viernes, 31 de enero de 2020

Reflexión de hoy

Lecturas


A la vuelta de un año, en la época en que los reyes suelen ir a la guerra, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel. Masacraron a los amonitas y sitiaron Rabá, mientras David se quedó en Jerusalén.
Una tarde David se levantó de la cama y se puso a pasear por la terraza del palacio. Desde divisó a una mujer que se estaba bañando, de aspecto muy hermoso.
David mandó averiguar quién era aquella mujer.
Y le informaron: « Es Betsabé, hija de Elián, esposa de Urías, el hitita».
David envió mensajeros para que la trajeran.
Ella volvió a su casa.
Quedó encinta y mandó este aviso a David: « Estoy encinta».
David, entonces, envió a decir a Joab: «Mándame a Urías, el hitita».
Joab se lo mandó.
Cuando llegó Urías, David le preguntó cómo se encontraban Joab y la tropa y cómo iba la guerra.
Luego le dijo: «Baja a tu casa a lavarte los pies».
Urías salió del palacio, y tras él un regalo del rey. Pero Urías se acostó a la puerta del palacio con todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa.
Informaron a David: «Urías no ha bajado a su casa».
David le invitó a comer con él y le hizo beber hasta ponerle ebrio.
Urías salió por la tarde a acostarse en su jergón con los servidores de su señor, pero no bajo a su casa.
A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab, que le mandó por Urías.
En la carta había escrito: «Poned a Urías en primera línea, donde la batalla sea más encarnizada. Luego retiraos de su lado, para que lo hieran y muera».
Joab observó la ciudad y situó a Urías en el lugar en el que sabía que estaban los hombres más aguerridos.
Las gentes de la ciudad hicieron una salida. Trabaron combate con Joab y hubo bajas en la tropa entre los servidores de David. Murió también Urías, el hitita.

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor.

Beata María Cristina de Saboya


En Nápoles, Italia, beata María Cristina de Saboya, reina de las Dos Sicilias y madre de familia, que dedicó su brevísima vida al ejercicio de la piedad cristiana y a la caridad con los pobres.

Fue una princesa de Cerdeña, y era la cuarta hija del rey Víctor Manuel I de Saboya y de su esposa, la archiduquesa María Teresa de Austria-Este. Nació en Cagliari, Cerdeña, porque no lo pudo hacer en Piamonte, el territorio histórico de su dinastía, porque estaba ocupado por las tropas napoleónicas.

Sus primeros años fueron felices hasta que, a la edad de nueve años, vivió la abdicación de su padre. Esta renuncia fue el inicio de una época de inestabilidad -vivió en Niza, Moncalieri y Módena, hasta que se asentó en Génova junto a su madre y su hermana- y de luto familiar: antes de cumplir 20 años de edad, ya había perdido a sus dos progenitores. 

Superó todos estos obstáculos gracias a la fe católica inquebrantable que tuvo desde niña; no en vano fue consagrada a la Virgen el mismo día de su bautizo. La princesa quería ser monja pero entre su familia, el entorno cortesano y su confesor la empujaron a contraer el matrimonio dinástico que le estaba reservado. El 21 de noviembre de 1832 se casó con el rey Fernando II de las Dos Sicilias.  

A María Cristina le costó aceptar, pero tenía una voluntad férrea. El Rey y ella destinaron parte de la cantidad destinada a los festejos a establecer la dote de otras 240 esposas del reino y a la recuperación de objetos empeñados por gente pobre en los Montes de Piedad. 

Mujer muy piadosa, no tuvo una vida fácil en la corte de Nápoles por razones de salud, mas lo soportó todo gracias a su fe cristiana.

María Cristina tuvo tales virtudes, desde una perspectiva religiosa, que fue querida por todos aquellos que, mientras vivió, la consideraron como una santa. Su pueblo la apodaba la “Reginella Santa”.

No intervino directamente en política, pero tuvo una influencia positiva sobre su marido. Según cuenta un autor tan poco sospechoso de catolicismo y de monarquismo como Benedetto Croce, arrancó a su marido el indulto a muchos condenados a muerte, entre ellos a Cesare Rosaroll, que conspiró para asesinar a Fernando II. 

