martes, 9 de junio de 2020

San Columba de Iona


En la isla de Iona, en Escocia, san Columba o Colum Cille, presbítero y abad, que, natural de Hibernia, e instruido en los preceptos monásticos, en su patria y finalmente en Iona fundó monasterios célebres por la observancia y por el cultivo de las letras, y ya anciano, esperando el supremo día, al pie del altar reposó en el Señor.

Es el mayor y más popular de los santos escoceses; nació en Garton, en el condado de Donegal o Tyrconnel, quizás en el seno de una familia de príncipes; ingresó muy niño en los monasterios de Moville y Clonard o Cluainiraid, bajo la dirección de san Finiano. Abrazó la vida monástica en Glasnevin, fue ordenado presbítero en el 546; al parecer vivió quince años en Irlanda, predicando y fundando numerosos monasterios, entre ellos los de Derry y Durrow (550). Compuso una regla que implantó en los cientos de monasterios que había fundado en Irlanda y Escocia tomado principalmente de las antiguas instituciones monásticas. 

Se cuenta que era abad de un monasterio cuando el rey Diarmaid, no respetando el derecho de asilo hizo matar a un príncipe que Columba había protegido. El abad declaró la guerra al rey, movilizando a monjes y pueblo, venciéndolo con un saldo de 3.000 muertos. Un concilio lo excomulgó, y él se sometió a la penitencia. Hacia el 563, ya famoso por su piedad y su saber, marchó para evangelizar a los pictos paganos de Escocia, "queriendo, -dice su primer biógrafo-, ser un peregrino de Cristo". En unión de 12 discípulos recorrió las tierras escocesas y fundó el gran monasterio de Iona (Escocia), en la isla de I o Hy, en el archipiélago de las Hébridas, y que será el centro más importante de la historia cristiana de aquellas regiones. 

Desde Iona -que servirá también de panteón de los reyes escoceses- su influencia se extendió por toda la Caledonia; ponía paz entre los enemigos, enseñaba a roturar las tierras, llevaba consigo la civilización y la fe, y durante más de 30 años fue, junto con san Constantino, el gran apóstol de los pictos, de los scotos y de los anglos del norte. Se hablaba de él como alguien "cuyo rostro irradiaba dicha interior", alegre, bondadoso y caritativo, y el pueblo le atribuyó dotes de profeta y taumaturgo. "El tenía una figura angélica, -escribe san Adamnan, su sucesor-, era de una naturaleza excepcional. Brillante en sus palabras, santo en sus acciones, grande en sus consejos". Tuvo tanta autoridad que ni el rey ni el pueblo hacían nada sin su consentimiento. Cuando el rey Aedhan sucedió a su primo Conall en el trono de Escocia en el 574, recibió la insignia real de san Columba. 

San Columba murió en Iona en un intento de copiar el Salterio, llegando al versículo que dice "Aquellos que buscan al Señor no les faltará ningún bien". Terminado el versículo, dijo: "yo me paro aquí. Otro escribirá el resto", entró en la iglesia y rodeado de sus monjes, murió; tras haber merecido por sus conquistas espirituales el sobrenombre de "soldado de la isla". Fue el primero que rezó maitines a medianoche. Su cuerpo fue enterrado en la isla de Hy, pero algunos años después se trasladó a Down en Ulter y fue depositado en un baúl con los restos de san Patricio y santa Brígida.  

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