domingo, 25 de abril de 2010

Homilía


EL IMAN DEL PODER

Israel fue desde siempre un pueblo de pastores fijos o nómadas y de agricultores, pero prevalecía su predilección por el pastoreo.
La imagen del buen pastor estaba profundamente enraizada en el trabajo y en el corazón de la gente. Los profetas la utilizan a menudo para hablar del corazón de Yahvé, que cuida con mimo a su pueblo, a su rebaño, guiándolo y conduciéndolo por buenos pastos y asegurándolo de las asechanzas de sus enemigos.
Por eso, el buen pastor era considerado y admirado por los suyos como un pequeño héroe.

Jesús se define a sí mismo como el BUEN PASTOR, que cuida, guía y protege a su rebaño con el poder que da su autoridad...

Los poderes de este mundo

La palabra “poder” ha sido muy desvirtuada en el lenguaje actual.

Los poderes democráticos emanan de la voluntad del pueblo, que elige a los candidatos por los que quiere ser gobernado, pero ignoran cómo se van a comportar en la realidad.

No existen garantías que avalen la elección, puesto que en las mismas campañas de las candidaturas abundan las trampas, trapicheos y actitudes farisaicas de quienes se presentan como servidores del pueblo, aunque muchos persiguen otros oscuros intereses. Cuando un gobernante se sirve del poder otorgado por el pueblo para crecer económicamente y sojuzgar despóticamente en lugar de servir, traiciona su voluntad y se adentra en un desprestigio profundo de la institución a la que pertenece. Siembra así desconfianzas que son difíciles de atajar a sus sucesores.

Los poderes dictatoriales vienen impuestos por la fuerza y se mantienen merced al chantaje, la violencia y el miedo, alimentado por un núcleo de servidores bien pagados que manipulan y acomodan los intereses del pueblo a “padrinazgos benefactores”. El tirano es como un “dios”, sin el cual no se puede vivir, y sus efigies aparecen en todas las esquinas para recordar su influencia.

Hoy, el poder descansa más en los grupos económicos que en los gobernantes elegidos por el pueblo, y lo ejercen con la idea de que el mercado es la felicidad. Y nos terminan convenciendo mediante sofisticados mensajes de propaganda.

El poder de Jesús

“No ha de ser así entre vosotros”- decía Jesús. El que tiene el poder es el primero que debe dar ejemplo en el servicio, buscando el bien común y no sus propios intereses, defendiendo la realización plena de las personas y sacrificándose, si fuese necesario en beneficio de los más indefensos y necesitados.,

Frente a este poder mediático, van surgiendo grupos de protesta que intentan canalizar la opinión pública de otras maneras, de modo que el hombre mismo sea el sujeto de su libre albedrío en contra de proyectos que están destrozando sus vidas Muchas ONGS trabajan en este sentido.

El poder de Jesús emana de su autoridad. “habla como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos”, decía la gente. Y su autoridad parte de haber renunciado a todo poder y entregarse con amor al servicio y a la valoración de la dignidad humana.
Por eso su voz llega al corazón y provoca adhesiones en su rebaño, que lo identifica como su PASTOR SUPREMO.

El “nuevo Pueblo de Dios”

Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan la fidelidad de Dios a su pueblo, al rebaño que El se había escogido. Eran los primeros destinatarios del mensaje de Jesús y posteriormente de los Apóstoles, pero buena parte de los judíos cerraron sus oídos al anuncio del evangelio y éste es anunciado a los gentiles, que lo reciben con regocijo.
Ha comenzado la expansión del cristianismo y el cumplimiento de la profecía de Isaías y el mandato de Jesús: “Id por todo el mundo”.

Surgirá otro nuevo rebaño,”la Iglesia”, el “nuevo Pueblo de Dios”, que mantendrá viva la presencia del Resucitado hasta los confines de la tierra.

Desde entonces millones de creyentes se ponen en marcha haciendo “el camino” - unos a Jerusalén, otros a Roma, otros a Santiago...

“El camino” se hace siempre desde el momento en que uno se pone en marcha al encuentro del Señor, interiorizando su fe y compartiendo su tenacidad, esfuerzo y amor fraterno con otros, que también afrontan el duro peregrinaje.
En este Año Santo Compostelano, bueno será que revisemos nuestra fe a la luz de la Palabra de Dios y convirtamos a Dios en el eje motriz de nuestras vidas.
Estamos tan sacudidos por el materialismo, los mensajes mediáticos, politiqueos interesados, cultos al cuerpo y múltiples condicionantes que nos esclavizan, que dejamos de lado la necesidad principal. Sabemos de todo y no sabemos nada, porque los mensajes auténticos nos rebotan. Preferimos evadirnos a encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con los demás.

Necesitamos abrirnos al Camino, a la escucha de la voz del Pastor y al refugio de su redil para darnos cuenta que existen mejores horizontes que los auspiciados por los palabreros modernos de la demagogia y la mentira, que proliferan como chinches en el inmenso mercado de la desvergüenza y la desfachatez.

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