lunes, 4 de junio de 2012

San Pedro de Verona

Mártir dominico, nace en Verona (1205), la ciudad de la Lombarda italiana presa de la herejía de los Cataros, propagadores del maniqueísmo en el centro y norte de Italia. Estos herejes puritanos, de espíritu belicoso y sectario. Pedro es un niño muy inteligente, sincero, agradable y firme en sus decisiones; su familia no tiene inconvenientes que la educación del niño esté a cargo de un maestro católico. A los 16 años, queda fascinado por la palabra de fray Domingo de Guzmán y recibe el hábito dominicano de sus manos.

Con ímpetu juvenil se dedica al estudio, la oración, vive la austeridad y la penitencia con radicalidad; en todo es fiel imitador de Domingo de Guzmán. Terminada la formación eclesiástica, es ordenado sacerdote y nombrado Predicador del Evangelio de Jesús. La Región Toscana, el Milanesado y la Romaña conocen a este fogoso predicador y formidable polemista; se dedicó a la predicación especialmente entre los cataros.

Una Característica importante es que siempre fue hombre de diálogo. Instituyó las «Asociaciones de la fe» y la «Cofradía para la alabanza de la Virgen María». Fue solícito de bien espiritual de las hermanas a quienes brindó su consejo y ayuda espiritual. Como buen religioso es un convencido de la vida de comunidad. La gente de Oración profunda transpira esa experiencia y no hace falta que publique sus experiencias místicas. Por lo general, éstas se convierten en reflexiones profundas y acciones apostólicas. El Papa Gregorio IX le conoce y le nombra en 1232 Inquisidor General: Roma, Florencia y Milán conocerán a este apóstol de Cristo. Los milagros refrendan su vida abnegada por Cristo y por los hombres.

Fue superior de los Conventos de Piaccenza, Como y Génova. Su martirio es como un eco de la muerte de Cristo, pues es fruto de 40 libras (moneda de Milán) . Era el 6 de abril de 1252. Regresaba de Milán a su Convento de Como, donde era Prior. Cerca de la aldea de Barsalina recibe dos golpes de hacha en la cabeza, comienza a recitar en voz alta el credo, las fuerzas le faltan y mojando un dedo en su sangre escribe en el suelo «CREO». El Credo es la síntesis de su vida, de su abnegada entrega, de una fidelidad emocionante a Cristo Crucificado a quien ama. Tenía 46 años. Su cuerpo es trasladado al convento de Milán. El 25 de marzo del año siguiente Inocencio IV le canoniza. Es el protomártir de la Orden Dominicana.

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