parezca que Dios os ha desamparado.
Que no está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera; me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano. Ciencia es misteriosa para mí, harto alta, no puedo alcanzarla.
¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir?
Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el suelo me acuesto, allí te encuentras.
Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende. Aunque diga: "¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor, ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día.
Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre;
yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente, y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra. Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscritos todos los días que han sido señalados, sin que aún exista uno solo

Con odio colmado el odio, son para mí enemigos. Sóndame, OH Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos; mira no haya en mí camino de dolor, y llévame por el camino eterno.
(Salmo 139) Biblia de Jerusalén
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