viernes, 4 de enero de 2013

Santa Ángela de Foligno

La ciudad de Foligno sufría una situación de transición y desconcierto. La Edad Media se apagaba y aparecían los primeros destellos del Renacimiento. Esta situación influirá mucho en la vida de Ángela. Pero la radical transformación de Ángela influirá todavía más en su ciudad, hasta el punto de haber sido Ángela la que ha hecho famosa a Foligno.

Ángela nació en Foligno en 1249, allí murió 60 años más tarde, y en su ciudad natal se conservan sus venerables restos. De elevada posición, su familia poseía muchas riquezas. Se casó muy pronto y tuvo varios hijos. En sus años juveniles, y después como esposa y madre, llevó una vida licenciosa, llena de graves desvaríos, como después confesará amargamente. Fue caprichosa y casquivana, el escándalo de Foligno.

Fue hacia los 35 años cuando le llegó la prueba. En poco tiempo pierde a sus padres, a su esposo y a sus hijos. Siente una fuerte llamada de Dios a la conversión, se encomienda a San Francisco, cuyo aroma aún se desprendía fresco desde la cercana Asís, y se convierte al escuchar las encendidas palabras del religioso franciscano Fray Arnaldo, desde ahora su director y confidente espiritual. Él recoge como amanuense en la Autobiografía de la Beata - verdadero tesoro de teología espiritual - las inefables experiencias místicas de esta alma que, por el crecido número de sus visiones, algunos la comparan con Santa Teresa de Jesús, y es llamada reina de la teología y maestra de teólogos. Su trato íntimo con la divinidad y con la humanidad de Cristo, sus éxtasis escalofriantes, los secretos celestiales que en ellos se le confiaban son más para ser admirados que para ser descritos con palabras humanas.

En su espiritualidad todo gira en torno a la cruz. Cristo desde la cruz es el Libro de la Vida, como lo llama ella. No podía contemplar representaciones de la pasión del Señor sin estremecerse y aun enfermar. Allí lloraba inconsolable sus pecados y se flagelaba hasta exageraciones que su director hubo de reprimir. Allí se decidió a despojarse de todo por Cristo. "Como ves, Ángela, no te he amado en broma", le decía una vez el Señor. Y así "donde abundó la culpa, sobreabundó la gracia".

Fueron largos años de fieros combates con el demonio, de terribles tentaciones de concupiscencia. Fue un drama sublime de penitencias y dolores, enjugados en místicas dulzuras. De este modo, asida a la cruz con recio abrazo, Ángela se convierte en llama viva. Su unión con Jesús es inefable: "Tú eres Yo y Yo soy tú", le dice un día el Amado de su alma. Y Ángela le responde con las mismas palabras de enamorada.

Fue también la gran confidenta del Corazón de Jesús. "Un día fui penetrada de un amor tan ardiente al Corazón de Jesús que lo sentía en todos mis miembros. Veía que el Salvador abrazaba mi alma con sus brazos desclavados de la cruz. Parecíame que mi alma entraba también en el Divino Corazón. Otras veces me invitaba a que acercara los labios a su costado y bebiese de la sangre que de él manaba".

En la devoción a la Eucaristía fue una auténtica precursora. El Señor la recreó con muchas visiones cuando adoraba la Sagrada Hostia. Ángela escribió recomendaciones sobre la manera de comulgar más provechosamente.

Recibió en su vida muchos regalos del Señor. Ella se preparaba con la más dócil disponibilidad. "Que nadie se excuse, advierte la Beata, con que no puede hallar la divina gracia, pues Dios la da a todos los que la desean".

El papa Clemente XI aprobó el culto de la Beata el 30 de abril de 1707.

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