domingo, 13 de septiembre de 2015

Homilía


El evangelio de hoy nos adentra en la identidad de Jesús y en la polémica surgida en torno a su persona.

Muchos se preguntan quién es y de dónde le viene el poder de hacer milagros.

Por eso San Marcos nos describe, en primer lugar, lo que los demás piensan de Jesús, lo que Jesús piensa de sí mismo y finalmente lo que Jesús piensa de aquellos que creen en Él o que serán sus discípulos.

Al mismo tiempo, Jesús impone a sus discípulos un compromiso de silencio hasta que haya resucitado de entre los muertos; es decir: hasta que hayan sido capaces de asumir su mesianismo y testimoniarlo con su vida.

El centro del mensaje evangélico no se centra tanto en saber quién es Jesús, sino en seguirle por el camino; un camino erizado de dificultades, que implica privaciones y sacrificios y que culmina en la cruz.

Jesús, al preguntar a sus discípulos sobre su persona y al pedirles renuncias para seguirle, les coloca ante la disyuntiva de elegir entre el plan del mundo y el plan de Dios, entre lo fácil, lo que apetece y se palpa y la felicidad que no alcanzan nuestros sentidos y que vislumbramos a través de un ideal.

Muchas veces hemos comentado que los ideales, cuando se ponen en práctica, cambian el mundo. Es verdad.

¿Qué sería de nuestra sociedad sin los descubrimientos de los exploradores, los aventureros, los investigadores, los científicos… que soñaron un mundo mejor, más confortable y humano?

No hay aventuras sin riesgos, como tampoco investigaciones sin sacrificio y largas horas de trabajo.

Aún así, y aunque humanamente hablando no se vean coronadas por el éxito, en modo alguno suponen un fracaso o una pérdida de tiempo.

Éste se pierde cuando se consume inútilmente sin buscar la verdad, sin hacerse preguntas y sin hacer nada por los demás.

El mismo Jesús habló a sus discípulos: “con toda claridad” (Marcos 8, 32)

“El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”
(Marcos 8, 35).

“Perder la vida para recuperarla” es la mejor inversión de todo seguidor de Jesús, no entendible para los que centran su vida únicamente en los efímeros gozos terrenales y acusan a los cristianos de ser tristes y aburridos.

Se equivocan.

“Cargar con la cruz” no significar la negación de las gratificaciones y alegrías de la vida.

Al contrario: sacrificarse por amor genera una felicidad más plena y duradera que la que puede ofrecer la sociedad de consumo.

Fijémonos en el ejemplo de los padres de familia, que trabajan horas extra, roban tiempo al sueña y se privan de diversiones para pagar la carrera de su hijo(a).

Todo lo dan por bien empleado con tal de ver cómo éste progresa, porque quienes aman de verdad se recrean con la felicidad de las personas amadas.

Es una pregunta que Jesús nos dirige a cada uno personalmente y que nos exige una respuesta personal, sin dilación y sin excusas.

No basta con afirmar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.

Todo se quedará en una disquisición teológica, en una mera teoría mientras no asumamos con claridad su seguimiento como algo vital e intransferible.

Aquí entra en juego la afirmación de Santiago:

“¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe si no tiene obras?
¿Podrá acaso salvarle la fe?”
(Santiago 2, 14-15).

Este pasaje ha sido vendido por algunos como antítesis a la teología paulina de la justificación por la fe.

Para San Pablo las buenas acciones no nos dan ningún derecho sobre Dios, porque el amor que Dios nos tiene es absolutamente gratuito.

Es la fe en Cristo la que nos da la salvación y no las buenas obras.

Santiago no dice lo contrario, simplemente precisa que la verdadera fe se concreta con hechos en favor de los más pobres y necesitados.

El mismo San Pablo nos da a entender en su famosa apología del amor (I Corintios 13) que la fe y la esperanza desaparecerán y que los actos de amor al prójimo son los únicos verdaderamente eternizables.

San Juan es todavía más explícito:

“Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad”
(I Juan 3, 18).

Santiago se sitúa en la línea marcada por (Mateo 25, 31-46).

Este evangelista exalta en la escena del Juicio Final y llama bienaventurados a todos aquellos que, aún sin tener fe en Jesús, han socorrido a personas hambrientas, enfermas, desahuciadas, sin trabajo, sin techo, sin amigos…, con gestos de amor y entrega.

La fe o se traduce en una vida de amor o simplemente no existe. Las buenas obras, en cambio, revelan la fe de quien las realiza.

La salvación, por tanto, es don de Dios que ha de ser acogido creyendo en Él, y las buenas obras constituyen la respuesta positiva del hombre a este don gratuito.

Retomando esta idea, evocamos el ejemplo que nos transmite una bella historia oriental.

"Dos hermosos jóvenes iniciaron el noviazgo cuando ella tenía trece años y él dieciocho.
Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña.
Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia.
Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos.

La historia cuenta que habían emprendido el noviazgo con la complicidad de todo el pueblo.
Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos y se casaran.
Y así fue. Vivían muy felices.

Cuando se acercaba el aniversario de su boda, sintió ella que debía hacer algo para demostrarle su profundo amor pensó comprarle un regalo que le agradara.
Bajó al pueblo y, al pasar por una joyería, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera.
Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente y que consideraba valioso.
Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir.
Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama.
Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.

Ella pensó:
¡"Qué maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj."!
Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, se quedó angustiosamente sorprendida.
Era mucho más dinero del que había imaginado y mucho más de lo que ella había podido juntar.
Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo.
Pero ella no podía esperar tanto.

Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto.
Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural".
Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj.
Aceptó inmediatamente, se hizo cortar el pelo, compró la cadena de oro y la caja de madera, llegó a casa y esperó a que regresara al atardecer.

Ese día era el aniversario.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza.
Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado.
Ya habría tiempo después para explicárselo.

Él llegó.
Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían.
Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj.
Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba.
La caja contenía dos preciosas peinetas que había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia."

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