El beato Andrés Jacinto Longhin, obispo de Treviso, nació en Fiumicello de Campodarego (Padua), hijo de humilde familia de campesinos, el 22 de noviembre de 1863; fue bautizado al día siguiente con los nombres de Jacinto y Buenaventura. Terminados los estudios primarios, a los 16 años decidió hacerse capuchino y hubo de luchar con su padre, que no quería privarse para las faenas del campo del único hijo que tenía. Venció Jacinto, vistiendo el hábito capuchino en Bassano del Grappa (Vicenza) el 27 de agosto de 1879, con el nombre de fray Andrés. Cursó los estudios de filosofía en el convento de Padua y allí emitió la profesión solemne el 4 de octubre de 1883; los estudios de teología los realizó en Venecia, donde fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1886.
En 1888 era director espiritual y profesor en el seminario capuchino de Udine, en 1889 director espiritual y profesor en el colegio de filosofía de los capuchinos en Padua, y en 1891 de los teólogos en Venecia. El 18 de abril de 1902 fue elegido ministro provincial de los capuchinos vénetos.
El 16 de abril de 1904 san Pío X lo nombró obispo de su diócesis natal de Treviso, congratulándose por «haber elegido una de las flores más bellas de la Orden capuchina» para su propia diócesis. Así lo calificaba el 12 de agosto de 1907: «Es uno de mis hijos primogénitos, que he regalado a la diócesis predilecta, y exulto cada vez que me cuentan alabanzas de él, que es verdaderamente santo, docto, un obispo de los tiempos antiguos que dejará en la diócesis una impronta indeleble de su celo apostólico». Consagrado obispo en Roma el 17 de abril de 1904, tomó posesión de Treviso el 16 de agosto, decidido a ser el buen pastor, no ahorrando «ni fatigas ni sacrificios, dispuesto a dar» por su iglesia toda su «sangre y la vida entera». Por espacio de 32 años fue «el buen pastor de la Iglesia de Treviso», viviendo la austeridad y pobreza capuchina.
El anuncio de la palabra fue uno de sus ministerios preferidos. Siguiendo el ejemplo de san Pío X, se destacó por el celo apostólico en la enseñanza del catecismo a los niños, en la creación de círculos de asociaciones juveniles y de adultos, certámenes culturales, jornadas de estudio, escuelas de catequesis, dos congresos diocesanos de catequesis, uno en 1922 y otro en 1932. Fue considerado como «el obispo del catecismo». Amaba y acompañaba como padre a sus sacerdotes, con atenciones muy especiales desde el seminario; predicaba retiros mensuales y ejercicios espirituales, siguiéndoles en las 213 parroquias, a las que hizo tres visitas pastorales, iniciadas en 1905, 1912 y 1926; organizó un sínodo diocesano en 1911, que fue alabado como obra maestra de orden y precisión, muy apreciado por san Pío X. Acompañó espiritualmente a santa María Bertila Boscardin, a los siervos de Dios José Toniolo, Guido Negri, madre Oliva Bonaldo. Mantuvo estrecha amistad con el capuchino san Leopoldo Mandic, con san Pío X, documentada ésta por copiosa correspondencia y por la propia manifestación del Papa: «Nos... que fuimos parte tan importante de su dulcísimo corazón».
Fue guía de laicos, especialmente de movimientos juveniles, convencido, como insistió en el testamento, de que «es de santos de lo que tienen necesidad las familias, las parroquias, la patria, el mundo». En abril de 1914 declaró sagrado «el derecho de los obreros a organizarse... en sindicatos para su promoción económica y moral». En 1920 defendió las Leyes Blancas, movimiento sindical de inspiración cristiana, mostrándose como el obispo de los pobres, de los obreros, de los campesinos. En 1920 fundó en Treviso el colegio diocesano «Pío X» para garantizar una formación cristiana a los jóvenes.
Afrontó valerosamente, no desertando de su puesto y responsabilidad, la prueba de la guerra mundial de 1914-1918, alentando y estando cerca de civiles, prófugos, soldados, heridos, sacerdotes. El 27 de abril de 1917 hizo el voto de levantar un templo en honor de la Virgen Auxiliadora. Llamado «el obispo del Piave y del Montello», condecorado con la cruz al mérito de guerra, terminada ésta, recorrió la diócesis para animar en la reconstrucción de las 47 iglesias destruidas, en la pacificación de los espíritus, en el nuevo despertar de la vida cristiana, interviniendo intrépidamente para salvar a sus fieles de ideologías anticristianas y subversivas. Los obispos del Véneto lo consideraban como su «Patriarca de campaña», consejero, teólogo distinguido, apóstol incansable.
Pío XI, en octubre de 1923, reconoció los «grandes servicios» prestados por monseñor Longhin: «Ha trabajado tanto por la Iglesia». Fue administrador apostólico de la diócesis de Padua en 1923, visitador y administrador apostólico de la diócesis de Udine en 1927-1928. El 4 de octubre de 1928 fue nombrado arzobispo titular de Patrasso. En 1929, con ocasión del 25 aniversario de episcopado, el siervo de Dios cardenal Pedro Lafontaine escribió: «Admiro en él, con agrado y edificación, una estampa del Buen Pastor, copia muy parecida al original».
