lunes, 11 de febrero de 2013

Lecturas


Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios:
-«Que exista la luz.»
Y la luz existió.
Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios:
-«Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas. »
E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.
Y así fue.
Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios:
-«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.»
Y así fue.
Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
-«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.»
Y así fue.
La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios:
-«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.»
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron.
Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas.
En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.

Palabra del Señor.

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