miércoles, 23 de enero de 2013

Lecturas


Hermanos:
Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios altísimo, cuando Abrahán regresaba de derrotar a los reyes, lo abordó y lo bendijo, recibiendo de él el díezmo del botín.
Su nombre significa «rey de justicia», y lleva también el título de rey de Salen, es decir, «rey de paz».
Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida.
En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que lo sea no en virtud de una legislación carnal. sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está atestiguado:
«Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo.
Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenia la parálisis:
-«Levántate y ponte ahí en medio.»
Y a ellos les preguntó:
-«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»
-«Extiende el brazo.»
Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:

Palabra del Señor.

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