El ángel me habló diciendo: «Mira, te mostraré la novia, la esposa del Cordero».	
	
	
Y me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.	
	
	
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.	
	
	
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dijo: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».	
	
	
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?».	
	
	
Felipe le contestó: «Ven y verás».	
	
	
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».	
	
	
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?».	
	
	
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».	
	
	
Natanael respondió: - «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».	
	
	
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».	
	
	
Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».	
	
Palabra del Señor.



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