domingo, 28 de febrero de 2010

Homilía


¿CÓMO ES NUESTRA ESCUCHA?
Cuando no se escucha la voz del pueblo ni a la propia conciencia

Este pasado 24 de Febrero ha sido una fecha triste y decepcionante en la Historia de España; una fecha que pasará factura negativa por tanto egoísmo y desfachatez.
El Senado, en un contexto de radical división, ha desoído el clamor popular por la vida.
Una vez más, el Gobierno ha abusado de su poder e incumplido su promesa de consenso para conseguir con engaño, manipulación y compra de votos que una mayoría de funcionarios-senadores (fieles a la pesebrera) consagren el derecho a matar.
Esta ley del aborto es injusta, inhumana, violenta y dañina para la mujer.
La Conferencia Episcopal ha denunciado a través de su portavoz esta horrenda ley.
Los cristianos lucharemos con las armas de la democracia para que sea derogada cuanto antes, provocando la derrota en las urnas de quienes han hecho posible semejante atropello.
La Historia colocará en su sitio este crimen contra la humanidad, que entrará a formar parte de puntos negros como la esclavitud y el genocidio nazi.
Cuando cuenta más la disciplina de partido que la conciencia y el derecho, ocurren estos hechos lamentables.

Saber escuchar

Después de este inciso necesario, de rabiosa actualidad, quiero hacer hincapié en el punto clave de la liturgia de este Domingo LA ESCUCHA.
Sigue siendo, después de más de dos siglos de cristianismo, el gran desafío de los hombres de hoy, tan influenciados de principios democráticos, pero empapados de personalismos y palabras vacías.

¿Quién escucha a quién en esta difícil coyuntura económica que estamos pasando?
¿Existe voluntad real de abordar entre todos la solución de los problemas, o sigue prevaleciendo la eterna lucha por el poder y por mantenerlo a cualquier precio?


Por otro lado, el mundo de la comunicación resulta a veces un diálogo de sordos, de rebates y descalificaciones, con miras interesadas y frecuentemente mediatizadas por la voluntad del que paga. Basta enchufar las cadenas de TV para caer en la cuenta de esta polarización. ¿Dónde está nuestra libertad, nuestro criterio independiente, nuestra noble actitud de escucha, que dé cabida en nuestro corazón a quien intenta comunicarse con nosotros?

La vida cristiana se amasa con otra pasta

La escucha es nuestra vara de medir nuestra fe, pues si no escuchamos al hombre, tampoco escuchamos a Dios.
Pedro, en monte Tabor, no siente la necesidad de aprender de los demás. Por eso, no dialoga ni escucha (más bien propone y manda), hasta que la decepción y el desengaño, tras una dura experiencia de desierto, le ayudan a buscar la verdad. Y la verdad está en Dios.

Jesús sube con los discípulos a la montaña para ORAR En la oración halla la motivación y el camino para afrontar las dificultades. Recurre siempre a ella, sobre todo en los momentos cruciales de su vida: el desierto, el Tabor, el Monte de los Olivos..., a medida que va experimentando el “fracaso” de su misión y presiente su muerte. En esos momentos no le preocupan ni el éxito ni el fracaso, sino su fidelidad a la voluntad de Dios, al proyecto que el Padre le ha confiado en un mundo complejo, ambiguo y lleno de contradicciones. Necesita el retiro del silencio para su comunión íntima con el Padre.

Escuchar a Dios

No es ésta una expresión vana, porque estamos convirtiendo nuestros pueblos y ciudades en una mezcla inacabada de voces y gritos.
¿Cómo prestar atención?
Las sombras de la fama, el poder mediático de la palabra y la imagen condicionan de tal manera nuestra vida, que nos creamos necesidades superfluas, porque no identificamos bien la bondad del producto.
Hemos convertido la palabra en un gigantesco mercado de compra-venta, en un trágico desafuero a la credibilidad y a la inteligencia.
Escuchar a Dios nos ayudará a desenmascarar a los ídolos de nuestro tiempo y a poner el énfasis en lo que merece realmente la pena: el valor de la vida misma.

Los Beatles compusieron sus más bellas canciones, que aún siguen dando la vuelta al mundo, desde la contemplación en un monasterio de la India; San Ignacio de Loyola escribió los “Ejercicios Espirituales” en el silencio de la cueva de Manresa... La enumeración sería muy larga.

El silencio es el espacio de los espíritus grandes y el marco de la respuesta ante Dios

Cada vez sentimos más apremiante la llamada de acudir a EL, para envolvernos en la contemplación, en la presencia misteriosa de Dios, en la acogida... Así, hasta el mismo aire se transforma en mensaje de esperanza y en llamada a transformar nuestra sociedad de ruidos perturbadores, que despiertan agresividad y malestar; un aire que limpie las nubes de nuestras confusiones y abra nuestros oídos a la palabra salvadora del Padre Celestial emitida en el bautismo de Jesús en el Jordán y en su transfiguración en el monte Tabor:

“Este es mi Hijo amado, escuchadle”

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