En Roma, beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y además estuvo siempre atenta a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos.
Nació en Siena. Era hija de un farmacéutico sin mucha fortuna de Siena. Sus padres: Luis Giannetti y María Santa Masi. Se trasladó con su familia a Roma donde fue alumna del colegio de las Maestras Pías, pero apenas aprendió a leer pero jamás a escribir. Se colocó en casa de una señora que tenía un taller de ovillo en la que se mostró diestra. Cuando tenía 14 años presenció cómo su madre atendía y amortajaba el cuerpo llagado del peregrino san Benito José Labre, que con 35 años moría en las escalinatas de la iglesia Madonna de Monti. Después trabajó como criada en el palacio Maccarani, donde también trabajaba su padre, y allí conoció a su futuro marido.
A los 21 años (1790) se casó con Domenico Taigi, camarero de la familia romana de los Chigi, a quién le dio siete hijos, de los que murieron tres a tierna edad. Durante un breve período tuvo una vida frívola, amante de los vestidos y de las fiestas, hasta que un religioso la hizo observar su vanidad. Se hizo Terciaria trinitaria en 1808. La paga del marido era muy escasa para una familia, y Ana María tuvo que pensar, para tirar la prole adelante y mostrarse siempre amable hacia su marido, que solía tener un carácter insoportable. Su gran virtud consistió en mostrarse siempre serena y sonriente incluso en los momentos más difíciles. Si un niño rompía un plato decía: "Es necesario dar trabajo a los alfareros". Si el marido llegaba de noche tarde, ella estaba allí con la sopa caliente. El secreto de esta serenidad estaba en la oración. Pero confesaba que tenía tentaciones fortísimas y que las vencía con la ayuda de María.
Al envejecer no disminuyó su ritmo de trabajo, a pesar de que sufría reumatismo, asma, gota y hernia. Cuando tenía momentos de éxtasis, le decía al Señor: "Déjame tranquila. Yo tengo mis ocupaciones. Soy una madre de familia". Sonreía siempre entre los sufrimientos diciendo "Las penas del purgatorio serán peores". Fue favorecida con el don de profecía, leía los pensamientos y describía sucesos que sucedían en lugares distantes. Su casa fue lugar de encuentro de cardenales y otros dignatarios que iban a pedirle consejo entre ellos se destaca a María Luisa de Borbón, los santos Gaspar del Búfalo y Vicente Pallotti. Sufrió fortísimos dolores de cabeza y meditaba la pasión de Cristo. Murió a los 68 años. En su proceso de beatificación su marido dijo: "Ella hacía continuamente milagros mirando por las necesidades de la familia. ¿Qué podría hacer yo con seis escudos al mes? Dejaba que ella hiciera, porque me había dado cuenta que cuando ella había pagado, la Providencia venía siempre en nuestra ayuda". Fue beatificada el 30 de mayo de 1920 por SS Benedicto XV. Su sepulcro se encuentra en la iglesia de San Crisógono de los trinitarios en Roma.
Nació en Siena. Era hija de un farmacéutico sin mucha fortuna de Siena. Sus padres: Luis Giannetti y María Santa Masi. Se trasladó con su familia a Roma donde fue alumna del colegio de las Maestras Pías, pero apenas aprendió a leer pero jamás a escribir. Se colocó en casa de una señora que tenía un taller de ovillo en la que se mostró diestra. Cuando tenía 14 años presenció cómo su madre atendía y amortajaba el cuerpo llagado del peregrino san Benito José Labre, que con 35 años moría en las escalinatas de la iglesia Madonna de Monti. Después trabajó como criada en el palacio Maccarani, donde también trabajaba su padre, y allí conoció a su futuro marido.
A los 21 años (1790) se casó con Domenico Taigi, camarero de la familia romana de los Chigi, a quién le dio siete hijos, de los que murieron tres a tierna edad. Durante un breve período tuvo una vida frívola, amante de los vestidos y de las fiestas, hasta que un religioso la hizo observar su vanidad. Se hizo Terciaria trinitaria en 1808. La paga del marido era muy escasa para una familia, y Ana María tuvo que pensar, para tirar la prole adelante y mostrarse siempre amable hacia su marido, que solía tener un carácter insoportable. Su gran virtud consistió en mostrarse siempre serena y sonriente incluso en los momentos más difíciles. Si un niño rompía un plato decía: "Es necesario dar trabajo a los alfareros". Si el marido llegaba de noche tarde, ella estaba allí con la sopa caliente. El secreto de esta serenidad estaba en la oración. Pero confesaba que tenía tentaciones fortísimas y que las vencía con la ayuda de María.
Al envejecer no disminuyó su ritmo de trabajo, a pesar de que sufría reumatismo, asma, gota y hernia. Cuando tenía momentos de éxtasis, le decía al Señor: "Déjame tranquila. Yo tengo mis ocupaciones. Soy una madre de familia". Sonreía siempre entre los sufrimientos diciendo "Las penas del purgatorio serán peores". Fue favorecida con el don de profecía, leía los pensamientos y describía sucesos que sucedían en lugares distantes. Su casa fue lugar de encuentro de cardenales y otros dignatarios que iban a pedirle consejo entre ellos se destaca a María Luisa de Borbón, los santos Gaspar del Búfalo y Vicente Pallotti. Sufrió fortísimos dolores de cabeza y meditaba la pasión de Cristo. Murió a los 68 años. En su proceso de beatificación su marido dijo: "Ella hacía continuamente milagros mirando por las necesidades de la familia. ¿Qué podría hacer yo con seis escudos al mes? Dejaba que ella hiciera, porque me había dado cuenta que cuando ella había pagado, la Providencia venía siempre en nuestra ayuda". Fue beatificada el 30 de mayo de 1920 por SS Benedicto XV. Su sepulcro se encuentra en la iglesia de San Crisógono de los trinitarios en Roma.
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