Nació posiblemente en Amalfi, o de acuerdo a otras cuentas en Martigues, en Provenza, mientras que alguna autoridad incluye Chateau d'Avesnes, en Hainaut; nació en el seno de una familia noble. Ya sea como soldado o como comerciante, encontró su camino hacia Jerusalén, donde había existido un hospicio durante algún tiempo para la comodidad de las personas que deseasen visitar los lugares sagrados cristianos. Era guardián de un albergue de peregrinos que iban a visitar el Santo Sepulcro y así decidió fundar la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (hoy Orden de Malta) para asistencia de los enfermos y defensa de los santos lugares.
Gerardo se hizo cargo de esta se convirtió en una fecha no posterior a 1100, y aquí organizó la Orden religiosa dedicada a San Juan, que recibió el reconocimiento papal de Pascual II en 1113, por la bula “Geraudo institutori ac praeposito Hirosolimitani Xenodochii”. Ésta fue renovada y confirmada por Calixto II poco antes de la muerte de Gerardo en 1120.
Durante el califato de Egipto su obra de misericordia no presentó dificultades. Pero en 1071, cuando la batalla de Macincurt y después la de Jerusalén fue suspendida en Egipto y pasó bajo el dominio de los turcos seleúcidas. 30.000 iglesias (entre ellas la del Santo Sepulcro en Jerusalén) fueron destruidas durante el reinado del califa loco Hakim. Este doloroso estado provocó la I Cruzada, guiada por Godofredo de Bouillon que conquistó Jerusalén en 1099. Gerardo se volcó en dar comida e información a los cruzados. La leyenda narra que arrojaba desde las murallas de la ciudad pan para los cristianos que la asediaban; cuando fue descubierto los panes se transformaron en piedras.
Gerardo poseía un extraordinario talento organizativo: construyó una casa para los peregrinos y la iglesia en honor de San Juan Bautista; gestionó la administración, la acogida, la comida y la asistencia pastoral para muchos peregrinos; se ocupó del cuidado de los enfermos y los indigentes; fue, como entonces se le definió “el Señor de los enfermos". Parece que para este menester reclutó a cruzados, para la defensa de los peregrinos.
El punto de partida de su comunidad parece que fueron las sedes establecidas en Italia y en el sur de Francia, y con el tiempo alcanzaron dimensiones europeas. En 1113 el papa Pascual II colocó el Hospital de Jerusalén bajo la protección de la Santa Sede. Los reyes de Jerusalén, Portugal, Castilla y León ayudaron a Gerardo, y también muchos príncipes y obispos.
Sus indicaciones y su ejemplo constituyeron la base de la primera Regla escrita para la Orden, por Raimundo de Puytra en el 1145 y el 1153. La tradición atribuye a Gerardo la profecía: "Nuestra confraternidad será eterna, porque en el terreno en el cual está plantada ahonda sus raíces, es la miseria del mundo; nuestra confraternidad durará hasta que le plazca a Dios y haya hombres dispuestos y empeñados en reducir esta miseria y hacer más soportable el sufrimiento".
Gerardo se hizo cargo de esta se convirtió en una fecha no posterior a 1100, y aquí organizó la Orden religiosa dedicada a San Juan, que recibió el reconocimiento papal de Pascual II en 1113, por la bula “Geraudo institutori ac praeposito Hirosolimitani Xenodochii”. Ésta fue renovada y confirmada por Calixto II poco antes de la muerte de Gerardo en 1120.
Durante el califato de Egipto su obra de misericordia no presentó dificultades. Pero en 1071, cuando la batalla de Macincurt y después la de Jerusalén fue suspendida en Egipto y pasó bajo el dominio de los turcos seleúcidas. 30.000 iglesias (entre ellas la del Santo Sepulcro en Jerusalén) fueron destruidas durante el reinado del califa loco Hakim. Este doloroso estado provocó la I Cruzada, guiada por Godofredo de Bouillon que conquistó Jerusalén en 1099. Gerardo se volcó en dar comida e información a los cruzados. La leyenda narra que arrojaba desde las murallas de la ciudad pan para los cristianos que la asediaban; cuando fue descubierto los panes se transformaron en piedras.
Gerardo poseía un extraordinario talento organizativo: construyó una casa para los peregrinos y la iglesia en honor de San Juan Bautista; gestionó la administración, la acogida, la comida y la asistencia pastoral para muchos peregrinos; se ocupó del cuidado de los enfermos y los indigentes; fue, como entonces se le definió “el Señor de los enfermos". Parece que para este menester reclutó a cruzados, para la defensa de los peregrinos.
El punto de partida de su comunidad parece que fueron las sedes establecidas en Italia y en el sur de Francia, y con el tiempo alcanzaron dimensiones europeas. En 1113 el papa Pascual II colocó el Hospital de Jerusalén bajo la protección de la Santa Sede. Los reyes de Jerusalén, Portugal, Castilla y León ayudaron a Gerardo, y también muchos príncipes y obispos.
Sus indicaciones y su ejemplo constituyeron la base de la primera Regla escrita para la Orden, por Raimundo de Puytra en el 1145 y el 1153. La tradición atribuye a Gerardo la profecía: "Nuestra confraternidad será eterna, porque en el terreno en el cual está plantada ahonda sus raíces, es la miseria del mundo; nuestra confraternidad durará hasta que le plazca a Dios y haya hombres dispuestos y empeñados en reducir esta miseria y hacer más soportable el sufrimiento".
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