sábado, 13 de junio de 2020

Santos Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The


En Hué, en Annam, santos Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The, mártires, los cuales, llevados primero por el miedo, profanaron la Cruz, pero arrepentidos de inmediato, solicitaron del emperador Minh Mang ser juzgados de nuevo como cristianos, y fueron heridos mortalmente y arrojados al mar, aún vivos, desde una nave.

El gobernador de Tonkin occidental había tenido una política de tolerancia con el cristianismo, y había permitido incluso que se enrolaran en el ejército. Pero en 1838 Agustín viajó a la corte del emperador Minh-Manh, del que volvió con la advertencia que no tuviera tolerancia con los cristianos. Y empezó depurando el ejército. Mandó que todos los cristianos del ejército apostatasen o se sometieran al castigo de la ley. Todos apostataron menos tres: Agustín Phan Viet, Nicolás Bui Viet The y Domingo Dinh Dat. 

Los tres jóvenes fueron sometidos a toda clase de torturas que no consiguieron nada, recurrieron entonces a drogarlos, y una vez drogados pisaron la cruz, por lo que fueron declarados apóstatas y dejados en libertad y se les entregó un dinero para que volvieran a su pueblo. Pero cuando se dieron cuenta de lo sucedido regresaron a decirle al gobernador que aquella acción no servía para nada, ya que sus sentimientos y su fe, seguía siendo cristiana. El gobernador irritado los volvió a torturar y luego los envió a su pueblo insistiendo a las autoridades locales que los tuvieran como apóstatas y no les permitieran volver demostrando arrepentimiento. 

Pensaron ir a Hué, la capital del imperio a ver al emperador, presentar un memorial, y pedir que se les juzgara según la ley del país, lo que significaba el martirio. No pudo ir Domingo con sus compañeros porque sus padres lo retuvieron, pero Agustín y Nicolás se marcharon. El emperador les hizo elegir entre apostatar o no, y ellos eligieron permanecer en la fe. Llevados en un barco en alta mar, fueron ambos cortados por la mitad y arrojados sus cuerpos al mar para que no pudieran venerarlos los cristianos. Fueron canonizados el 19 de junio de 1988 por Juan Pablo II.

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