Resentido por sus achaques, el 3 de octubre de 1935 comenzó a recorrer su calvario con nueve meses de sufrimiento, celebrando misa hasta el 4 de febrero de 1936. Murió el viernes 26 de junio de 1936. Fueron imponentes los funerales, celebrados el 30 de junio, con el comentario general: «Era realmente un santo». El 5 de noviembre de 1936 fue enterrado en al catedral de Treviso. En el reconocimiento verificado los días 12-22 de noviembre de 1984 se encontró el cuerpo «entero, con las zonas blandas en buena parte momificadas». Lo beatificó Juan Pablo II el 20 de octubre de 2002.
En 1888 era director espiritual y profesor en el seminario capuchino de Udine, en 1889 director espiritual y profesor en el colegio de filosofía de los capuchinos en Padua, y en 1891 de los teólogos en Venecia. El 18 de abril de 1902 fue elegido ministro provincial de los capuchinos vénetos.
El 16 de abril de 1904 san Pío X lo nombró obispo de su diócesis natal de Treviso, congratulándose por «haber elegido una de las flores más bellas de la Orden capuchina» para su propia diócesis. Así lo calificaba el 12 de agosto de 1907: «Es uno de mis hijos primogénitos, que he regalado a la diócesis predilecta, y exulto cada vez que me cuentan alabanzas de él, que es verdaderamente santo, docto, un obispo de los tiempos antiguos que dejará en la diócesis una impronta indeleble de su celo apostólico». Consagrado obispo en Roma el 17 de abril de 1904, tomó posesión de Treviso el 16 de agosto, decidido a ser el buen pastor, no ahorrando «ni fatigas ni sacrificios, dispuesto a dar» por su iglesia toda su «sangre y la vida entera». Por espacio de 32 años fue «el buen pastor de la Iglesia de Treviso», viviendo la austeridad y pobreza capuchina.
El anuncio de la palabra fue uno de sus ministerios preferidos. Siguiendo el ejemplo de san Pío X, se destacó por el celo apostólico en la enseñanza del catecismo a los niños, en la creación de círculos de asociaciones juveniles y de adultos, certámenes culturales, jornadas de estudio, escuelas de catequesis, dos congresos diocesanos de catequesis, uno en 1922 y otro en 1932. Fue considerado como «el obispo del catecismo». Amaba y acompañaba como padre a sus sacerdotes, con atenciones muy especiales desde el seminario; predicaba retiros mensuales y ejercicios espirituales, siguiéndoles en las 213 parroquias, a las que hizo tres visitas pastorales, iniciadas en 1905, 1912 y 1926; organizó un sínodo diocesano en 1911, que fue alabado como obra maestra de orden y precisión, muy apreciado por san Pío X. Acompañó espiritualmente a santa María Bertila Boscardin, a los siervos de Dios José Toniolo, Guido Negri, madre Oliva Bonaldo. Mantuvo estrecha amistad con el capuchino san Leopoldo Mandic, con san Pío X, documentada ésta por copiosa correspondencia y por la propia manifestación del Papa: «Nos... que fuimos parte tan importante de su dulcísimo corazón».
Fue guía de laicos, especialmente de movimientos juveniles, convencido, como insistió en el testamento, de que «es de santos de lo que tienen necesidad las familias, las parroquias, la patria, el mundo». En abril de 1914 declaró sagrado «el derecho de los obreros a organizarse... en sindicatos para su promoción económica y moral». En 1920 defendió las Leyes Blancas, movimiento sindical de inspiración cristiana, mostrándose como el obispo de los pobres, de los obreros, de los campesinos. En 1920 fundó en Treviso el colegio diocesano «Pío X» para garantizar una formación cristiana a los jóvenes.
Afrontó valerosamente, no desertando de su puesto y responsabilidad, la prueba de la guerra mundial de 1914-1918, alentando y estando cerca de civiles, prófugos, soldados, heridos, sacerdotes. El 27 de abril de 1917 hizo el voto de levantar un templo en honor de la Virgen Auxiliadora. Llamado «el obispo del Piave y del Montello», condecorado con la cruz al mérito de guerra, terminada ésta, recorrió la diócesis para animar en la reconstrucción de las 47 iglesias destruidas, en la pacificación de los espíritus, en el nuevo despertar de la vida cristiana, interviniendo intrépidamente para salvar a sus fieles de ideologías anticristianas y subversivas. Los obispos del Véneto lo consideraban como su «Patriarca de campaña», consejero, teólogo distinguido, apóstol incansable.
Pío XI, en octubre de 1923, reconoció los «grandes servicios» prestados por monseñor Longhin: «Ha trabajado tanto por la Iglesia». Fue administrador apostólico de la diócesis de Padua en 1923, visitador y administrador apostólico de la diócesis de Udine en 1927-1928. El 4 de octubre de 1928 fue nombrado arzobispo titular de Patrasso. En 1929, con ocasión del 25 aniversario de episcopado, el siervo de Dios cardenal Pedro Lafontaine escribió: «Admiro en él, con agrado y edificación, una estampa del Buen Pastor, copia muy parecida al original».
Resentido por sus achaques, el 3 de octubre de 1935 comenzó a recorrer su calvario con nueve meses de sufrimiento, celebrando misa hasta el 4 de febrero de 1936. Murió el viernes 26 de junio de 1936. Fueron imponentes los funerales, celebrados el 30 de junio, con el comentario general: «Era realmente un santo». El 5 de noviembre de 1936 fue enterrado en al catedral de Treviso. En el reconocimiento verificado los días 12-22 de noviembre de 1984 se encontró el cuerpo «entero, con las zonas blandas en buena parte momificadas». Lo beatificó Juan Pablo II el 20 de octubre de 2002.
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