viernes, 9 de abril de 2010

San Juan Evangelista (1ª Parte de 6)

JUAN, EL DISCIPULO AMADO
(1ª Parte de 6)

Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdalena.
Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.

Juan, "el discípulo amado", autor del Cuarto Evangelio, tres Cartas, y el Apocalipsis. Pescador de Betsaida, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago, discípulo del Bautista y apodado "hijo del trueno", participó con Pedro y Santiago de los episodios más significativos de la vida de Jesús, y en la Última Cena recostó su cabeza en el pecho del Señor (por ello es llamado en griego "Epistehios": el que está sobre el pecho). Estuvo con María "junto a la cruz" (Jn. 19, 25-27), y fue testigo junto a Pedro del sepulcro vacío: "vio y creyó" (Jn. 20, 8). Los Hechos lo nombran nuevamente junto a Pedro, y San Pablo lo menciona entre las "columnas de la Iglesia" (Gal. 2, 9). Es llamado "el Teólogo" por la profundidad de su Evangelio, que difiere en no pocos aspectos de los sinópticos.



OTRA BIOGRAFIA DE SAN JUAN EVANGELISTA

El Santo Apóstol y evangelista Juan el Teólogo fue hijo de Zebedeo y Salomé, la hija de José el Prometido (José el Prometido tenía cuatro hijos, Jacobo, Josías, Judas y Simeón; y tres hijas, Ester, Marta y la mencionada Salomé. Por lo tanto, el Señor era también tío de Juan.). También Juan se alejó de las redes de pescador para predicar el evangelio cuando nuestro Señor Jesucristo, andando a orillas del mar de Galilea, escogió a sus Apóstoles entre los pescadores. Después de haber llamado a los hermanos Pedro y Andrés, el Señor se fijó en otros dos hermanos, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, quienes estaban remendando sus redes en un bote junto a su padre, y entonces los llamó también. Estos abandonaron inmediatamente su bote y a su padre y se fueron tras Jesús.

En el mismo instante en que fue llamado, el Señor le puso a Juan el nombre de "hijo del Trueno," debido a que su teología se escucharía como el trueno por todo el mundo y llenaría la tierra entera. Juan siguió al bendito Maestro, aprendiendo la sabiduría que salía de sus labios; y fue muy querido por Cristo, su Señor, por su total falta de falsedad y su pureza inmaculada. Juan fue honrado por el Señor como el más justo de los doce Apóstoles y fue uno de los tres discípulos más vinculados a Cristo, quien le reveló muchas veces sus divinos misterios. Así, cuando el Señor fue a resucitar a la hija de Jairo, no permitió que nadie lo acompañara, salvo Pedro, Jacobo y Juan. Tampoco Juan estuvo ausente cuando el Señor oró en el jardín, porque este dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo" (Mateo 26:36-37); o sea, a Jacobo y a Juan. Asimismo, cuando él deseó mostrar la gloria de su divinidad en el monte Tabor, llevó también sólo a Pedro, Jacobo y Juan.

Como discípulo querido del Maestro, Juan nunca se separó de Cristo. El gran amor de Cristo se hace evidente en el hecho que Juan descansó su cabeza sobre el pecho de Aquél. Porque en la mística cena, cuando el Señor dijo que iba a ser traicionado y los discípulos se miraban unos a otros con perplejidad, preguntándose de quién hablaba él, Juan puso su cabeza en el pecho de su querido Maestro, como él mismo relata en su evangelio: "Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. A este, pues, Simón Pedro hizo señas para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. El entonces, recostádo cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?" (Juan 13:23-25). El Señor amaba tanto a Juan que sólo éste podía poner sin temor su cabeza en el pecho de El y preguntarle abiertamente sobre este secreto. Juan también le expresaba un amor reciproco a su amado Maestro, más intenso que el de los demás Apóstoles; porque en el momento del sufrimiento voluntario de Cristo, todos le dieron la espalda, olvidando a su Pastor. Solamente él presenció todos los tormentos de Cristo, sufriendo con el en su corazón, llorando y lamentándose junto a la purísima Virgen María madre del Señor. Ellos permanecieron al lado del Hijo de Dios que sufrió por nosotros, hasta que murió en la cruz; por tal razón, el Señor lo entregó como hijo a la purísima Virgen María. "Cuando vio Jesús a Su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en si casa" (Juan 19:26-27). Y él la miró como a su propia madre y le sirvió con mucho respeto.

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