Semejante bondad –ayudaba sin parar y donó ingentes cantidades de dinero a todo tipo de obras benéficas y culturales- desembocó en una inmensa popularidad. 

Sin embargo, tres años después de su matrimonio seguía sin cumplir con su principal obligación, la de dar un heredero al trono. Por fin en la primavera de 1835 quedó embarazada. El 18 de enero de 1836 nació el Príncipe Francisco, que sería el último Rey de las Dos Sicilias. 

El parto fue complicado y la Reina Maria Cristina sabía que sus días estaban contados. El 31, casi sin fuerzas, llevó al recién nacido ante el Rey y le dijo: “Habrás de responder ante Dios y ante el pueblo; cuando crezca, le explicarás que he muerto por él”. A las pocas horas, expiró. Fue beatificada por el papa Francisco el 25 de enero de 2014. 

jueves, 30 de enero de 2020

Reflexión de hoy

Lecturas


Después de que Natán habló a David, el rey vino a presentarse ante el Señor y dijo: «¿Quién soy yo, mi Dueño y Señor, y quién la casa de mi padre, para que me hayas engrandecido hasta tal punto? Y, por si esto fuera poco a los ojos de mi Dueño y Señor, has hecho también a la casa de tu siervo una promesa para el futuro. ¡Esta es la ley del hombre, Dueño mío y Señor mío!
Constituiste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios.
Ahora, pues, Señor Dios, confirma la palabra que has pronunciado acerca de tu siervo y de tu casa y cumple tu promesa. Tu nombre sea ensalzado por siempre de este modo: “El Señor del universo es el Dios de Israel y la casa de tu siervo David permanezca estable en tu presencia”. Pues tú, Señor del universo, Dios de Israel, has manifestado a tu siervo: “Yo te construiré una casa”. Por eso, tu siervo ha tenido ánimo para dirigirte esta oración. Tú, mi Dueño y Señor, eres Dios. Tus palabras son verdad y has prometido a tu siervo este bien.
Dígnate, pues, bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca para siempre ante ti. Pues tú, mi Dueño y Señor, has hablado, sea bendita la casa de tu siervo para siempre».

En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío: «¿Se trae el candil para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?
No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga la luz.
El que tenga oídos para oír, que oiga».
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

Palabra del Señor.

San Pedro I de Bulgaria


Pedro I fue el hijo de Simeón I de Bulgaria con su segunda esposa. En 913 Pedro pudo haber visitado el palacio imperial de Constantinopla junto con su hermano mayor Miguel. Por razones no especificadas, Simeón había obligado a Miguel a convertirse en monje y había nombrado a Pedro como su sucesor.

Para demostrar que era un digno sucesor de su padre en su hogar y en los ojos de los gobiernos extranjeros, Pedro comenzó su reinado con una ofensiva militar en la Tracia bizantina en 927. Sin embargo, Pedro siguió su rápido éxito en secreto con la negociación de un tratado de paz antes de que el gobierno bizantino tuviera la oportunidad de tomar represalias. El emperador bizantino Romano I Lacapeno aceptó con entusiasmo la propuesta para la paz y arregló un matrimonio diplomático entre su nieta María y el monarca búlgaro. En octubre de 927 Pedro llegó cerca de Constantinopla para encontrarse con Romano y firmar el tratado de paz, se casó con María en la iglesia de Zoödochos Pege. Para significar la nueva era en las relaciones búlgaro-bizantinas, la princesa pasó a llamarse Irene ("paz"). El tratado de 927 representa en realidad el fruto de los éxitos militares de Simeón y las iniciativas diplomáticas, hábilmente continuada por el gobierno de su hijo. 

Los éxitos iníciales del reinado de Pedro fueron seguidos por varios reveses de menor importancia. Alrededor de 930, Pedro se enfrentó a una revuelta liderada por su hermano menor, Iván, que fue derrotado y enviado al exilio en Bizancio. Poco después, el hermano mayor de Pedro, Miguel se escapó de su monasterio y lideró una gran formidable rebelión, que terminó con su prematura muerte. El hermano más joven, Benjamín (también llamado Bojan), fue acusado de ser un hombre lobo y un mago por el obispo italiano Liutprando de Cremona, pero aparentemente no representaba una amenaza para la autoridad de Pedro.

