domingo, 7 de junio de 2015

Homilía


La celebración del Jueves Santo estaba centrada en la Eucaristía.

La de hoy tiene un matiz más festivo de acción de gracias por el don del Señor a su Iglesia.

No debemos olvidar su carácter pascual, evocado en la primera lectura.

El pueblo de Israel vivía con fervor durante la Pascua su epopeya liberadora, gracias a la intervención de Dios y a la alianza sellada en el Sinaí entre Dios y su pueblo.

Moisés ratifica esta alianza rociando al pueblo con la sangre de las víctimas sacrificadas y prometiendo fidelidad:

“Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos” (Éxodo 24, 3).

Este acontecimiento original es rememorado año tras año por el sumo sacerdote de Israel al entrar en el santuario y asperjar el altar con “la sangre de machos cabríos y toros”, ofrecida a Dios como purificación externa.

La carta a los Hebreos -segunda lectura- nos presenta a Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote, que se ofrece a sí mismo de una vez para siempre para obtener el perdón de los pecados y no una simple purificación ritual de los sacrificios de la Ley.

Leyendo el evangelio nos percatamos de la singular importancia que da Jesús a los preparativos inmediatos a la Pascua.

Podríamos decir, incluso, que Jesús estuvo toda su vida pública pensando en la Última Cena, hacia la que encamina a sus discípulos con palabras, gestos y hechos concretos.

Jesús nos dice, ofreciendo el pan y el vino, que su vida, muerte y resurrección son el gran signo de esta Alianza eterna, en virtud de la cual Dios se hace Amigo y Aliado de la humanidad por siempre.

Celebramos todos los domingos la Eucaristía y nos sabemos quizás de memoria las distintas partes de la misa, sin detenernos casi a pensar el significado de los signos y las palabras que pronunciamos.

Es bueno que en este día salgamos de la rutina y valoremos lo que celebramos para que se convierta en Vida en nosotros.

Hemos de pensar y sentir que:

-         Cristo está presente en la persona de quien nos preside, tanto en la Eucaristía como en las otras celebraciones litúrgicas.

-         Cristo está presente en la Palabra y es mismo Cristo quien nos habla cuando la comunidad escucha y acoge la Sagrada Escritura.

-         Cristo está presente en la comunidad reunida en su nombre cuando reza y comparte los bienes materiales y espirituales.

-         Cristo está presente en la comunidad que practica las obras de misericordia y es sensible a todas las necesidades humanas.

-         Cristo está presente, no de forma simbólica, sino real, en cada persona.

Los cristianos creemos que la Eucaristía es una Nueva Alianza de Amor para cambiar el mundo.

Pero ¿cómo vivirla?

Para muchos hombres y mujeres, marcados por la violencia y el hambre, la vida más que una promesa de amor es una seria amenaza para sus vidas.

Los refugiados de las guerras de Siria, Irak o Yemen, las persecuciones religiosas, los naufragios en el Mediterráneo… son ejemplos palpables de la inseguridad y el riesgo que corren a diario.

Para muchos de nuestros jóvenes, el futuro es una amenaza, porque el presente es un caminar hacia la nada por falta de trabajo y oportunidades.

Lo mismo cabe decir de los afectados por el desamor y el abandono de los suyos; de los excluidos, para quienes la vida es un riesgo constante.

¿Qué nos pide Dios?

No precisamente “sangre de corderos”, ni rituales vacíos para adorar a

Dioses muertos, sino que nos hagamos como Cristo, pan partido para todo el mundo.

Esto supone un sacrificio constante para redimir a nuestros hermanos y hermanas y ofrecer la liberación de todo tipo de esclavitudes.

La campaña de Cáritas de este año: “Ama y vive la justicia”, nos invita a colocar la Pascua del Señor y lo que significa en el centro de nuestra vida.

En darse uno mismo está el secreto del verdadero amor, que actúa de forma callada y generosa.

“El hombre estaba tras el mostrador, mirando la calle distraídamente.
Una niñita se aproximó al negocio y apretó la naricita contra el vidrio de la vitrina.

Sus ojos azules brillaron al ver en el escaparate un collar de azul turquesa y entró para pedirle al dueño del negocio que lo envolviera en un bonito paquete.
¡Es para mi hermana! Le dijo decidida y con una tierna sonrisa.

El dueño miró desconfiado a la niñita y le preguntó:
¿Cuánto dinero tienes?
Sin dudar, sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Los colocó sobre el mostrador y dijo feliz:
“¿Esto alcanza?”.

Eran apenas algunas monedas las que exhibía orgullosa.
“¿Sabe?, quiero dar este regalo a mi hermana mayor, desde que murió nuestra madre cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella.
Es su cumpleaños y estoy segura que quedará feliz con el collar que es del color de sus ojos”

El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, envolvió con un vistoso papel rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde.
-“Toma, dijo a la niña. Llévalo con cuidado”.
Ella salió feliz, corriendo y saltando calle abajo.

Aún no acababa el día, cuando una linda joven entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho e indagó:
“¿Este collar fue comprado aquí? ¿Cuánto costó?”
“Ah!”, - habló el dueño del negocio. “El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente”.

La joven exclamó: -“Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas.
El collar es verdadero, ¿no? Ella no tendría dinero para pagarlo”.

El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta, lo devolvió a la joven y le dijo:
“Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar:
DIÓ TODO LO QUE TENÍA”.

El silencio llenó la pequeña tienda y dos lágrimas rodaron por la faz
Emocionada de la joven en cuanto sus manos tomaron el pequeño envoltorio”.

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