domingo, 9 de noviembre de 2014

Homilía


El Templo erigido sobre el monte Sión, lugar de la presencia eterna de Dios, ocupa el corazón de Jerusalén y de todo el judaísmo, hasta el punto que no se puede entender éste sin el Templo.

El templo tiene un carácter salvífico, pero cuando escribe Ezequiel está destruido.

Por eso el tiempo apunta aun tiempo futuro de esperanza, centrado en el manantial de agua surgido del Templo, que limpia, purifica, fecunda y sanea todo, incluso los barrancos que descienden hasta el Mar Muerto.

Para los cristianos, sin embargo, la salvación no proviene de un edificio humano, por muy sagrado que se le considere, sino de Cristo, con cuya muerte se rasgó el velo del templo para que todos tengamos acceso directo a la divinidad, sin barreras que impidan la comunicación con Él.

En este sentido, San Pablo, desde la experiencia vivida en Corinto, es tajante al afirmar que el culto a la personalidad crea divisiones en las comunidades y obstaculiza su crecimiento.

Si cada uno busca sus intereses al margen del grupo o de la congregación a la que pertenece, deteriora las relaciones interpersonales y contribuye con su actitud al descrédito propio y al de los suyos.

No en vano afirma San Pablo, que emplea con frecuencia la metáfora del templo, que “mire cada uno cómo construye” (I Corintios 3, 11).

Según su teología, todos somos “templos de Dios y el Espíritu habita en nosotros” (I Corintios 3, 17).

Un templo edificado con envidias y disensiones y sin el aditamento del amor no es templo de Dios, de la misma manera que una comunidad sin espíritu y sin entrega mutua no es la comunidad de Jesús.

Nos toca a todos construir este templo vivo, que es el Pueblo de Dios, sobre el cimiento de Cristo para llegar a ser una familia unida por lazos fraternos.

La expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén es una firme respuesta de Jesús a los que utilizan los lugares sagrados en beneficio propio.

Para Jesús, a pesar de lo aparatoso de la acción, el templo de piedra no es esencial.

Por eso anuncia que puede ser derribado y Él lo reconstruirá en tres días, los tres días de la resurrección. Esto da pie al evangelista Juan para afirmar que el verdadero templo es el mismo Jesucristo resucitado.

De hecho los primeros cristianos utilizaban sus casas para reunirse y celebrar juntos la fracción del pan”, la Eucaristía. Al crecer las comunidades, se edificaron templos, catedrales y basílicas de grandioso aspecto, expresión de una fe viva, que le parecía poco todo lo que se hiciera para alabar a Dios.

Incluso los pueblos más pequeños contaban con hermosas iglesias y una torre con campanario para destacar la primacía de Dios.

Hoy muchos de estos lugares son visitados por turistas para admirar su arquitectura y los maravillosos retablos, hechos para catequizar a la gente analfabeta, la mayoría de la sociedad de entonces, pero no para rezar. Falta fe.

En las ciudades sobresalen los rascacielos, lujosos bancos y oficinas de empresas multinacionales. Los templos, en cambio, suelen ser construcciones sencillas, con salas para las reuniones y zonas de acogida para los más necesitados.

Estamos llamados, con el papa Francisco, a reformar la Iglesia de la opulencia y el poderío, en una Iglesia pobre y para los pobres, donde resplandezca el servicio desinteresado y la acción misericordiosa.

Siempre es bueno contar con ídolos de referencia moral, como el actual Papa o el recientemente preconizado arzobispo de Madrid, Mons.Carlos Osoro, con el fin de afrontar los retos de una sociedad afectada por los virus del neopaganismo, la ausencia de Dios y las ideologías destructivas.

Ambos, de perfiles parecidos, desean una Iglesia misionera y predican con el ejemplo visitando las cárceles, los hospitales, los centros de inmigración o acogiendo a todos con los brazos abiertos, aunque profesen otra fe y tengan ideologías distintas.

Necesitamos testigos contra la intolerancia, que fortalezcan los pilares de la fe y transmitan la alegría de ser y sentirnos cristianos.

Testigos que denuncien los abusos de extremismos como el del Estado Islámico, creado sobre bases de violencia y de terror, que cuenta con adeptos en todo el mundo, y que es una muestra de la espiral del mal, que crece ante la pasividad de las Grandes Potencias, que poco hacen por defender a los ciudadanos del bien.

Hoy, según una tradición que arranca del s.XII, se celebra el aniversario de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán construida por el emperador Constantino en Roma.

Es una fiesta iniciada en Roma, que posteriormente se extendió a toda la Iglesia de rito romano para de honrar aquella basílica en señal de amor y unidad con la cátedra de San Pedro.

La basílica, dedicada a San Juan Bautista es la cátedra del Papa, la sede del obispo de Roma, desde la cual ejerce su autoridad sobre las demás iglesias y templos del mundo, y en armonía con todos los obispos y con todo el pueblo cristiano.

Damos gracias a Dios por habernos bendecido con el Papa Francisco y rezamos por él y por toda la Iglesia, para que sean fieles a la misión que Jesús les ha encomendado.

Ejemplo de cómo la unión hace las fuerza.

“Cuentan que un rey, poco antes de morir, mandó a sus 7 hijos al campo para que cada uno le trajese un mimbre seco.

Pocas horas después volvió cada uno con un mimbre seco en la mano.

El padre tomó el mimbre del hijo mayor y se lo entregó al más pequeño para que lo partiera; algo que hizo sin esfuerzo alguno.

Uno por uno, todos los hermanos, a requerimiento de su padre, partieron el mimbre con facilidad.

Después les ordenó que trajeran cada uno otro mimbre del campo.

Cuando regresaron, el padre tomó los 7 mimbres, hizo un haz, lo ató con un junco y mandó partirlo con la mano, pero ninguno fue capaz de hacerlo, ni dos juntos, ni tres, ni todos juntos.

Entonces el padre les dijo: “Mientras todos estéis unidos como hermanos, nadie se burlará de vosotros, ni os hará mal, ni os vencerá”.

Pero si os separáis o reina entre vosotros la desunión, fácilmente seréis vencidos”


La Iglesia, asentada en sólidos cimientos y unida, es un bastión frente a los enemigos y un foco de luz para el mundo.

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