SANTISIMA TRINIDAD
DIOS ES UNA FAMILIA
La Trinidad es el misterio insondable de Dios. Una revelación que sobrepasa la inteligencia humana, que desconoceríamos si Jesús no nos la hubiera comunicado.
En la formulación de los antiguos catecismos de Astete y Ripalda, a la pregunta:¿Qué es la Santísima Trinidad?
- “Tres personas distintas -se respondía- y un solo Dios verdadero.”
Tres personas que operan en perfecta armonía, latiendo con un solo corazón al ritmo del amor.
Dios es Padre. Ama a su Hijo, a través del cual revela su amor profundo y sin límites a todas las criaturas salidas de sus manos, aunque se recrea especialmente en el hombre. Cuando éste peca, rebelándose contra El, acoge, perdona, estimula... y se compadece hasta enviar a su propio Hijo.
Dios es Hijo que se mira en el amor del Padre, actúa en su nombre y se identifica con El para llevar adelante el proyecto salvador de Dios.
Dios es Espíritu, fruto del amor eterno del Padre y del Hijo. Intocable como el viento, la luz.
Es ideal que impulsa las tareas más nobles y limpias. Es fuego que purifica, alumbra y derrite el hielo. Es la misma esencia de Dios, que se manifiesta en los corazones de los hombres para arrastrarles con su fuerza hacia el cielo prometido.
Los tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son uno. Forman una familia. Reciben y dan amor. No podrían “vivir”- hablando en términos humanos- el uno sin los otros.
El Concilio Vaticano II, analizando esta realidad que preside la Iglesia, dice: “Toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (L.G. n.4)
A este vivir trinitario estamos llamados todos los hombres y mujeres de todos los pueblos, según las palabras de Jesús: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padres, del Hijo y del Espíritu Santo” ( Mt.28,19).
Creer en este amor infinito de Dios nos impulsa a proclamar y anunciar su presencia perenne hasta el final de los tiempos.
Hoy, cuando se habla tanto de derechos y de valoración de la dignidad humana, se necesita anunciar con firmeza el sentido de solidaridad y mutua pertenencia.
En la Trinidad encontramos la referencia para mirarnos en su espejo y también el empuje necesario para defender a los hombres ante las injusticias, las guerras, las esclavitudes y cuanto distorsiona su imagen.
Os confieso que me siento desbordado al hablar de este tema, que estudié durante un año en el Escolasticado de los Padres Maristas, sin llegar a ninguna conclusión intelectual, salvo reconocer lo limitado de nuestra condición y de la terminología que utilizamos para filosofar sobre el ser, la sustancia, los accidentes, el acto, la potencia...siguiendo los razonamientos escolásticos, que emanan a su vez de Aristóteles.
Entiendo mucho más el lenguaje de los sentimientos y de la afectividad; el amor existente entre los padres y los hijos y su complicidad y comunión cuando se trata de hacer partícipes a todos del gozo de pertenecerse.
Cuando se celebra el AMOR es Dios mismo quien se hace presente, y el Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo moran allí donde se abren las puertas del corazón.
San Juan al escribir sobre esta realidad trinitaria afirmará: ”Dios es Amor”
Me quedo con estas palabras para interiorizar el misterio trinitario. Y con ellas confieso que creo en El; en lo revelado por Jesús, sin adentrarme en más disquisiciones.
Sé que ésta es la fe del carbonero, pero ciertamente mucho mejor que la duda metódica descartiana que siembra el caos, la desconfianza y la soledad.
Prefiero vivir en sociedad mis convicciones íntimas a la soledad de mis razones.
Y traigo a colación el recurrente ejemplo de San Agustín cuando preguntó a un niño que, con una paleta, pretendía meter en un hoyo todo el agua del mar y se encontró con una respuesta inesperada: ”Es más fácil para mí hacer esto a que tú descubras lo que estás pensando”. Pensaba San Agustín en la Santísima Trinidad.
Que tengáis una semana llena de felicidad. Hasta el próximo domingo hermanos.
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