Señor: tu también tienes una Madre.
La tuya está en el cielo.
Es María, pero en algún tiempo estuvo en la tierra.
Ayúdanos. pues, a pedir por nuestras madres, aunque tu no necesitas pedir por la tuya.
Ellas -nuestras madres- siempre están pidiendo por nosotros.
Justo es que nosotros alguna vez pidamos por ellas.
De las madres se han dicho cosas bellísimas.
Todas se las merecen ellas.Ojalá nunca pudiera decirse nada malo de las madres.
Sin embargo..., y para que no se diga.
Señor, concédenos madres que sepan cuál es el fin principal de ellas: la maternidad.
Que jamás traicionen esa misión tan maravillosa.
El amor de instinto no basta.Que amen a Dios en sus hijos.
Que todo su amor sea para encaminarlos a él.Con amor que lleve hasta el sacrificio.
La madre debe ser toda para sus hijos.
Tiene que ser capaz de sacrificar por ellos su cuerpo, su belleza.
Olvidarse de todo menos de que es madre.Siempre para sus hijos.
No sólo madre al traerlos al mundo, si no siempre.
Hasta la muerte.
Que críen a sus hijos con esmero y delicadeza, y que sean ellas quienes los eduquen directamente.
No hay pretexto que las exima de ese deber.
Educándolos. vigilándolos; con una educación completa, con una vigilancia llena de amor y caridad.
Haz, Señor, que el modelo de nuestras madres sea tu Madre bendita.
Que la protectora de nuestras madres sea ella, Maria.
Que a ella acudan en sus afanes. Que a ella imiten en sus acciones.
Ella, Maria, tu Madre -también nuestra Madre- siguió todos tus pasos, sin dejar un instante de manifestar.
Madre.
Así necesitamos a nuestras madres: ¡siempre madres!
Lo más sublime de una mujer es ser madre buena.
Señor, haz que así sean ellas.
Amén.
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