El siglo XVI es en Europa una época de transición en la que se están desarrollando los estados nacionales, se descubren países y pueblos y aparece la imprenta. Cobran fuerza las tendencias del humanismo y del renacimiento, irrumpe la reforma y la contrarreforma, se desarrolla una nueva ciencia de la naturaleza y se acrecienta el individualismo.
El 23 de abril de 1522 nace en Florencia, Alejandrina Lucrecia, hija de la noble familia de los Ricci. Muerta su madre cuando ella era todavía muy niña, quedó bajo el cuidado de una madrastra. Poco después la puso su padre en el convento de monjas de Monteceli donde estaba una tía suya. Allí recibe su primera educación y sobresale por su aplicación en los estudios. A la niña le gustan los relatos de la Pasión de Cristo.
A los doce años participa en un retiro en la comunidad apostólica de las dominicas de san Vicente de Prato. Queda impactada por el estilo de vida y trabajo de las hermanas y pide la admisión en la comunidad. Cuando su padre fue a buscarla para volverla a casa, no quiso ir su primero no le prometía con juramento volverla otra vez al convento. Cumplió la promesa y el lunes de Pentecostés de 1535, as los trece años, tomó el santo hábito mudando el nombre de Alejandrina por el de Catalina. Profeso al año siguiente y se dio en tal forma a la contemplación, singularmente de la Pasión del Señor, que de ordinario estaba abstraída de los sentidos. Por su gran humildad, no comunicaba a nadie, ni al confesor, sus vivencias espirituales.
Dotada de admirable prudencia, fue superiora dieciocho años, ganando mucho las religiosas en lo espiritual y en lo temporal por las muchas limosnas que le enviaban , con lo que pudo acabar la fábrica del convento.
Durante doce años, 1542-1554, revivió en su cuerpo las llagas del Crucificado y la Pasión del Señor. El día Primero de febrero de 1559 recibió los santos sacramentos. Recibió el viático de rodillas, su rostro se resplandecía como él de un ángel. Llamó después a las religiosas, les hizo una exhortación al amor de Dios y a la observancia regular, poniéndose de nuevo en oración hasta la noche. Llegada la hora del tránsito se cerro con la mano los ojos, se santiguó extendió su cuerpo en forma de cruz y entregó su alma a Jesús, quedando envuelta en resplandores. Era el día dos de febrero del año 1589, a la edad de 68 años, en Prato. Fue beatificada por Clemente XII el 23 de noviembre de 1732 y canonizada por Benedicto XIV el 29 de Junio de 1746. El cuerpo de la santa se venera en la basílica dedicada a San Vicente Ferrer en Prato.
Llena del fuego del Espíritu Santo buscó incansablemente la gloria del Señor. Promovió la reforma de la vida regular, inspirada especialmente por fray Jerónimo Savonarola, a quien admiraba con agradecido afecto. Su amor a la Pasión del Señor la llevó a componer el "Cántico de la Pasión", una meditación reposada sobre los sufrimientos de Cristo. Las "Cartas" son muestra de su profundo itinerario en el Espíritu.
Trabajó con solicitud en la atención de enfermos, hermanas o laicos. La extraordinaria abundancia de carismas celestiales, junto con una exquisita prudencia y especial sentido práctico, hicieron de ella la superiora ideal.
Al monasterio de San Vicente Ferrer llegaban príncipes y prelados buscando consejo. Tuvo gran amistad con San Carlos Borromeo, San Felipe Neri, San Pío V y Santa María de Pazzi.
El 23 de abril de 1522 nace en Florencia, Alejandrina Lucrecia, hija de la noble familia de los Ricci. Muerta su madre cuando ella era todavía muy niña, quedó bajo el cuidado de una madrastra. Poco después la puso su padre en el convento de monjas de Monteceli donde estaba una tía suya. Allí recibe su primera educación y sobresale por su aplicación en los estudios. A la niña le gustan los relatos de la Pasión de Cristo.
A los doce años participa en un retiro en la comunidad apostólica de las dominicas de san Vicente de Prato. Queda impactada por el estilo de vida y trabajo de las hermanas y pide la admisión en la comunidad. Cuando su padre fue a buscarla para volverla a casa, no quiso ir su primero no le prometía con juramento volverla otra vez al convento. Cumplió la promesa y el lunes de Pentecostés de 1535, as los trece años, tomó el santo hábito mudando el nombre de Alejandrina por el de Catalina. Profeso al año siguiente y se dio en tal forma a la contemplación, singularmente de la Pasión del Señor, que de ordinario estaba abstraída de los sentidos. Por su gran humildad, no comunicaba a nadie, ni al confesor, sus vivencias espirituales.
Dotada de admirable prudencia, fue superiora dieciocho años, ganando mucho las religiosas en lo espiritual y en lo temporal por las muchas limosnas que le enviaban , con lo que pudo acabar la fábrica del convento.
Durante doce años, 1542-1554, revivió en su cuerpo las llagas del Crucificado y la Pasión del Señor. El día Primero de febrero de 1559 recibió los santos sacramentos. Recibió el viático de rodillas, su rostro se resplandecía como él de un ángel. Llamó después a las religiosas, les hizo una exhortación al amor de Dios y a la observancia regular, poniéndose de nuevo en oración hasta la noche. Llegada la hora del tránsito se cerro con la mano los ojos, se santiguó extendió su cuerpo en forma de cruz y entregó su alma a Jesús, quedando envuelta en resplandores. Era el día dos de febrero del año 1589, a la edad de 68 años, en Prato. Fue beatificada por Clemente XII el 23 de noviembre de 1732 y canonizada por Benedicto XIV el 29 de Junio de 1746. El cuerpo de la santa se venera en la basílica dedicada a San Vicente Ferrer en Prato.
Llena del fuego del Espíritu Santo buscó incansablemente la gloria del Señor. Promovió la reforma de la vida regular, inspirada especialmente por fray Jerónimo Savonarola, a quien admiraba con agradecido afecto. Su amor a la Pasión del Señor la llevó a componer el "Cántico de la Pasión", una meditación reposada sobre los sufrimientos de Cristo. Las "Cartas" son muestra de su profundo itinerario en el Espíritu.
Trabajó con solicitud en la atención de enfermos, hermanas o laicos. La extraordinaria abundancia de carismas celestiales, junto con una exquisita prudencia y especial sentido práctico, hicieron de ella la superiora ideal.
Al monasterio de San Vicente Ferrer llegaban príncipes y prelados buscando consejo. Tuvo gran amistad con San Carlos Borromeo, San Felipe Neri, San Pío V y Santa María de Pazzi.
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