Respondió Job a sus amigos: «Sé muy bien que es así: que el mortal no es justo ante Dios. Si quiere pleitear con él, de mil razones no le rebatirá ni una.	
	
	
Él es sabio y poderoso ¿quién, le resiste y queda ileso?	
	
	
Desplaza montañas sin que se note, y cuando las vuelca con su cólera.	
	
	
Estremece la tierra en sus cimientos, hace retemblar sus pilares; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas.	
	
	
Él solo despliega los cielos y camina sobre el dorso del Mar.	
	
	
Creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur.	
	
	
Hace prodigios insondables, maravillas innumerables.	
	
	
Si cruza junto a mí, no lo veo, me roza, al pasar, y no lo siento; si en algo hace presa, ¿quién se lo impedirá?, ¿quién le reclamará: “Qué estás haciendo”?	
	
	
Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera yo razón, no respondería, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso».	
	
	
En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas».	
	
	
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».	
	
	
A otro le dijo: «Sígueme»	
	
	
Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».	
	
	
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».	
	
	
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».	
	
	
Jesús le contestó: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».	
	
Palabra del Señor.



No hay comentarios:
Publicar un comentario