domingo, 31 de mayo de 2015

Mes de MARÍA - Día 31 de Mayo

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Mes de MARÍA - Día 31 de MAYO

Domingo 31/05/2015 SANTISIMA TRINIDAD

Reflexión de hoy

Lecturas


Moisés habló al pueblo, diciendo:
- «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?
Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»

Hermanos:
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritan «¡Abba!» (Padre).
Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
- «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

Palabra del Señor.

Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.

Homilía


La Santísima Trinidad es la fuente de todos los misterios.

Los Santos Padres y muchos santos significativos nos han legado escritos sobre la Trinidad sacrosanta, pero más hablando desde el corazón que desde la razón.

Santo Tomás de Aquino tiene un tratado (“De Trinitate”) que se estudia en todos los seminarios católicos de formación para el sacerdocio.

Nadie como este Santo ha profundizado en este Gran Misterio.

Pero El mismo reconoce que su inteligencia no da para más; no se puede abarcar la plenitud de Dios que es insondable para el hombre.

Lo conocemos, porque el mismo Jesús nos lo ha revelado.

El concepto que el pueblo cristiano tiene de la Trinidad es lo aprendido (para los mayores) en los viejos catecismo de Ripalda y Astete:

“Tres personas distintas y un solo Dios verdadero”

El filósofo Kant decía que para la mayoría de los cristianos era indiferente que en Dios existieses tres, cinco o diez personas, ya que el dogma trinitario nos les dice nada que sea existencialmente válido para sus vidas.

Sin embargo, lo evocamos constantemente en nuestras oraciones.

Las palabras de Jesús antes de subir a los cielos: “Id por el mundo entero, anunciad el evangelio, bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, son un mandato a significar la presencia de la Santísima Trinidad en las tareas evangelizadoras y en los sacramentos.

Y, aunque parezca mentira, abandonarnos al Misterio desde una fe confiada y solícita nos enriquece espiritualmente más que el cuestionamiento racional de lo que no abarca nuestra inteligencia.

San Ignacio sintió en la cueva de Manresa “mucho gozo y consolación” al meditar sobre la Trinidad.

Todos los días desde entonces hacían oración a las tres Personas distintamente.

Porque Dios es una Padre; no un padre sin más; es Padre de todos, y hace salir cada día el sol sobre buenos y malos. Es Padre paciente y misericordioso, con corazón grande para acoger a los pobres e indefensos.

Jesús no es Hijo de Dios sin más. Es el Hijo amado, amigo, hermano de todos.

Tampoco el Espíritu Santo es algo irreal e ilusorio; es el Espíritu del Padre y del Hijo, que está entre nosotros y nos impulsa hacia el bien.

Es el mismo Espíritu que ungió a Jesús en el Jordán, que acompañó todos sus pasos y es su legado para la etapa final de la historia de la salvación.

Las tres Personas se aman infinitamente en un intercambio amoroso y creador.

Dios es comunión.

La siguiente historia infantil nos puede ayudar a serenar nuestra mente y nuestro corazón. Se titula: “AMAR ES DARSE TODO”

“El pequeño Oscar se acercó a su mamá para decirle: “En el catecismo me dijeron que Dios es uno y tres al mismo tiempo, pero no puedo entenderlo, ¿podrías ayudarme?”.
Su mamá se quedó pensativa.
Mientras buscaba cómo responder a su hijo, llegó Don Teo, el padre de familia.
Oscar y su mamá lo saludaron y le dijeron lo que estaban tratando de entender.
Él se unió al grupo y juntos trataron de comprender de manera sencilla el dogma de la Santísima Trinidad, pero no era nada fácil.
La luz del sol fue disminuyendo.

Don Teo encendió una lámpara para iluminar la sala. Uno de los focos se fundió y él fue de inmediato a buscar uno nuevo.

Se le ocurrió una idea muy simple para dar a niño una respuesta. Mientras tanto, seguía pensando en cómo explicar el dogma de la Trinidad.Justo cuando regresaba a la sala, le vino una idea. “¡Ya lo tengo! ¡Ya sé como ayudar al niño para que comprenda la Trinidad!”.

Luego se acercó a Oscar y le preguntó: “¿Qué tengo en mi mano?”. El pequeño le contestó: “Un foco”.El padre movió la cabeza en señal de afirmación. Luego le pidió al pequeño que no perdiera de vista el foco.

Lo colocó en el lugar del que se había fundido y después, como si fuera el presentador de un teatro, gritó: “¡Tenemos un foco!”.

La mamá y el niño se miraron mutuamente porque no comprendían lo que estaba sucediendo. Mientras tanto, Don Teo caminó hacia el interruptor de luz y encendió el foco. Luego pidió aplausos.

Oscar pensó que su papá se había vuelto loco y le dijo: “Estábamos hablando de la Trinidad y tú te pones a hablar de focos, ¿Qué relación hay entre este foco y la Trinidad?

Don Teo cargó en sus brazos al niño y le pidió que pusiera su pequeña mano cerca del foco encendido para que sintiera su calor. Después le dijo: “No soy muy bueno para explicar el catecismo, pero creo que el foco me podrá ayudar.

Tenemos un solo Dios en tres personas distintas. Es algo así como este foco, que es uno, pero al mismo tiempo es fuente de luz y de calor”.

Oscar le pidió que fuera más claro.

Don Teo le dijo: “Dios Padre es como el foco que origina la luz y el calor.

Dios Hijo es como la luz que surge del foco.

Es distinta al foco, pero llega a todos los rincones”.

Oscar entendió que el Hijo de Dios es como la luz del Padre que se da a conocer al mundo.

Don Teo continuó: “Con tu mano sentiste el calor que surge del foco.

El calor tampoco es el foco, ni su luz.

Es algo distinto que surge del foco y de la luz.

El calor es como el Espíritu Santo que procede de Dios Padre y de Dios Hijo”.

Oscar se quedó un poco pensativo, pero luego dijo: “el foco no es la luz ni el calor. La luz no es el foco ni el calor.

El calor no es el foco ni la luz. Son tres cosas distintas, pero al mismo tiempo están unidas”.


El niño y la mamá se quedaron con la boca abierta por la explicación de Don Teo y tuvieron que reconocer que se había esforzado por ayudarles a comprender.

Entonces los dos juntos aplaudieron y le dijeron: “¡Ahora sí que se te prendió el foco!”

Foco, luz y calor son una misma unidad.

Dios forma en sí mismo una familia que se nos da por entero. No lo vemos, pero sentimos su misteriosa presencia y el AMOR que irradia.

Hoy celebramos la vida de Dios, su comunión íntima.

La misma Iglesia fundada por Jesús es un Misterio de comunión que nos arrastra al consenso, al diálogo, a la participación, al amor mutuo, a la diversidad dentro de la misma dignidad. Este es el ideal cristiano.

Ahora podemos saludar con gratitud, al hacer la señal de la cruz, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, glorificar su nombre y proclamar nuestra fe recitando el Credo Niceno.