15/05/2009, Viernes Quinto de Pascua
Realizada por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s.m.
SAN ISIDRO LABRADOR
San Isidro es un santo muy popular, cuya veneración se ha extendido por todo el orbe católico y es singularmente conocido por los pueblos y aldeas agrícolas, que le tienen como patrono y con ocasión de esta fiesta sacan en procesión al santo por los campos.
Sabemos poco de la vida de San Isidro, salvo leyendas en torno a sus supuestos milagros, transmitidos con devoción e ingenuidad infantil por cristianos fervorosos.
Las pinturas y esculturas de la imagen de San Isidro lo colocan al lado de una pareja de bueyes y un ángel tirando del arado, mientras el Santo reza en el templo.
De los escasos datos biográficos que poseemos se deduce que nuestro Santo nació en Madrid, a finales del s.XI cuando la futura “Ciudad de la Villa y Corte” contaba con unos 2.000 habitantes. Era una villa fundada por los árabes como avanzadilla defensiva de la Imperial Toledo y reconquistada por Alfonso VIII en 1.083.
Por entonces contaba con varias iglesias, entre ellas la de “Santa María”, que conservaba la imagen de la Almudena y, sobre todo, la de “San Andrés”, próxima a la casa de Juan Vargas donde Pedro servía como agricultor de sus extensos campos.
Aquí está enterrado, aunque no se sabe dónde fue bautizado.
San Isidro fue un santo laico, santificado como tal. Juan Diácono, que escribió su biografía un siglo después de su muerte, describe a Isidro como un hombre de intachable conducta que, junto a su esposa, María de la Cabeza y su hijo, llevó una vida familiar encomiable, avalada por su profunda devoción religiosa.
Si repasamos el santoral de la Iglesia constatamos que el 93% de los santos se significaron por su vida celibataria y consagrada.
San Isidro se santificó con su trabajo diario y con su vida familiar de esposo y padre.
Si poco conocida es la vida de San Isidro lo es menos la de su esposa, Santa María de la Cabeza, que convivió con él en íntima pertenencia y le acompañó en la hora de su muerte, acaecida hacia 1.170
Aún no había nacido Francisco de Asís cuando San Isidro proveía de alimento- dentro de su pobreza- a los más necesitados y a las aves del cielo.
Juan Diácono afirma que en los días del crudo invierno, llevando al hombro un saco de trigo, lo desparramó entre una bandada de palomas, ateridas por el frío y por el hambre, encontrándoselo lleno de nuevo al llegar al molino.
Es deliciosa la historia de su oración en la iglesia de la Magdalena después de haber dejado su borrico atado a la puerta. Unos niños entraron corriendo: ” ¡Levántese, padre Isidro, que un lobo se va a comer su borrico!”
Cuenta la leyenda que Isidro los calmó diciendo: ”Marchaos en paz y que se haga la voluntad de Dios”. Y, al terminar su oración, se encontró al burro sano y salvo y al lobo muerto a sus pies.
Estas y otras muchas leyendas que se cuentan de él podrían haberse incorporado a las famosas Florecillas de San Francisco.
De aquella villa agrícola donde trabajó Isidro no ha quedado más que el recuerdo, porque hoy Madrid se ha convertido en una Ciudad industrial, moderna y futurista.
La paradoja ha querido que su santo patrón fuera un labrador sencillo, servicial, trabajador y honrado, con pocas letras y mucha caridad, precisamente las virtudes que adornaron a nuestra Madre del Cielo y que aireamos con nuestros cantos durante este mes de Mayo.
Para ser santo no es necesario ostentar cargos importantes ni galardones humanos que nos hacen destacar sobre los demás, sino SERVIR CON AMOR y ampliar ese amor a todas las criaturas. Es lo que hizo Isidro, que fue beatificado en 1.619 por Paulo V en la Basílica española de “Santa Maria la Maggiore” de Roma fijando su fiesta el 15 de Mayo” con oficio y misas propias para España, Portugal, Algarbes, Indias Occidentales y Orientales, y en Madrid, con el octavario de oraciones, correspondiente al patrón.
Tres años más tarde, en 1.622, fue canonizado por el Papa Gregorio XV junto a otros tres insignes santos españoles: Felipe Neri. Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teresa de Avila, además del italiano Se organizaron con motivo de tal evento extraordinarios festejos y justas poéticas con suculentos premios, de los que se llevó Lope de Vega la mejor parte. Suyos son estos versos:
“Canto al varón celebrado
sin armas, letras ni amor,
que ha de ser un labrador
de manos de Dios labrado,
sujeto de mi labor”.
San Isidro, es honrado por toda la cristiandad como patrón de los labradores.
El pueblo de Madrid le rinde homenaje cada año en las praderas aledañas donde él labraba los campos y “sembraba” los surcos de oraciones.
¡Que El nos proteja en estos momentos de crisis económica aguda, cuando aumenta cotidianamente la larga caravana de necesitados!
¡Que la Virgen María, a quien San Isidro invocaba con tanto fervor, fortalezca nuestra fe, como lo hizo con los Apóstoles en la Iglesia naciente!
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