martes, 27 de diciembre de 2016

Santa Fabiola

Distinguida matrona romana; murió el 27 de diciembre de 399 ó 400. Ella fue una del grupo de mujeres nobles romanas que, bajo la influencia de San Jerónimo, dejaron todos los placeres terrenales y se dedicaron a la práctica del ascetismo cristiano y a las obras de caridad.

En el tiempo de la estancia de San Jerónimo en Roma (382-84), Fabiola no era miembro del círculo ascético que se reunía en torno a él. No fue hasta una fecha posterior que, a raíz de la muerte de su segundo cónyuge, tomó el paso decisivo de entrar a una vida de renuncia y trabajo para los demás.

Fabiola pertenecía a la familia patricia romana de los Fabia. Estuvo casada con un hombre tan vicioso que resultaba imposible vivir con él. Obtuvo el divorcio de él de acuerdo al derecho romano, y, en contra de las ordenanzas de la Iglesia, entró a una segunda unión antes de la primera de su primer marido. El día antes de Pascua, luego de la muerte de su segundo marido, se apareció ante las puertas de la Basílica de Letrán, vestida con una túnica penitencial, e hizo penitencia pública por su pecado, un acto que causó gran impresión a la población cristiana de Roma. El Papa la recibió formalmente de nuevo a la completa comunión con la Iglesia.

Fabiola renunció a todo lo que el mundo tenía para ofrecerle, y dedicó sus inmensas riquezas a las necesidades de los pobres y enfermos. Construyó un gran hospital en Roma, y atendía a los pacientes ella misma, sin siquiera esquivar a aquellos afligidos con heridas y llagas repulsivas. Además de esto, daba grandes sumas a las iglesias y a las comunidades religiosas en Roma, y en otros lugares en Italia. Todos sus intereses se centraban en las necesidades de la Iglesia y el cuidado de los pobres y de los que sufren. En el 395, fue a Belén, donde vivió en el hospicio del convento dirigido por Paula y, bajo la dirección de San Jerónimo, se dedicó con el mayor celo al estudio y la contemplación de las Escrituras y a los ejercicios ascéticos.

Una incursión de los hunos en las provincias orientales del imperio, y una disputa que estalló entre San Jerónimo y el obispo Juan de Jerusalén, respecto a las enseñanzas de Orígenes, le hicieron desagradable su estancia en Belén y regresó a Roma. Sin embargo, se mantuvo en correspondencia con San Jerónimo, quien, a petición de ella, escribió un tratado sobre el sacerdocio de Aarón y las vestimentas sacerdotales. En Roma, Fabiola se unió con el ex senador Pammaquio para llevar a cabo grandes obras de caridad; juntos construyeron en Porto un gran hospicio para los peregrinos que venían a Roma. Fabiola también continuó con sus obras personales usuales en ayuda de los pobres y enfermos hasta su muerte. Su funeral fue una maravillosa manifestación de gratitud y veneración con la que fue recompensada por el pueblo romano. San Jerónimo escribió una memoria laudatoria de Fabiola en una carta a su pariente Océano.

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