domingo, 27 de junio de 2010

Homilía


EL CAMINO DE LA LIBERTAD

Punto de referencia en la historia

Todo pueblo tiene un punto de referencia en su propia historia. Para Israel fue el Exodo, el camino de salida de la esclavitud a la libertad.
También la historia de cada uno es un éxodo personal, donde las diversas vivencias que vivió el pueblo de Israel se transparentan en los quehaceres de los días y en las tradiciones que se van sucediendo.

Echando una rápida mirada a los salmos de la deportación a Babilonia nos damos cuenta cómo la gente experimenta los más nobles sentimientos y reclamaciones a Dios, centro de su fe y suprema garantía de todas sus esperanzas de futuro. Llegarán tiempos mejores para disfrutar de la paz y el descanso y abandonarse en las manos de Dios en el soñado templo de Jerusalén. ¿Qué es la vida sin sueños? ¿Qué es la vida sin ideales?
Cuando surgen las tentaciones de vacío y soledad, es el momento de evocar el pasado.
Otros muchos pasaran por semejante experiencia. Otros muchos encararon el duro camino del desierto para encontrar la Tierra Prometida.

Siempre me han seducido las lecturas narrativas y las películas del viejo Oeste, en el que los hombres con frágiles carromatos y destartalados medios de locomoción acometieron la conquista de una nueva tierra donde construir su hogar. Así han nacido las epopeyas., así se han curtido los pueblos entre encrucijadas de razas y búsqueda permanente de una vida mejor.

España es rica en epopeyas a lo largo de la Reconquista, la colonización de América y el dominio de los mares. Pero España es rica sobre todo, porque su tradición cultural más consistente se ha asentado sobre las raíces del cristianismo.
No podemos conformar ningún pueblo o ciudad sin referencia a la fe cristiana, que ha modificado la moral, las costumbres, los comportamientos, las leyes de convivencia y hasta el lenguaje. Un pueblo que se aparta de las tradiciones termina matando su propia identidad.

Igualmente nuestra identidad familiar, lo que somos y tenemos, es una herencia cultural, afectiva, económica, relacional... de nuestros padres y familiares. Pero no debemos ser una imagen copiada de ellos, sino que debemos construir poco a poco nuestro futuro en libertad
La vida sólo se vive una vez y aquí se tejen todos los hilos de las oportunidades.

Miedo a la libertad

Hay personas que sienten miedo a la libertad y prefieren las sacrificadas seguridades de la esclavitud a enfrentarse con un futuro incierto.
Abundan los presos que, una vez terminado el período carcelario, no se atreven a incorporarse a un mundo que en ese momento les resulta difícil y hostil, auque hayan soñado su salida; como hay pájaros, acostumbrados a la jaula, incapaces de sobrevivir en el bosque.
No es de extrañar la intentona de vuelta de muchos israelitas al cultivo de las cebollas y ajos de Egipto, realizadas a golpe de látigo, antes que sufrir la incertidumbre de una vida saludable en una Tierra Prometida que no acaba de vislumbrarse.

Todo tiene su atractivo; todo tiene sus peligros. Porque hay errores que lastran nuestro paso por la vida y es necesaria una toma formal de actitudes.

Seguir a Jesús exige renuncias y mirar hacia el futuro

Continúa el evangelio de hoy insistiendo en la misma idea que el domingo pasado: el seguimiento de Jesús. Los personajes que desfilan ante el Maestro de Galilea no tienen actitudes limpias frente a la llamada a la renuncia personal, al cambio drástico de su vida, de sus apegos, frente a un bien mucho mejor, pero sin ventajas inmediatas.
¡Cuántas oportunidades perdemos por alegar falsos inconvenientes o por arroparnos en la comodidad!
Jesús, buen conocedor de la vida del campo, nos sugiere la imagen del labrador en una toma eficaz de actitudes. El labrador traza la arada de su finca en surcos largos y rectilíneos, con la mira adelante y puesta en el remate final. Cada surco es una sucesión de pasos al ritmo cansino de los bueyes, las vacas o las mulas mientras la tierra va abriendo sus entrañas para una nueva sementera. Nunca vuelve la vista atrás. Cada jornada acaba su trabajo con decisión, esfuerzo y mirada adelante.

Nunca, sin embargo, hemos de olvidar que el camino no es la meta. Algo cada vez más ajeno a nuestra cultura, que ignora todo aquello que supera el día a día.
Es más fácil instalarse en lo provisional que en lo definitivo. Ofrece, aparentemente, más gratificaciones.
Tampoco agrada hablar de la muerte ni de dificultades.

No cabe duda, y estamos en un Año Santo Compostelano, que sólo la tenacidad, el esfuerzo, la inquietud de lograr una meta... es capaz de llenar el espíritu humano, experimentando más fuertemente la cercanía de Dios y de los hermanos.
Cuantos viven el camino nos narran sus gestas: las ampollas del viaje, el calor de la meseta, la frescura íntima de los templos, el compartir ideales y proyectos cada noche con otros peregrinos hasta entonces desconocidos, el cansancio, la hospitalidad de algunos hogares, el encuentro con uno mismo en los largos silencios andados de la soledad...
Una experiencia inolvidable, con un único objetivo: Santiago, el cielo, Dios...

Pesa sobre cada uno de nosotros el peso de muchos siglos y añejas historias, pero la vida siempre es nueva y camina hacia su plenitud. Cuando somos capaces de abrir las ventanas de la libertad y no retornar a las ataduras de un pasado que, desde el mismo momento en que es pasado, responde a otra historia.
"Mi vida es el gran regalo que Dios me da para salir a su encuentro"

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