Hermanos:
¿Acaso habrá desechado Dios a su pueblo? De ningún modo: que también yo soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. «Dios no ha rechazado a su pueblo», al que había elegido de antemano. Digo, pues: ¿acaso cometieron delito para caer? De ningún modo. Lo que ocurre es que, por su caída, la salvación ha pasado a los gentiles, para darles celos a ellos.
Pero si su caída ha significado una riqueza para el mundo y su perdida una riqueza para los gentiles, ¡cuánto más significará su plenitud!
Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no os engriáis: el endurecimiento de una parte de Israel ha sucedido hasta que llegue a entrar la totalidad de los gentiles y así todo Israel será salvo, como está escrito: «Llegará de Sión el Libertador; alejará los crímenes de Jacob; y esta será la alianza que haré con ellos cuando perdone sus pecados».
Según el Evangelio, son enemigos y ello ha revestido en beneficio vuestro; pero según la elección, son objeto de amor en atención a los padres, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
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