En Lyon, en Francia, santa María Teresa (María Victoria) Couderc, virgen, fundadora, no sin grandes tribulaciones, pero con ánimo sereno, de la Compañía de Nuestra Señora del Retiro del Cenáculo en la localidad de La Louvesc, junto al sepulcro de san Juan Francisco de Regis.
María Victoria nació en Más de Sableres (Francia). A los 20 años conoció al padre Terme, fundador de las Hermanas de San Francisco Régis, religiosas dedicadas a la enseñanza y al socorro material y espiritual de los pobres, con quienes, en 1826, María Victoria tomó los hábitos y el nombre de Hna. Teresa. Al año siguiente el fundador le encargó organizar en La Louvesc un hostal para los peregrinos que visitaban la tumba de san Francisco Régis, y que tenía como fin, atraer peregrinos a la tumba de san Juan Francisco de Regis en aquella ciudad para que dedicaran un tiempo en su recuerdo. La madre Teresa se convirtió en su superiora (1828); ésta fue la primera semilla de la futura Congregación de Nuestra Señora del Cenáculo.
La Institución se transformó en una organización de casas de retiro para mujeres y se difundió por toda Europa y América. La madre Teresa, para mantener en vida la Obra, se acercó al padre provincial de los jesuitas franceses, Francisco Renault. Éste, en 1838, nombró a una postulante como «superiora fundadora» de la Congregación; el grave desaire que esto significaba sólo ocasionó que la madre Teresa inclinara su cabeza sin oponerse, fiel a la regla de obediencia. La nueva superiora, condesa de Lavilleurnoy, en sólo once meses condujo a la Congregación a la ruina; finalmente se retiró. El padre Renault nombró (1839) otra superiora, la madre Contenet, la que se dedicó hasta su muerte (1852) a marginar completamente a la madre Teresa, quien no sólo fue aislada de la comunidad que había fundado sino que fue encomendada a hacer el trabajo manual más duro durante años y falsamente se la acusó de incapacidad. Durante todo este tiempo nunca se quejó e hizo lo que se le pidió con paciencia. «Cuando Nuestro Señor desea servirse de un alma para su gloria, la hace pasar primero por la prueba de la contradicción, por la humillación y el sufrimiento; no se puede ser un instrumento útil sin esto», reveló.
Con la nueva superiora, madre de Larochenégly, fue enviada a París en 1855, para 1856 su vida se convertiría en un alternar responsabilidades como superiora de varias casas hasta 1867, cuando se estableció en Fourviere. Al final de su vida fue recompensada al ser restaurada a su comunidad y reconocer públicamente que ella era la fundadora. Fue beatificada por Pío XII (1951) y canonizada por Pablo VI (1970).
María Victoria nació en Más de Sableres (Francia). A los 20 años conoció al padre Terme, fundador de las Hermanas de San Francisco Régis, religiosas dedicadas a la enseñanza y al socorro material y espiritual de los pobres, con quienes, en 1826, María Victoria tomó los hábitos y el nombre de Hna. Teresa. Al año siguiente el fundador le encargó organizar en La Louvesc un hostal para los peregrinos que visitaban la tumba de san Francisco Régis, y que tenía como fin, atraer peregrinos a la tumba de san Juan Francisco de Regis en aquella ciudad para que dedicaran un tiempo en su recuerdo. La madre Teresa se convirtió en su superiora (1828); ésta fue la primera semilla de la futura Congregación de Nuestra Señora del Cenáculo.
La Institución se transformó en una organización de casas de retiro para mujeres y se difundió por toda Europa y América. La madre Teresa, para mantener en vida la Obra, se acercó al padre provincial de los jesuitas franceses, Francisco Renault. Éste, en 1838, nombró a una postulante como «superiora fundadora» de la Congregación; el grave desaire que esto significaba sólo ocasionó que la madre Teresa inclinara su cabeza sin oponerse, fiel a la regla de obediencia. La nueva superiora, condesa de Lavilleurnoy, en sólo once meses condujo a la Congregación a la ruina; finalmente se retiró. El padre Renault nombró (1839) otra superiora, la madre Contenet, la que se dedicó hasta su muerte (1852) a marginar completamente a la madre Teresa, quien no sólo fue aislada de la comunidad que había fundado sino que fue encomendada a hacer el trabajo manual más duro durante años y falsamente se la acusó de incapacidad. Durante todo este tiempo nunca se quejó e hizo lo que se le pidió con paciencia. «Cuando Nuestro Señor desea servirse de un alma para su gloria, la hace pasar primero por la prueba de la contradicción, por la humillación y el sufrimiento; no se puede ser un instrumento útil sin esto», reveló.
Con la nueva superiora, madre de Larochenégly, fue enviada a París en 1855, para 1856 su vida se convertiría en un alternar responsabilidades como superiora de varias casas hasta 1867, cuando se estableció en Fourviere. Al final de su vida fue recompensada al ser restaurada a su comunidad y reconocer públicamente que ella era la fundadora. Fue beatificada por Pío XII (1951) y canonizada por Pablo VI (1970).
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