jueves, 24 de noviembre de 2011

Pablo Le Bao -Think

De la carta de San Pablo Le-Bao Think enviada en 1843 a los alumnos del Seminario Ke-Vindel.

Yo, Pablo, encadenado por el nombre de Cristo, quiero narrarles las tribulaciones en las que me veo sumergido cada día, de tal modo, que ustedes, por amor a Dios, le ofrezcan conmigo ardientes alabanzas, porque es eterna su misericordia.
Esta cárcel es realmente la imagen del infierno eterno; a toda clase de crueles suplicios, como son las esposas, las calumnias, las palabras obscenas, las disputas, los actos perversos, los juramentos injustos, las maldiciones y por último las angustias y la tristeza.
Pero Dios que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno encendido, siempre me está presente, y me ha librado de estas tribulaciones y las ha convertido en dulzura, porque es eterna su misericordia.

En medios de estos tormentos, que suelen quebrantar a los demás, por la gracia de Dios, yo estoy colmado de gozo y alegría, porque no estoy solo sino con Cristo.

Es nuestro Maestro el que soporta todo el peso de la cruz, y a mí solamente me deja la mínima y última parte. Él no es solo espectador de mi combate, sino que lucha y vence y consuma mi certamen. Por eso tiene sobre su cabeza la corona de la victoria, de cuya gloria también participa sus miembros.

¿ Cómo podría yo soportar este espectáculo al ver todos los días a los emperadores, a sus mandarines y a todos sus satélites blasfemar su santo nombre, Señor que te sientas sobre Querubines y Serafines? Mira, ¡ tu cruz es conculcada por los pies de paganos! ¿ Dónde está tu gloria? Al ver todas estas cosas, prefiero, encendido en tu amor, una vez cortados mis miembros, morir dando testimonio de tu amor.

Muéstrame Señor, tu poder, sálvame y sostenme, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificado ante los pueblos, no sea que, si llegara a vacilar en el camino, tus enemigos puedan levantar altivamente la cabeza.

Hermanos queridísimos, al oír estas cosas, con alegría den gracias inmortales a Dios, de quién procede todo bien, bendigan conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu exulta en mi Dios, porque miró la humildad de su servidor y por ello me llamarán feliz las generaciones futuras: porque es eterna su misericordia. Alaben al Señor todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos, porque Dios eligió lo débil del mundo, para confundir lo fuerte, y Dios eligió lo vil, y despreciable del mundo para confundir lo noble. A través de mi boca y de mi inteligencia confunde a los filósofos que son discípulos de la sabiduría de éste mundo, porque es eterna su misericordia.

Les escribo todo esto, para que se unan la fe de ustedes y la mía. En medio de ésta tempestad, arrojo el ancla hasta el trono de Dios; la esperanza viva que está en mi corazón.

Más ustedes, hermanos queridísimos, corran de manera de alcanzar la corona, revistan la coraza de la fe y tomen la armadura de Cristo a diestra y siniestra, como enseñan San Pablo, mi patrono. Mejor es para ustedes entrar en la Vida con un solo ojo o lisiado, que ser arrojado fuera con todos los miembros.

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