viernes, 31 de marzo de 2017

San Benjamín Mártir


Etimológicamente significa “hijo del sur”. Viene de la lengua hebrea.

Los cristianos de Persia, por fin, les tocó vivir al menos más de medio siglo en la paz que anhelaban. Pero Adbas, que era obispo de Ctesifón, se imaginó que se dirigía a incendiar un templo pagano.

Este sueño o imaginación volvió loco al rey Yezdigerd y un tanto enfurecido. No se podía creer que un prelado hubiera perdido la cabeza de ese modo. Por eso solía decir que Cristo no espera nada de sus discípulos.

Benjamín, que era todavía diácono – paso anterior al sacerdocio – lo envió a la prisión. Era un joven de un gran celo apostólico en bien de los demás. Hablaba con fluida elocuencia.

Incluso había logrado muchas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los años que pasó en la cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir.

En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd: "Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no tienes que lamentarte de nada". ¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador. Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz verdadera.

De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les ha dado.

Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la muerte.

Los cristianos siempre han sufrido y siguen sufriendo persecuciones porque cuando se habla del Evangelio con rectitud y en verdad, aparte de las creencias en ídolos o no, hay políticos que no aguantan las verdades.

Murió mártir en el 425.

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