En Ceuta, pasión de siete santos mártires de la Orden de los Menores, Daniel, Samuel, Ángel, León, Nicolás y Hugolino, sacerdotes, y Domno, que enviados por fray Elías a predicar el Evangelio de Cristo a los moros, padeciendo insultos, cárcel y torturas, consiguieron con la decapitación la palma del martirio.
Era un grupo de misioneros franciscanos que fueron enviados por el hermano Elías (sucesor de san Francisco en el gobierno de la Orden) a predicar el evangelio a los musulmanes de Marruecos. Se llamaban Daniel de Belvedere, Samuel, Ángel de Sifeo, Domno de Montalcino, León, Nicolás de Saxoferrato y Hugolino; el jefe del grupo era fray Daniel, ex provincial de Calabria y superior del grupo. Llegaron a Marruecos el 20 de septiembre de 1227 y se detuvieron diez días cerca de Ceuta, donde había entonces muchos europeos dedicados al comercio. El sábado 2 de octubre se confesaron, se lavaron mutuamente los pies y pasaron la noche en oración. En la madrugada del domingo, entraron en Ceuta y comenzaron a predicar en las calles, según el método de los mendicantes, además como no sabían árabe predicaban en latín e italiano; cometieron la imprudencia de censurar a Mahoma.
La llegada de los misioneros provocó un tumulto. Las gentes se arrojaron sobre ellos, los golpearon y los arrastraron a la presencia del cadí. Cuando vio éste sus toscos hábitos y sus rostros barbados, pensó que estaban locos. En la prisión los trataron con suma rudeza, porque se burlaban de la religión de los moros. Daniel escribió una carta a los cristianos desde el sitio en el que se habían detenido antes de entrar en Ceuta para explicarles lo ocurrido y añadía: «Bendito sea Dios, Padre de las misericordias, que nos conforta en nuestros sufrimientos». El domingo siguiente, una vez que se puso en claro que eran misioneros y que no estaban locos, se les exhortó a abjurar de la fe, primero en grupo y después a cada uno por separado. Pero ni los halagos, ni las amenazas les hicieron mella alguna, por lo cual fueron condenados a muerte. Cada uno de los mártires se dirigió entonces al hermano Daniel y se arrodilló a pedirle la bendición y el permiso de dar la vida por Cristo. Fueron decapitados en las afueras de Ceuta. El pueblo enfurecido profanó los cadáveres; pero los mercaderes cristianos recogieron sus cuerpos y fueron sepultados en Ceuta. Más tarde, las reliquias fueron trasladadas a España. En 1516, el Papa León X concedió a los frailes menores la autorización de celebrar su fiesta.
Era un grupo de misioneros franciscanos que fueron enviados por el hermano Elías (sucesor de san Francisco en el gobierno de la Orden) a predicar el evangelio a los musulmanes de Marruecos. Se llamaban Daniel de Belvedere, Samuel, Ángel de Sifeo, Domno de Montalcino, León, Nicolás de Saxoferrato y Hugolino; el jefe del grupo era fray Daniel, ex provincial de Calabria y superior del grupo. Llegaron a Marruecos el 20 de septiembre de 1227 y se detuvieron diez días cerca de Ceuta, donde había entonces muchos europeos dedicados al comercio. El sábado 2 de octubre se confesaron, se lavaron mutuamente los pies y pasaron la noche en oración. En la madrugada del domingo, entraron en Ceuta y comenzaron a predicar en las calles, según el método de los mendicantes, además como no sabían árabe predicaban en latín e italiano; cometieron la imprudencia de censurar a Mahoma.
La llegada de los misioneros provocó un tumulto. Las gentes se arrojaron sobre ellos, los golpearon y los arrastraron a la presencia del cadí. Cuando vio éste sus toscos hábitos y sus rostros barbados, pensó que estaban locos. En la prisión los trataron con suma rudeza, porque se burlaban de la religión de los moros. Daniel escribió una carta a los cristianos desde el sitio en el que se habían detenido antes de entrar en Ceuta para explicarles lo ocurrido y añadía: «Bendito sea Dios, Padre de las misericordias, que nos conforta en nuestros sufrimientos». El domingo siguiente, una vez que se puso en claro que eran misioneros y que no estaban locos, se les exhortó a abjurar de la fe, primero en grupo y después a cada uno por separado. Pero ni los halagos, ni las amenazas les hicieron mella alguna, por lo cual fueron condenados a muerte. Cada uno de los mártires se dirigió entonces al hermano Daniel y se arrodilló a pedirle la bendición y el permiso de dar la vida por Cristo. Fueron decapitados en las afueras de Ceuta. El pueblo enfurecido profanó los cadáveres; pero los mercaderes cristianos recogieron sus cuerpos y fueron sepultados en Ceuta. Más tarde, las reliquias fueron trasladadas a España. En 1516, el Papa León X concedió a los frailes menores la autorización de celebrar su fiesta.
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