Tal vez aprovechando estos desafíos al gobierno de Pedro, el príncipe serbio Sviatoslav Klonimirovich escapó de la capital búlgara de Preslav en 931 y, con el apoyo tácito bizantino, logró reunir una revuelta serbia contra el dominio búlgaro. La rebelión tuvo éxito, y la parte occidental de Serbia recuperó su independencia. Pedro pudo haber tenido que enfrentar también las incursiones de los magiares, que habían sido derrotados y expulsados a Panonia por su padre en 896. Tal vez después de una derrota inicial, Pedro llegó a un acuerdo con el enemigo, y ahora utilizaba los grupos magiares como sus aliados contra Serbia. 

Pedro I presidió un reinado pacífico y relativamente largo, aunque poco iluminado por fuentes extranjeras o nativas. A pesar de los desafíos que encontró poco después de su ascensión y la situación crítica al final de su vida, con Pedro, Bulgaria parece haber sido próspera y cada vez mejor organizada, con un equipo administrativo señalado por los viajeros extranjeros y confirmados por los numerosos hallazgos de sellos imperiales. Pedro fue particularmente generoso con la Iglesia, a la que dotó abundantemente a lo largo de su reinado. La generosidad del emperador llegó a tal punto que fue visto como un factor de corrupción, incluso por los clérigos ortodoxos, como el presbítero Cosme. Otros optaron por un camino alejado de las tentaciones del mundo secular, sobre todo san Iván de Rila, sin embargo su existencia ascética llamó aún la atención del monarca. El lujo y las tensiones sociales pudieron haber contribuido a la propagación de la herejía del bogomilismo, que Pedro debidamente se comprometió a luchar en su contra, solicitando el asesoramiento de ermitaños famosos e incluso su tío político, el Patriarca de Constantinopla Teofilacto.

Las relaciones con el Imperio Bizantino se agravaron tras la muerte de la esposa de Pedro a mediados de 960. Con la victoria sobre los árabes, el emperador Nicéforo II Focas se negó a pagar el tributo anual a Bulgaria en el año 966, quejándose de la alianza de Bulgaria con los magiares, y llevó a cabo una demostración de fuerza en la frontera con Bulgaria. Disuadido de un ataque directo contra Bulgaria, Nicéforo II envió un mensajero al príncipe de Kiev Sviatoslav Igorevich para organizar un ataque kievano contra Bulgaria desde el norte. Sviatoslav fácilmente puso en marcha una campaña con una gran fuerza (60.000 soldados), y marchó contra los búlgaros en el Danubio y los derrotó en la batalla cerca de Silistra, apoderándose de unas 80 fortalezas búlgaras en 968. Impresionado por el éxito de su aliado y sospechando de sus intenciones reales, el emperador Nicéforo II se apresuró a hacer la paz con Bulgaria y arregló el matrimonio de sus protegidos, los emperadores menores de edad Basilio II y Constantino VIII, con dos princesas búlgaras. Dos de los hijos de Pedro fueron enviados a Constantinopla como negociadores y rehenes de honor. Mientras tanto, Pedro logró obtener el retiro de las fuerzas de Kiev por incitar a los aliados tradicionales de Bulgaria, los pechenegos, para atacar a la misma Kiev.

A pesar de este éxito temporal y la reconciliación con Bizancio, Bulgaria se enfrentó a una nueva invasión de Sviatoslav en 969. Los búlgaros fueron derrotados otra vez, y Pedro sufrió un derrame cerebral, que le llevó a abdicar y convertirse en monje. Pedro era profundamente religioso y un activo constructor de iglesias y fue canonizado poco después de su muerte por la Iglesia ortodoxa búlgara.

