En Milán, también de la Lombardía, beato Juan Ángel Porro, presbítero de la Orden de los Siervos de María, que, siendo prior del convento, todos los días festivos estaba en la puerta de la iglesia o recorría las calles, para reunir a los niños y enseñarles la doctrina cristiana.
Nació en el ducado de Milán. En el año 1468, Juan ángel vistió el hábito de los Siervos de María, y vivió unos cinco años en el convento de Santa María, en Milán; más tarde, según algunos escritores de la Orden, se retiró por un tiempo a la soledad en la región de Cavacurta, a la orilla derecha del río Adda, para entregarse a la contemplación y a la penitencia.
En el año 1474, fue enviado a Florencia, al convento de la Anunciación. Allí se dedicó de manera especial a la observancia regular, y allí probablemente hizo los estudios requeridos y fue ordenado presbítero. Durante este periodo, Juan Ángel concibió el propósito de retirarse a la soledad para dedicarse únicamente a Dios. Subió, pues, al eremitorio de Monte Senario, donde a principios del siglo XV algunos frailes con su trabajo y su fervor habían restaurado la observancia primitiva y llevaban una vida solitaria. Este tipo de permanencia en Monte Senario fue de gran trascendencia para la vida y el progreso espiritual del beato Juan Ángel; tanto es así que le llamaban a veces "Juan del Monte" y cuando, por razón de enfermedad o de obediencia tenía que abandonar Monte Senario, allí regresaba en cuanto podía.
En el año 1484 fue llamado al convento de Florencia por fray Antonio Alabanti, prior de aquel lugar, para desempeñar el cargo de maestro de novicios, para los que había escrito, según se cree, unos "saludables consejos". Tres años después, con el beneplácito de los ermitaños, fray Antonio Alabanti, que entre tanto había sido elegido prior general, lo nombró rector del eremitorio de Monte Senario, cargo que ejerció sabia y santamente. El prior general, que tenía en gran aprecio la prudencia y santidad de Juan Ángel, recurrió también a él más de una vez para la dirección del eremitorio de Chianti.
Al morir fray Antonio Alabanti, Juan Ángel volvió a Milán, hacia el año 1495, y parece que fue elegido prior de aquel convento. También en medio del torbellino de aquella gran ciudad se esforzó en cultivar la soledad, que tanto amaba, pues, como cuenta fray Felipe Ferrari, su biógrafo, "vivía en una celda... algo separada de los demás". En este período destaca un aspecto singular de su vida: la dedicación a la catequesis de los niños; en efecto, en la obra de Hipólito Porro titulada “Orígenes y desarrollo de la doctrina cristiana en Milán” leemos: "todos los días festivos, a pesar de su cargo de prior, reunía en la entrada de la iglesia o por las calles, a los niños y los instruía en la doctrina cristiana". Así lo atestigua un bajorrelieve de mármol de mediados del siglo XVI, que representa al beato Juan Ángel adoctrinando a los niños en la iglesia. Juan Ángel murió santamente en el convento de Milán, llorando por los frailes y por el pueblo. Fue beatificado por el papa Clemente XII en el año 1737.
Nació en el ducado de Milán. En el año 1468, Juan ángel vistió el hábito de los Siervos de María, y vivió unos cinco años en el convento de Santa María, en Milán; más tarde, según algunos escritores de la Orden, se retiró por un tiempo a la soledad en la región de Cavacurta, a la orilla derecha del río Adda, para entregarse a la contemplación y a la penitencia.
En el año 1474, fue enviado a Florencia, al convento de la Anunciación. Allí se dedicó de manera especial a la observancia regular, y allí probablemente hizo los estudios requeridos y fue ordenado presbítero. Durante este periodo, Juan Ángel concibió el propósito de retirarse a la soledad para dedicarse únicamente a Dios. Subió, pues, al eremitorio de Monte Senario, donde a principios del siglo XV algunos frailes con su trabajo y su fervor habían restaurado la observancia primitiva y llevaban una vida solitaria. Este tipo de permanencia en Monte Senario fue de gran trascendencia para la vida y el progreso espiritual del beato Juan Ángel; tanto es así que le llamaban a veces "Juan del Monte" y cuando, por razón de enfermedad o de obediencia tenía que abandonar Monte Senario, allí regresaba en cuanto podía.
En el año 1484 fue llamado al convento de Florencia por fray Antonio Alabanti, prior de aquel lugar, para desempeñar el cargo de maestro de novicios, para los que había escrito, según se cree, unos "saludables consejos". Tres años después, con el beneplácito de los ermitaños, fray Antonio Alabanti, que entre tanto había sido elegido prior general, lo nombró rector del eremitorio de Monte Senario, cargo que ejerció sabia y santamente. El prior general, que tenía en gran aprecio la prudencia y santidad de Juan Ángel, recurrió también a él más de una vez para la dirección del eremitorio de Chianti.
Al morir fray Antonio Alabanti, Juan Ángel volvió a Milán, hacia el año 1495, y parece que fue elegido prior de aquel convento. También en medio del torbellino de aquella gran ciudad se esforzó en cultivar la soledad, que tanto amaba, pues, como cuenta fray Felipe Ferrari, su biógrafo, "vivía en una celda... algo separada de los demás". En este período destaca un aspecto singular de su vida: la dedicación a la catequesis de los niños; en efecto, en la obra de Hipólito Porro titulada “Orígenes y desarrollo de la doctrina cristiana en Milán” leemos: "todos los días festivos, a pesar de su cargo de prior, reunía en la entrada de la iglesia o por las calles, a los niños y los instruía en la doctrina cristiana". Así lo atestigua un bajorrelieve de mármol de mediados del siglo XVI, que representa al beato Juan Ángel adoctrinando a los niños en la iglesia. Juan Ángel murió santamente en el convento de Milán, llorando por los frailes y por el pueblo. Fue beatificado por el papa Clemente XII en el año 1737.
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