En Huesca, ciudad de Aragón, en Hispania, santas Nunilo y Alodia, vírgenes y mártires, que hijas de padre no cristiano, pero educadas en la fe cristiana por su madre, al no querer abjurar de Cristo, después un largo encarcelamiento fueron degolladas por disposición del rey de Córdoba, Abd ar-Rahman II.
Hijas de madre cristiana y padre musulmán, nacidas en Adahuesca (Huesca). Fueron educadas cristianamente por su madre. Al morir su padre, un tío musulmán, al no poder destruir la fe de sus sobrinas, las denunció ante el juez Jalaf, de Alquezar (Barbastro). Este al verlas tan jóvenes decidió dejarlas en libertad, pero pidió a dos mujeres musulmanas que se encargara de que se convirtieran al Islam. No hubo manera.
Las llevaron a Huesca para comparecer ante el cadí Ismael. Estas alegaron ante el juez: "Cadí, no te empeñes en apartar del culto de Dios a dos Vírgenes, que por su gracia, han llegado a conocer que no hay riqueza alguna fuera de Cristo. Con Cristo está la vida, y sin El la muerte; permanecer a su lado y vivir en Él es la verdadera alegría; separarse de Él es la perdición eterna. En cuanto a nosotras tenemos el propósito de no abandonarle; le hemos consagrado la santidad de nuestro cuerpo. Las ventajas de las cosas perecederas que nos propones las despreciamos. No nos acobardan los suplicios, que terminan pronto; y por lo que se refiere a la muerte con que nos amenazas, las recibiremos contentas, sabiendo que ella nos abre las puertas del Cielo y nos lleva a los brazos de Cristo". El Juez pensó que si las separaba conseguiría minar su resistencia; pero después de 40 días de interrogatorios no consiguió nada. Fueron decapitadas en Huesca durante la persecución de Abderramán II. Sus cuerpos fueron trasladados al monasterio de San Salvador de Leyre. Su martirio lo cuenta san Eulogio de Córdoba en “Memoriale Sanctorum”.
Hijas de madre cristiana y padre musulmán, nacidas en Adahuesca (Huesca). Fueron educadas cristianamente por su madre. Al morir su padre, un tío musulmán, al no poder destruir la fe de sus sobrinas, las denunció ante el juez Jalaf, de Alquezar (Barbastro). Este al verlas tan jóvenes decidió dejarlas en libertad, pero pidió a dos mujeres musulmanas que se encargara de que se convirtieran al Islam. No hubo manera.
Las llevaron a Huesca para comparecer ante el cadí Ismael. Estas alegaron ante el juez: "Cadí, no te empeñes en apartar del culto de Dios a dos Vírgenes, que por su gracia, han llegado a conocer que no hay riqueza alguna fuera de Cristo. Con Cristo está la vida, y sin El la muerte; permanecer a su lado y vivir en Él es la verdadera alegría; separarse de Él es la perdición eterna. En cuanto a nosotras tenemos el propósito de no abandonarle; le hemos consagrado la santidad de nuestro cuerpo. Las ventajas de las cosas perecederas que nos propones las despreciamos. No nos acobardan los suplicios, que terminan pronto; y por lo que se refiere a la muerte con que nos amenazas, las recibiremos contentas, sabiendo que ella nos abre las puertas del Cielo y nos lleva a los brazos de Cristo". El Juez pensó que si las separaba conseguiría minar su resistencia; pero después de 40 días de interrogatorios no consiguió nada. Fueron decapitadas en Huesca durante la persecución de Abderramán II. Sus cuerpos fueron trasladados al monasterio de San Salvador de Leyre. Su martirio lo cuenta san Eulogio de Córdoba en “Memoriale Sanctorum”.
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