Su culto es particularmente vivo en la Iglesia ortodoxa búlgara y también lo consideran santo las Iglesias católicas orientales o greco-católicas.

miércoles, 29 de enero de 2020

Reflexión de hoy

Lecturas


En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán: «Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía?
Desde el día en que hice subir de Egipto a los hijos de Israel hasta hoy, yo no he habitado en casa alguna, sino que he estado peregrinando de acá para allá, bajo una tienda como morada. Durante todo el tiempo que he peregrinado con todos los hijos de Israel, ¿acaso me dirigí a alguno de los jueces a los que encargué pastorear a mi pueblo Israel, diciéndoles: ‘Por qué no me construís una casa de cedro?’”
Pues bien, di a mi siervo David: “Así dice el Señor de universo. Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel.
He estado a tu lado por donde quiera que hayas ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los de la tierra.
Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel.
A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino.
Será él quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.
Yo seré para él padre y él será para mí un hijo. Si obra mal, yo lo castigaré con vara y con golpes de hombres. Pero no apartaré de él mi benevolencia, como la aparté de Saúl, al que alejé de mi presencia. Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre.” ».
Natán traslado a David estas palabras y la visión.

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: «Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron, y no dio grano.
El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó solo, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».
Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Palabra del Señor.

San Gildas “El Sabio”


En la Bretaña Menor (hoy Francia), san Gildas, apellidado “Sabio”, abad, que escribió sobre la ruina de Bretaña, llorando las calamidades de su pueblo, increpando a la maldad de príncipes y clérigos. Fundó el monasterio de Rhuyis, junto al mar, y murió en la isla de Houat.

Se le conoce también por "Badonicus" porque nació en el año que los bretones derrotaron a los sajones en Bath. Era hijo de un noble británico y nació en Gran Bretaña en la orilla del río escocés Clyde. Fue educado por san Iltuto en el monasterio de Glamorganshire. Tuvo como condiscípulos a santos Sansón de Dol, Pablo Aureliano y Leonorio de Dol. Después de hacer sus votos monásticos marchó a Gales, para recibir las lecciones de admirables maestros de la vida religiosa. Fue ordenado sacerdote en el 518 y decidió dedicarse al trabajo misionero, con su predicación atrajo al cristianismo las regiones septemtrionales de Gran Bretaña. 

Poco más tarde, fue llamado por santa Brígida de Kildare a Irlanda, para revitalizar la iglesia local, que después de la muerte de san Patricio, estaba en plena decadencia. Gildas restableció la disciplina en los monasterios y fundó la célebre escuela de Armagh, provocando numerosas conversiones.

Regresó a Inglaterra, junto a dos estudiosos bretones: David y san Cadoc, compuso una "Misa nueva" para las iglesias celtas. Hacia el 527, pasó al continente, a la península armoricana en Bretaña, Francia, y allí, en la isla de Houat, vivió en soledad. Pero su presencia orante, si bien era escondida y silenciosa, fue notada por los pescadores de la zona y la noticia se difundió, tanto que numerosos discípulos se le agregaron. Por esto fundó fundó una la abadía benedictina, en la cerca península de Rhuys, que más tarde se llamó Saint Gildas de Rhuys. Tuvo como discípulo a san Brendano "el Viajero". Después vivió en soledad en una gruta sobre la rivera del río Blavet en las faldas del pico de Castennec, que convirtió en una capilla. Le acompañó a esta vida solitaria otro ermitaño bretón: san Bilco. En este lugar parece que escribió “De Excidio et conquestu Britanniae”, que le procuró el apelativo de "Sabio" y que es la historia más antigua de Inglaterra, que influyó mucho en el alto medioevo con sus citaciones, y en las que atacaba a los gobernantes y a los obispos de los britanos que, corruptos y pecadores, habían consentido en la invasión de Britania y el sometimiento de su pueblo a los anglosajones paganos. También escribió varios cánones de disciplina.

En este lugar, parece que resucitó a santa Trifina, madre de san Trémoro, que había sido asesinado por su marido, el tirano de Conomor. Después recorrió el Cornualles armoricano, siempre predicando, haciendo conversiones y fundando monasterios; más tarde fue llamado por el rey Ainmir, y regresó a Irlanda.

