En la cartuja de Casotto, en el Piamonte, beato Guillermo de Fenolis, religioso, el cual antes había sido ermitaño.
Nació en Garessio, provincia de Cuneo, Italia. Cuando a los 20 años de edad, ingresó en la cartuja de Casotto ya había realizado un intenso camino de perfección y profunda unión con Dios. Fue cartujo lego, encargado de proveer los víveres al monasterio, y no duda en llegar, con su cuestación, hasta Mondovì y Albenga.
Fue el blanco perfecto de los salteadores de caminos y que más de una vez lo dejaron sin nada de lo que había obtenido por las limosnas. De la obediencia hizo el objetivo de su vida y en ella realizó milagros muy curiosos: Se le pide que organice la comida para el monasterio, allí va, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de la zona. Los delincuentes le roban varias veces, Guillermo entra en crisis, y se queja al Prior, que entre serio y burlón le invita a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde cartujo, siempre obediente, en la siguiente oportunidad en que lo atacan los bandidos, toma la pata de la mula, y consigue espantar a los bandidos. Guillermo pone la pata del animal en su lugar y vuelve a la Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de modo que la mula cojea lamentablemente. El prior se da cuenta, y para verificar qué hay de cierto en lo que se cuenta del prodigio de nuestro beato, lo regaña por su descuido y le ordena que ponga la pata como debe ser, y así, delante de toda la comunidad y pidiendo disculpas por su error, quita con toda naturalidad de nuevo la pata y la coloca correctamente. Todo esto, por supuesto, sin que el animal pierda sangre ni rebuzne de dolor. De este hecho se ha apoderado la hagiografía del beato, a quien representa siempre empuñando la pata; e incluso en la cartuja de Pavía se lo llama en broma el «santo del jamón».
Murió en la cartuja de Valcasotto. Su tumba fue lugar de peregrinaciones y en ella se obraron muchos prodigios. Su cuerpo incorrupto se escondió durante la época napoleónica y ya no ha habido modo de encontrarlo. SS. Pío XI, el 29 de marzo de 1860, aprueba el culto de Guillermo, oficializando con el título de beato una veneración que la gente desde siempre le había tenido.
Nació en Garessio, provincia de Cuneo, Italia. Cuando a los 20 años de edad, ingresó en la cartuja de Casotto ya había realizado un intenso camino de perfección y profunda unión con Dios. Fue cartujo lego, encargado de proveer los víveres al monasterio, y no duda en llegar, con su cuestación, hasta Mondovì y Albenga.
Fue el blanco perfecto de los salteadores de caminos y que más de una vez lo dejaron sin nada de lo que había obtenido por las limosnas. De la obediencia hizo el objetivo de su vida y en ella realizó milagros muy curiosos: Se le pide que organice la comida para el monasterio, allí va, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de la zona. Los delincuentes le roban varias veces, Guillermo entra en crisis, y se queja al Prior, que entre serio y burlón le invita a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde cartujo, siempre obediente, en la siguiente oportunidad en que lo atacan los bandidos, toma la pata de la mula, y consigue espantar a los bandidos. Guillermo pone la pata del animal en su lugar y vuelve a la Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de modo que la mula cojea lamentablemente. El prior se da cuenta, y para verificar qué hay de cierto en lo que se cuenta del prodigio de nuestro beato, lo regaña por su descuido y le ordena que ponga la pata como debe ser, y así, delante de toda la comunidad y pidiendo disculpas por su error, quita con toda naturalidad de nuevo la pata y la coloca correctamente. Todo esto, por supuesto, sin que el animal pierda sangre ni rebuzne de dolor. De este hecho se ha apoderado la hagiografía del beato, a quien representa siempre empuñando la pata; e incluso en la cartuja de Pavía se lo llama en broma el «santo del jamón».
Murió en la cartuja de Valcasotto. Su tumba fue lugar de peregrinaciones y en ella se obraron muchos prodigios. Su cuerpo incorrupto se escondió durante la época napoleónica y ya no ha habido modo de encontrarlo. SS. Pío XI, el 29 de marzo de 1860, aprueba el culto de Guillermo, oficializando con el título de beato una veneración que la gente desde siempre le había tenido.
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