La ciudad de Málaga, desde su adscripción al cristianismo tras conquistar la ciudad los Reyes Católicos, adoptó como patronos a los Santos Ciriaco y Paula, alegando que estos antiguos mártires habían padecido martirio en dicha ciudad.
El origen más inmediato de esta adscripción de estos santos a Málaga es el Martirologio de Usuardo. No hay que olvidar que este monje hace un viaje a España el año 858 y anota cuidadosamente las memorias de los mártires y demás santos que se celebraban en España junto con las fechas y los sitios de la celebración. Por ello no puede caber duda de que en el siglo IX, en la cristiandad mozárabe, se celebraba la fiesta de los Santos Ciriaco y Paula como mártires de Málaga. Hay que decir que consta que para entonces aún subsistía el obispado malagueño, que no se extinguiría sino siglos más tarde, seguramente en la invasión almohade del siglo XII.
La anotación de Usuardo es la siguiente: «En España, en la ciudad de Málaga, los santos mártires Siriaco (sic) y Paula, virgen, los cuales, luego de padecidos muchos tormentos, apedreados, entregaron sus almas al cielo entre las piedras».
Otros martirologios no concuerdan con el de Usuardo. Así el Martirologio Jeronimiano en el día 20 de junio, no el 18, pone en la ciudad de Thomis el martirio de los Santos Paulo Ciriaco y Paula. Por su parte Racemundo, en su calendario (siglo X), dice que en Córdoba se celebraba la fiesta de los Santos Ciriaco y Paula, martirizados en la ciudad de Cartagena. Una versión distinta nos ofrece un legendario del siglo X del monasterio de San Pedro de Cardeña, donde la pasión de estos mártires se sitúa en la localidad africana de Tremeta, en la persecución de Diocleciano, y ello en medio del texto de unas actas.
El Martirologio Romano ofrece este elogio: «En Málaga de España, los santos mártires Ciriaco y Paula, virgen, que fueron apedreados y entre las piedras dieron sus almas al cielo. Es claro que este elogio está tomado del de Usuardo y a él en efecto remite Baronio en las notas al santoral de este día 18.
Puesta la toma de Málaga bajo la protección de estos santos, los Reyes Católicos no dudaron de haber experimentado su patrocinio al poder conquistarla, y así acudieron al papa Inocencio VIII que, feliz de la recuperación de la ciudad y de la restauración de su obispado, no tuvo inconveniente en acceder al piadoso deseo de los monarcas de que se les tuviera por protectores de la ciudad.
El origen más inmediato de esta adscripción de estos santos a Málaga es el Martirologio de Usuardo. No hay que olvidar que este monje hace un viaje a España el año 858 y anota cuidadosamente las memorias de los mártires y demás santos que se celebraban en España junto con las fechas y los sitios de la celebración. Por ello no puede caber duda de que en el siglo IX, en la cristiandad mozárabe, se celebraba la fiesta de los Santos Ciriaco y Paula como mártires de Málaga. Hay que decir que consta que para entonces aún subsistía el obispado malagueño, que no se extinguiría sino siglos más tarde, seguramente en la invasión almohade del siglo XII.
La anotación de Usuardo es la siguiente: «En España, en la ciudad de Málaga, los santos mártires Siriaco (sic) y Paula, virgen, los cuales, luego de padecidos muchos tormentos, apedreados, entregaron sus almas al cielo entre las piedras».
Otros martirologios no concuerdan con el de Usuardo. Así el Martirologio Jeronimiano en el día 20 de junio, no el 18, pone en la ciudad de Thomis el martirio de los Santos Paulo Ciriaco y Paula. Por su parte Racemundo, en su calendario (siglo X), dice que en Córdoba se celebraba la fiesta de los Santos Ciriaco y Paula, martirizados en la ciudad de Cartagena. Una versión distinta nos ofrece un legendario del siglo X del monasterio de San Pedro de Cardeña, donde la pasión de estos mártires se sitúa en la localidad africana de Tremeta, en la persecución de Diocleciano, y ello en medio del texto de unas actas.
El Martirologio Romano ofrece este elogio: «En Málaga de España, los santos mártires Ciriaco y Paula, virgen, que fueron apedreados y entre las piedras dieron sus almas al cielo. Es claro que este elogio está tomado del de Usuardo y a él en efecto remite Baronio en las notas al santoral de este día 18.
Puesta la toma de Málaga bajo la protección de estos santos, los Reyes Católicos no dudaron de haber experimentado su patrocinio al poder conquistarla, y así acudieron al papa Inocencio VIII que, feliz de la recuperación de la ciudad y de la restauración de su obispado, no tuvo inconveniente en acceder al piadoso deseo de los monarcas de que se les tuviera por protectores de la ciudad.
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