domingo, 15 de mayo de 2011

Homilía


El Domingo 4º de Pascua recibe el título del Buen Pastor y es el día destinado para pedir por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Se le llama así, porque en los tres ciclos litúrgicos se leen siempre fragmentos de la alegoría del Buen Pastor.
Israel fue desde siempre un pueblo de pastores fijos o nómadas y de agricultores, pero prevalecía su predilección por el pastoreo.
La imagen del buen pastor estaba profundamente enraizada en el trabajo y en el corazón de la gente. Los profetas la utilizan a menudo para hablar del corazón de Yahvé, que cuida con mimo a su pueblo, a su rebaño, guiándolo y conduciéndolo por buenos pastos y asegurándolo de las asechanzas de sus enemigos.
Por eso, el buen pastor era considerado y admirado por los suyos como un pequeño héroe.

Jesús se define a sí mismo como el BUEN PASTOR, que cuida, guía y protege a su rebaño con el poder que da su autoridad, pero también como la PUERTA DE LAS OVEJAS.

El Buen PASTOR.

La palabra “poder” ha sido una de las más desvirtuadas en la sociedad contemporánea, especialmente en las democracias; las dictaduras todos sabemos lo que son.
El poder democrático emana, en teoría, de la voluntad del pueblo, que elige a los candidatos por los que quiere ser gobernado, pero ignora cómo se van a comportar en realidad.
Es cierto que existen gobernantes honrados y buenos servidores del pueblo, pero abundan las corruptelas al amparo del poder. Muchos se han enriquecido aprovechándose de su cargo, y casi todos, sea cual sea su signo político, han blindado sus sueldos y se han rodeado de privilegios, exenciones, pagos por comisión, abonos gratuitos de transporte, pensiones vitalicias y otras prebendas que escandalizan a los ciudadanos honrados. Casi todos se aseguran su futuro económico y el de su familia.
Es la democracia, y con la mayoría en le Parlamento, se aprueban con frecuencia leyes injustas que atentan contra los derechos fundamentales del hombre y esclavizan su porvenir. Ha ocurrido en España con la mal llamada “Ley de salud sexual y reproductiva” y otras que impone la ideología del poder hegemónico de turno.
¿ Hasta dónde llega su servicio al pueblo?

“No ha de ser así entre vosotros”- decía Jesús (mt 20, 26).
El que tiene el poder es el primero que debe dar ejemplo en el servicio, buscando el bien común y no sus propios intereses, defendiendo la realización plena de las personas y sacrificándose, si fuese necesario, en beneficio de los más indefensos y necesitados.


El poder de Jesús emana de su autoridad: “Habla como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos”, decía la gente. Y su autoridad parte de haber renunciado a todo poder y entregarse con amor al servicio y a la valoración de la dignidad humana.
Por eso su voz llega al corazón y provoca adhesiones en su rebaño, que lo identifica como su PASTOR SUPREMO, que alimenta, guía, cuida y ama a los suyos.

Quienes gobiernan el rebaño actual de Jesús, la Iglesia, el “nuevo Pueblo de Dios, como lo define el Concilio Vaticano II, deben seguir su ejemplo y no dejarse llevar de las vanidades del mundo, del boato o la ostentación, de la ambición por el poder o de la tiranía.
Sin amor no se puede servir. Y a los buenos pastores se los conoce por sus frutos.
Si los responsables de la Iglesia sirven a su grey, hasta dar la vida por ella, harán más reconocible el mensaje evangélico.

“Yo soy la Puerta de las ovejas”

El título de “Pastor” lo confirió también Jesús a sus amigos, los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, y sus sucesores, los obispos. Igualmente todos somos “pastores” en pequeña escala de nuestro rebaño familiar.
Pero ninguno de nosotros se puede llamar a sí mismo “puerta de las ovejas”, porque sólo Cristo tiene la llave de la Puerta de la salvación.
La imagen de la “puerta” es un símbolo maravilloso del mensaje de Jesús, que nos invita a traspasar el umbral y entrar, pero sin presiones o coacciones interiores. El quiere que accedamos libremente; respeta nuestro libre albedrío.
Es verdad que la invitación de Jesús a “entrar por la puerta estrecha” requiere sacrificios y luchar contra corriente, pero el premio es inmenso: “ Quien entre por mí se salvará”... y encontrará pastos” (Jn 10, 9 ).

Unamuno pedía a Dios que le agrandase una puerta, hecha para los niños, o al menos volver a la edad bendita de la infancia en que vivir es soñar.
Nos falta la actitud de confianza y la humildad de los niños para ser receptivos al mensaje y a la persona de Jesús. Si nos abrimos a El seguramente se agrandará la puerta para acogernos.
Las 3.000 personas que se agregaron al número de los seguidores de Jesús el día de Pentecostés, después del discurso de Pedro, atestiguan que las puertas del Cielo están abiertas, a nuestro alcance. Para esto murió y resucitó Jesús.

Hoy, más que nunca, sentimos la necesidad de adentrarnos en el Camino que nos lleva a la escucha de la voz del Pastor, al refugio de su redil y, al mismo tiempo, darnos cuenta que existen mejores horizontes que los auspiciados por los palabreros modernos de la demagogia y la mentira, que proliferan como chinches en el inmenso mercado de la desvergüenza y la desfachatez.
El pastoreo de Jesús nos lleva por los dulces pastos de la libertad y la comprensión. “El me guía por el sendero justo”...” y, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque vas conmigo” (Salmo 22).


¡Feliz Domingo!

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