Tras nuevos viajes, se dice que, cuando intuyó que se acercaba su muerte, se hizo embarcar en una nave sin vela con una piedra como cabezal, y que de este modo llegó a Rhuys donde murió. Su tumba se encuentra actualmente en el monasterio de Bourg-Dieu en Châteauroux (Indre) en el interior de la Bretaña francesa. Tiene culto local.

martes, 28 de enero de 2020

Reflexión de hoy

Lecturas


En aquellos días, David fue y trajo con algazara el Arca de Dios de la casa de Obededom a la Ciudad de David.
Cuando los portadores del Arca del Señor avanzaron seis pasos, se sacrificaba un toro y un animal cebado.
David iba danzando ante el Señor con todas sus fuerzas, ceñido de un efod de lino.
Él y toda la casa de Israel iban subiendo el Arca del Señor entre aclamaciones y al son de la trompeta.
Trajeron el Arca del Señor y la instalaron en su lugar, en medio de la tienda que había desplegado David.
David ofreció ante el Señor holocaustos y sacrificios de comunión. Cuando acabó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en el nombre del Señor del universo. Repartió a todo el pueblo, a la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de uvas pasas. Tras lo cual, todo el pueblo se fue, cada cual a su casa.

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

Beato Julián Maunoir


En el lugar de Plévin, de la Bretaña Menor, en Francia, beato Julián Maunoir, presbítero de la Compañía de Jesús, que se entregó por espacio de cuarenta y dos años a las misiones populares por todos los lugares y aldeas de la provincia (1683).Fecha de beatificación: 20 de mayo de 1951 por el Papa Pío XII.

No se puede decir que los católicos de otras naciones ignoran la historia religiosa de Francia en el siglo XVII, pero es indudable que uno de los aspectos menos conocidos de esa historia es el trabajo de los misioneros en el interior del país.

Todo el mundo está al tanto de las actividades de un monsieur Olier, en París, o de un San Vicente en todo el territorio francés; pero son mucho menos conocidas las actividades de un San Juan Eudes en Normandía, de un San Pedro Fourrier en Lorena, de un P. Juan Lejeune en el Limousin, el Languedoc y la Provenza, de un San Juan Francisco de Regis en Velai y Vivarés, y en general de todas las misiones de la Bretaña.

Sin embargo, según opina Henri Brémond, estas últimas fueron las más fructuosas de todas y, ciertamente, las más pintorescas.

Entre los misioneros de la Bretaña se destacan el benedictino Miguel Le Nobletz y el P. Julián Maunoir.

Julián había nacido en la diócesis de Reims en 1606 e ingresó en la Compañía de Jesús, en 1625.

Sin duda que se ha exagerado la impiedad y barbarie de los bretones de aquella época y la negligencia de su clero; pero eso no quita que fuesen ex tremendamente supersticiosos, brutales, turbulentos y al mismo tiempo, muy abiertos al mensaje evangélico. La región que produjo tantos piratas pendencieros fue también la tierra de Armelle Nicolás y de los calvarios barrocos y las estatuas de la Baja Bretaña. Los místicos abrieron el camino a los misioneros. Y el P. Bernard, S. J., y Dom Le Nobletz, atrajeron la atención de Julián Maunoir hacia ese campo y le aconsejaron que aprendiese el idioma bretón. El P. Maunoir llegó a dominarlo en brevísimo tiempo.

Hay ciertas analogías entre la Bretaña católica y las regiones protestantes de Gales y Cornwall. A propósito de las misiones bretonas, Henri Brémond usa la palabra inglesa "revival" (renovación), y hace mención de Bunyan y del "Pilgrim´s Progress". El historiador anglicano de las misiones de Cornwall, el difunto canónigo Gilbert Doble, tituló su corta biografía de Julián Maunoir "El John Wesley de la Bretaña". Es muy instructiva la comparación entre la biografía del P. Maunoir, escrita por Séjourné, y el "Diario" de John Wesley, así como la comparación entre este "Diario" y el del beato Julián Maunoir.

Cuando el P. Maunoir empezó a trabajar en la Bretaña, en 1640, había sólo otros dos misioneros. A su muerte, ocurrida cuarenta y tres años más tarde, había más de mil. Renán habría de quejarse, más tarde, de que sus antepasados habían sido "jesuitizados" y desnacionalizados por los misioneros procedentes de otras regiones de Francia.

