En la provincia romana de Asia Menor, conmemoración de los santos Quirico y Julita, mártires.
Quirico era un niño prodigio que fue mártir a los tres años, en Cilicia, junto con su madre Julita, matrona cristiana de Iconío. Unos dicen que era de Antioquía de Siria, y otros que era de Tarso de Cilicia. Se dice que mientras a su madre la martirizaba, él también confesaba que era cristiano, con lo cual el prefecto le cogió por los pies, y los estampó contra la pared destrozándole el cráneo, durante la persecución de Diocleciano. Pero todo es leyenda.
Su nombre es una forma alterada de “Syr” (Syrus), que es una denominación genérica que se usaba en las Galias para nombrar a todos los extranjeros venidos de Oriente, en especial, de Siria.
Las «Actas de Ciríaco y Julita» fueron proscritas en el decreto de Pseudo-Gelasio en relación con los libros que no debían ser leídos y, a pesar de que esta ordenanza no procedía del Papa San Gelasio, llega hasta nosotros revestida con la autoridad de su antigüedad y de haber sido generalmente aceptada. El padre Delehaye favorece la opinión de que Ciríaco fue el verdadero mártir y el personaje central de la leyenda fabricada posteriormente. Tal vez procedía de Antioquía, como se afirma en el Hieronymianum, pero lo cierto es que su nombre aparece solo y no unido al de Julita en muchas inscripciones y dedicatorias de iglesias y lugares diversos, en toda Europa y el Cercano Oriente. Las muy diversas formas en que se ha conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de su popularidad.
De Julita se piensa que es la misma santa de Cornualles llamada Juliot. Se piensa que era de sangre real, nieta de reyes y que poseía muchas riquezas, pero las repartió entre los pobres, antes de huir con su hijo, tras la persecución; sufrió martirio durante la persecución de Diocleciano, junto a su hijo Quirico o Ciro. Se negó a ofrecer sacrificios a los dioses y después de atormentarles los decapitaron. El concilio de Trento negó su existencia.
Quirico era un niño prodigio que fue mártir a los tres años, en Cilicia, junto con su madre Julita, matrona cristiana de Iconío. Unos dicen que era de Antioquía de Siria, y otros que era de Tarso de Cilicia. Se dice que mientras a su madre la martirizaba, él también confesaba que era cristiano, con lo cual el prefecto le cogió por los pies, y los estampó contra la pared destrozándole el cráneo, durante la persecución de Diocleciano. Pero todo es leyenda.
Su nombre es una forma alterada de “Syr” (Syrus), que es una denominación genérica que se usaba en las Galias para nombrar a todos los extranjeros venidos de Oriente, en especial, de Siria.
Las «Actas de Ciríaco y Julita» fueron proscritas en el decreto de Pseudo-Gelasio en relación con los libros que no debían ser leídos y, a pesar de que esta ordenanza no procedía del Papa San Gelasio, llega hasta nosotros revestida con la autoridad de su antigüedad y de haber sido generalmente aceptada. El padre Delehaye favorece la opinión de que Ciríaco fue el verdadero mártir y el personaje central de la leyenda fabricada posteriormente. Tal vez procedía de Antioquía, como se afirma en el Hieronymianum, pero lo cierto es que su nombre aparece solo y no unido al de Julita en muchas inscripciones y dedicatorias de iglesias y lugares diversos, en toda Europa y el Cercano Oriente. Las muy diversas formas en que se ha conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de su popularidad.
De Julita se piensa que es la misma santa de Cornualles llamada Juliot. Se piensa que era de sangre real, nieta de reyes y que poseía muchas riquezas, pero las repartió entre los pobres, antes de huir con su hijo, tras la persecución; sufrió martirio durante la persecución de Diocleciano, junto a su hijo Quirico o Ciro. Se negó a ofrecer sacrificios a los dioses y después de atormentarles los decapitaron. El concilio de Trento negó su existencia.
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