ¿Qué idea nos hacemos de Él? ¿Quién es para nosotros? ¿Por qué le seguimos?

Pertenecemos a una sociedad donde convivimos con vecinos, sea en pueblos, urbanizaciones o ciudades, pero las relaciones humanas se van enfriando en la medida que nos aislamos, celosos de nuestra intimidad familiar, e ignoramos lo que sucede a nuestra alrededor.

Desconocemos así los nombres, las inquietudes y problemas de cada uno de ellos.

Nos puede pasar lo mismo con Jesús.

El tenerle como compañero de viaje no significa, necesariamente, que hayamos entablado con él una relación de amistad para compartir a su lado nuestras inquietudes, fallos, proyectos y esperanzas.

Por ello el evangelio nos invita a romper las tradiciones que nos encarrilan por inercia a vivir un cristianismo cómodo, descafeinado y sin compromisos.

Es el paso previo para entrar en otra dinámica, en la que cada uno se plantea dar una respuesta al requerimiento amoroso de Jesús.

No importa lo que digan los demás.

Las controversias sobre Jesús han llenado millones de páginas a lo largo de los siglos, se han filmado muchas películas para relatar su historia y ha sido y es objeto de debate de historiadores, literatos, artistas, científicos…

Lo que importa es que me deje interpelar por él para seguirle, conocerle, creer en su mensaje, compartir su vida y amarle.

Parece que Jesús está mendigando amor.

Y es cierto.

Quiere sentirse amado y valorado por los suyos, tanto de palabra como de obra.

La primera y la última confesión de Pedro es una declaración de amor.

He aquí la clave que mueve nuestra voluntad, cautiva nuestros afectos y mantiene viva nuestra inquietud.

Nuestros comportamientos son diferentes cuando están movidos por el amor.

Somos entonces capaces de derribar barreras aparentemente infranqueables, de superar las dificultades que obstaculizan el diálogo y vencer los antagonismos provocados por la desconfianza y el odio.

Si algo destaca en la figura del papa Francisco es su facilidad para tender puentes con otras religiones y su habilidad para mediar y hacer posible el encuentro entre naciones hostiles entre sí, como es el caso de Estados Unidos y Cuba.

El camino de la resolución de los problemas empieza desde el momento en que se da un primer paso de buena voluntad y se dejan de lado las actitudes condenatorias.

Siguen imperando, por desgracia, los intereses económicos de poderosas multinacionales de la fabricación de armas y de gobiernos corruptos, principales instigadores de las guerras que asolan al mundo y causan millones de muertos y multitud de refugiados, que casi nadie quiere, porque perturban la paz, la estabilidad y el bienestar social.

El egoísmo es enemigo del amor y una barrera difícil de vencer, cuando está auspiciada por el racismo y la discriminación, muy en boga actualmente en los países más ricos.

Sin embargo, y a pesar de los negros nubarrones que se yerguen sobre nuestras cabezas, existe por encima un cielo azul.

Nada es imposible.

Cayó el Muro de Berlín merced a la buena disposición del presidente Gorbachov y del papa Juan Pablo II para abrir una senda de cordura y de paz entre los alemanes divididos.

Uno tras otro irán cayendo los muros de la intolerancia en la medida que haya personas creíbles, que tomen las riendas de nuevas políticas de concordia y de equilibrio en el desarrollo de la justicia.

El evangelio es creíble si los testigos son fiables.

Y uno es fiable en la medida en que es fiel al mensaje recibido y no se deja embaucar por las seguridades humanas, la seducción del dinero o la ambición por el poder.

Cada día se destapan nuevos escándalos de corrupción de profesionales, hasta ahora honorables, y de buena reputación, que mancillan la política y las instituciones, sembrando serias dudas entre los ciudadanos, lesionando gravemente su confianza .y provocando un rechazo mayoritario hacia las autoridades.

Pagan así justos por pecadores.

No todos son malos.

El bien no se airea, vive presente en mucha gente, que lo desarrolla en la intimidad familiar y actúa sin hacer ruido, sea creyente o no.

La fortaleza de la fe en Jesús, añade, si cabe, un punto más a la bondad natural de ser humano, porque viene avalada por la renuncia a legítimas aspiraciones para seguir las huellas de Jesús hasta la muerte:


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