La realidad es que hubo apenas un puñado de jesuitas, de los que la mayoría eran bretones, y un fuerte contingente del clero bretón que cooperó con los padres de la Compañía y se sometió espontáneamente a la rigurosa disciplina que les impuso el P. Maunoir. Por lo demás, la técnica del trabajo misional había sido ideada por un bretón no jesuita, Miguel Le Nobletz, a quien se ha llamado "el último de los bardos".

La tarea consistía, ante todo, en la instrucción religiosa; "la predicación emocional", capaz de arrastrar a las multitudes en un momento dado, sólo se empleó como instrumento secundario. Los misioneros se ayudaban en su tarea con imágenes en colores, algunas de las cuales se conservan todavía en la biblioteca de Quimper. Se trataba de ilustraciones de la Pasión, del Padre nuestro, de los pecados capitales, etc., bajo las diferentes alegorías del Caballero Errante, de las Seis Ciudades de Refugio, de Los Tres Árboles... Con esto, se despertaba la imaginación popular y las cualidades poéticas del espíritu humano.

Las imágenes, lo vivencial y el sentido del humor de los comentarios hechos por los misioneros es lo que hacía pensar a Henri Brémond en Bunyan. Pero además, había representaciones con cuadros plásticos vivientes. De ahí se originaron las famosas procesiones en las que se representaba, por ejemplo, la Pasión del Señor. El P. Maunoir predicaba y los actores encarnaban su palabra, en tanto que "los oyentes sollozaban de emoción". Algunos se quejaron de la emotividad de tales actos, pero los obispos bretones apoyaron al misionero.

Otro de los métodos era el empleo de cantos religiosos, de los cuales algunos eran ya tradicionales y otros habían sido compuestos por el mismo P. Maunoir. Probablemente sólo nos ha quedado uno, tal como él lo escribió, y debe confesarse que en la traducción del bretón al francés, pierde mucho de su gracia original. Lo cierto es que Julián tenía el don de versificar con gran sentimiento y que los cánticos religiosos constituían un factor importante en las misiones bretonas.

Al empleo del idioma local se añadía la devoción a los santos bretones de la antigüedad. La región de Sto. Corentin, en la diócesis de Quimper, fue el campo predilecto del P. Maunoir.

Como la leyenda de los santos celtas está llena de milagros -algunos de ellos conmovedores, otros fantásticos y aun poco edificantes entre los realmente convincentes-, así la evangelización llevada a cabo por Julián, fue apoyada por numerosos milagros y prodigios. El P. Boschet, S. J., que escribió la primera biografía del beato en 1697, había estudiado una narración de sus milagros; su comentario fue el siguiente: "Me parecieron tan extraordinarios que no pude por menos que sospechar que el autor había exagerado la realidad para glorificar al siervo de Dios". Sin embargo, después de haber hecho investigaciones de tenidas, el escepticismo del P. Boschet disminuyó mucho. ¿Por qué sorprenderse de que la renovación del Cristianismo en Bretaña haya sido confirmada con milagros semejantes a los que acompañaron su introducción en el mundo? (Desde el punto de vista humano, el P. Maunoir no era especialmente inteligente y tenía cierta tendencia a la credulidad; pero era, a la vez, un verdadero jefe que se hacía obedecer, un organizador de primera talla y un hombre de gran visión. Buena parte del éxito de sus misiones se debe a que las dirigió tanto a los pastores, como a las ovejas. El puntero para comentar las imágenes, se convirtió en el arma distintiva de sus misioneros y en un símbolo del dedo que señalaba el camino.

Durante los Ejercicios Espirituales que precedieron a su ordenación, Julián de Maunoir escribió, acabando de comulgar: "Sentí un celo extraordinario por la salvación de las almas y un gran deseo de trabajar por ellas con todos los medios posibles. La voz del Señor repetía en mi corazón: ´Yo trabajé, lloré, sufrí y morí por ellas´." Estas palabras resumen la vida de Julián. Después de su muerte, ocurrida en Plévin de Cournouaille, el 28 de enero de 1683, los peregrinos acudieron en masa a besar aquellos pies que habían viajado por toda la Bretaña y llevaron hasta sus últimos rincones el mensaje evangélico.

