domingo, 24 de octubre de 2010

Homilía

El fariseo y el publicano
LOS GRITOS DEL POBRE ATRAVIESAN LAS NUBES
(ECLO 35,21).


Los profetas de todas las épocas denunciaron la indefensión de los seres más desprotegidos de la sociedad de entonces: los huérfanos y las viudas.
Abandonados por los poderosos, se veían abocados a poner la confianza únicamente en Dios.

Hay ricos que creen que con sus bienes lo pueden comprar todo, incluso el favor divino, su bendición y su perdón mediante donaciones a obras de beneficencia o al mantenimiento de la Iglesia.
Hubo un tiempo que se compraba la bula, y los. que tenían dinero se libraban del ayuno.

Desde siempre se ha dejado a los pobres sin recursos y se ha coartado su promoción y defensa para evitar sus justas reclamaciones. Pero los gritos acallados por la represión y el olvido terminan estallando en la cara de los verdugos de la libertad y Dios, Supremo Juez, escucha su clamor, porque es su más fiel defensor, quien asume su causa.

No se puede ser buen cristiano, buen seguidor de Jesús si primero no nos identificamos con el sentimiento de los pobres, no porque sean pobres, sino por la soledad y marginación de su vida.
La raíz de toda injusticia nace del egoísmo y el desamor.
Quien ama de verdad es incapaz de hacer daño al más débil. Al contrario, gastará sus mejores desvelos en promover su dignidad.

Lo que en el trasfondo nos están comunicando los profetas y las mentes más preclaras de la actualidad es el establecimiento de un nuevo orden ético basado en la solidaridad, la fraternidad o, lo que venimos llamando: “caridad cristiana”, que no es limosna para descargar la mala conciencia, sino entrega personal y compasión interior.

EL FARISEO Y EL PUBLICANO

El evangelio de hoy empalma con el del domingo anterior sobre la viuda y el juez injusto acerca del valor de la oración San Lucas, según su costumbre, nos presenta el contraste de dos actitudes ante Dios: la del fariseo es arrogante, orgullosa, fruto de su seguridad personal y de su interpretación de la condescendencia de Dios.
Su oración refleja la importancia de ser fiel a la Ley, pagando los diezmos al templo, ayunando, guardando el sábado y cumpliendo las numerosas normas establecidas.
Jesús no niega su compromiso social, pero su plegaria está vacía de amor al prójimo y llena de de privilegios conquistados por su propios méritos, que dejan a Dios sin margen de maniobra.

La oración del publicano es sincera, consciente de su bajeza moral. Ha sido un extorsionador, un ladrón y un sinvergüenza. No puede exhibir más mérito que el de su propia miseria e indignidad ante la misericordia infinita de Dios.
“La justificación, decía San Pablo, viene por la f e en Jesucristo”.
Sin el reconocimiento de la gratuidad del don divino las obras se convertirían en un canto al orgullo.
Nuestro posicionamiento ante Dios pasa por reconocer primero, como el publicano, nuestros pecados.
Dios nos pide hoy también desechar la estrechez de miras del fariseo y dejar el círculo vicioso de nuestros ruines intereses abriendo el horizonte de nuestra vida.

DÍA MUNDIAL DE LAS MISIONES (DOMUND)

Los misioneros son la avanzadilla de la Iglesia, que tiene como misión hacer presente a Cristo en el mundo por medio del evangelio.
Al celebrar el día del Domund bajo el lema: ”Queremos ver a Jesús” expresamos algunas ideas entresacadas del mensaje del Papa con ocasión de esta fiesta misionera.
Son muchas las necesidades que afligen en el mundo a muchos hermanos nuestros que sobreviven en condiciones infrahumanas.

Jesús vino a mostrarnos el camino para “combatirlas”, para vivir como hermanos y con la dignidad de sentirnos hijos de Dios.
Los cristianos tenemos la responsabilidad de hacer presente el Reino de Dios en una sociedad multiétnica y multicultural, marcada cada vez más por la soledad y la indiferencia. Para ello hemos de abrirnos a la esperanza y a la universalidad mediante el cultivo de los altos ideales que transforman la historia, ahuyentan los miedos e ilusionan positivamente a los hombres.
Si somos capaces con la ayuda de la gracia de reflejar las actitudes y los gestos de Jesús, podremos afirmar, al igual que San Pablo en la carta a Timoteo que hoy hemos escuchado que hemos cumplido la misión que se nos había confiado.

Todos los cristianos estamos llamados a cooperar en las tareas misioneras.
La invitación del Papa no admite tergiversaciones: “En esta Jornada Mundial de las Misiones”, en la que la mirada del corazón se dilata sobre los inmensos espacios de la misión, sintámonos protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el evangelio. El impulso misionero ha sido siempre un signo de vitalidad para nuestras Iglesias (Cfr. Redemptoris missio) y su cooperación es testimonio singular de unidad, de fraternidad y de solidaridad, que la hace creíble anunciadora del Amor que salva”.

Aportemos nuestro pequeño granito de arena con nuestras oraciones y generosas ayudas económicas para que muchos hermanos nuestros, atraídos por el testimonio de los misioneros, puedan ver el rostro de Jesús y alegrarse de su fe cristiana.

¡Feliz Domingo!

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