miércoles, 3 de octubre de 2012

Lecturas



Respondió Job a sus amigos:
«Sé muy bien que es así: que el hombre no es justo frente a Dios.
Si Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de mil razones una. ¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso? Él desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera; estremece la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y camina sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur; hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa, ¿quién se la quitará?; ¿quién le reclamará: “Qué estás haciendo’?
Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él.
Aunque tuviera razón, no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso.


En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: -«Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: -«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: -«Sígueme.»
Él respondió: -«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: -«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios. »
Otro le dijo: -«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. »
Jesús le contestó: -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Palabra del Señor.

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