lunes, 27 de enero de 2020

Reflexión de hoy

Lecturas


En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón y le dijeron:
«Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: “Tú pastorearas a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”».
Los ancianos de Israel vinieron al rey en Hebrón. El rey hizo una alanza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.
David tenía treinta años cuando comenzó a reinar. Y reinó cuarenta años; siete años y seis meses sobre Judá en Hebrón, y treinta y tres años en Jerusalén sobre todo Israel y Judá.
David se dirigió con sus hombres a Jerusalén contra los jebuseos que habitaban en el país. Estos dijeron a David: «No entrarás aquí, pues te rechazarán hasta los ciegos y los cojos».
Era como decir: David no entrará aquí. Pero David tomó la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David.
David iba engrandeciéndose, pues el Señor, Dios del universo, estaba con él.

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Beato Pablo José Nardini


En Pirmasens, Alemania, beato Pablo José Nardini, presbítero y fundador (1862).Fecha de beatificación: 22 de octubre de 2006 por el Papa Benedicto XVI.

Nació el 25 de julio de 1822 en Germersheim, una aldea situada a la ribera del Rhin, de Margarita Lichtenberger y de padre desconocido, por lo que fue bautizado con el apellido de su madre, la cual, dado que no tenía trabajo y por tanto no podía mantenerlo, se lo dio en adopción a su tía, María Bárbara, y a su marido, Anton Nardini, de origen italiano. Estos esposos lo amaban como si fuera su propio hijo y le impartieron una buena educación en todos los aspectos.

Pablo José, aunque siempre amó mucho a sus padres adoptivos, no olvidó nunca a su madre natural; cuando fue nombrado párroco de Pirmasens, se la llevó para que viviera con él en la casa parroquial.

Desde pequeño fue muy aplicado en sus estudios; se distinguió entre sus compañeros por su extraordinaria diligencia y los excelentes resultados que obtenía.

Terminados sus estudios de secundaria, vio cada vez más claramente que tenía vocación al sacerdocio. Por eso, solicitó al obispo mons. Johannes von Geissel que le permitiera ingresar en el seminario de Espira, donde, desde 1841 hasta 1843, estudió filosofía. Concluidos los estudios de filosofía, el obispo mons. Nikolaus von Weis lo envió a estudiar la teología en la universidad de Munich, en la que el 25 de julio de 1846 consiguió el título de doctorado "summa cum laude".

El 5 de junio de 1846, recibió las órdenes menores de manos de mons. Carlo Luigi Morichini, arzobispo titular de Nisibis, y al día siguiente, el subdiaconado. Luego, de nuevo en Espira, tras concluir sus estudios, el 11 de agosto del mismo año fue ordenado diácono en la iglesia del seminario. Y, por último, el 22 de ese mes, fue ordenado sacerdote en la catedral de Espira.

En los primeros años, desempeñó su ministerio sacerdotal como vicario parroquial en Frankenthal, prefecto del colegio diocesano y rector de la parroquia de Geinsheim. El 17 de febrero de 1851 le encomendaron la difícil parroquia de Pirmasens, situada en una zona muy pobre, donde hasta su muerte, gracias a sus dotes humanas y morales extraordinarias, dio un espléndido testimonio de santidad. Es digno de destacar el hecho de que, animado por un gran celo, en junio de 1853 llamó a las religiosas del Santísimo Redentor de Niederborn para que se encargaran de la educación de los niños.

A estas religiosas les encomendó también que prestaran asistencia asidua a los enfermos, sin distinción de clases sociales o de religión. Sin embargo, el trabajo que debían realizar superaba sus escasas fuerzas; por ello, se enfermaron todas y tuvieron que volver a su casa. El padre Nardini las sustituyó con cuatro mujeres jóvenes de la Tercera Orden Franciscana, con las cuales fundó, el 2 de marzo de 1855, la congregación religiosa de las "Franciscanas Pobres", nombre que después se cambió por el de "Franciscanas Pobres de la Sagrada Familia".

A su muerte, acaecida el 27 de enero de 1862, la Congregación contaba ya con 220 religiosas y con treinta y cinco casas. En 1869 la sede central de la congregación se trasladó de Pirmasens a Mallersdorf, en Baviera.

Sus restos mortales descansan en la capilla de la casa de la Congregación en Pirmasens.