En el monasterio de Locedio, en Vercelli, del Piamonte, beato Oglerio, abad de la Orden Cisterciense.
Nació en Trino, Italia, probablemente en el seno de una familia potentada. En el 1148, asistió a la entrada de san Bernardo de Claraval en su pueblo, que acompañaba a 14 cardenales, al papa san Eugenio III (también él cisterciense) en su viaje de Asti a Vercelli, para la consagración de la basílica de Santa María la Mayor, por ello desde muy jovencito ingresó en la abadía cisterciense de Lucedio en el Piamonte. Alternó el estudio con el trabajo y tomó los votos en 1153 y en el 1161, fue ordenado sacerdote. Mortificaba su cuerpo con ayunos y penitencias, pero era manso con los demás, revelando, así, el carácter que le distinguirá toda su vida.
Acompañó a su abad Pedro, a restablecer la paz entre las ciudades del norte de Italia, por orden del papa Celestino III: solucionaron las discusiones entre el obispo de Tortona y los Templarios. Del sucesor de Celestino III tuvieron el encargo de pacificar Parma y Piacenza (1200), reformar el importante monasterio de Bobbio y, con el obispo de Vercelli, la congregación de los Humillados de aquella ciudad. Solucionar las discordias entre los monjes y canónigos de San Ambrosio de Milán (1202) y entre el obispo de Génova y el Capítulo de su catedral (1203). Llevaron además la misión de una embajada a Armenia. Predicaron también la IV cruzada en Trino. Abad de Lucedio (1205-1214), sucediendo al abad Pedro. Ya en vida tuvo fama de taumaturgo.
En el 1210, Trino conquistó cierta autonomía y el emperador Otón IV concedió posesiones y privilegios al monasterio de Lucedio. Grande fue la caridad de los monjes que atendían los graneros de la abadía para socorrer a los necesitados. También Oglerio tuvo muchos encargos: por cuenta del marqués Guillermo “el Bueno” fue ante el emperador Corrado y el rey de Francia, Luis VII. En 1212, el papa Inocencio III lo nombró árbitro entre los canónigos de Casale y aquellos de Paciliano, al año siguiente tuvo la misión de restablecer los derechos de los cistercienses sobre el cenobio de Chortaiton, en Tesalónica, devastado por los sarracenos. El obispo de Novara le hizo reformar un monasterio femenino y solventar algunas controversias entre Lucedio y la ciudad de Vercelli.
Oglerio fue, ante todo, un excelente padre espiritual, en los años en los que bullía la herejía albigense. Quedan algunos escritos suyos, comentarios al “Evangelio de San Juan” y en defensa de la Inmaculada Concepción, el “Tratado sobre las excelencias de la Virgen Madre”, cuyo fin era impulsar la pureza en los monjes, su responsabilidad y su observancia escrupulosa de la regla. “No es el hábito blanco, la tonsura alta y el rosario grande lo que hacen a un buen monje. Es la conciencia transparente, el espíritu puro, el rechazo al egoísmo y el corazón ardiente por Cristo".
Según la leyenda, un día pasó por una ciudad de la Liguria, y alejó algunos espíritus malignos y por ello se le recordó como “terror de los espíritus inmundos”. Fue sepultado en el altar mayor del monasterio y después en la iglesia de Trino.
Nació en Trino, Italia, probablemente en el seno de una familia potentada. En el 1148, asistió a la entrada de san Bernardo de Claraval en su pueblo, que acompañaba a 14 cardenales, al papa san Eugenio III (también él cisterciense) en su viaje de Asti a Vercelli, para la consagración de la basílica de Santa María la Mayor, por ello desde muy jovencito ingresó en la abadía cisterciense de Lucedio en el Piamonte. Alternó el estudio con el trabajo y tomó los votos en 1153 y en el 1161, fue ordenado sacerdote. Mortificaba su cuerpo con ayunos y penitencias, pero era manso con los demás, revelando, así, el carácter que le distinguirá toda su vida.
Acompañó a su abad Pedro, a restablecer la paz entre las ciudades del norte de Italia, por orden del papa Celestino III: solucionaron las discusiones entre el obispo de Tortona y los Templarios. Del sucesor de Celestino III tuvieron el encargo de pacificar Parma y Piacenza (1200), reformar el importante monasterio de Bobbio y, con el obispo de Vercelli, la congregación de los Humillados de aquella ciudad. Solucionar las discordias entre los monjes y canónigos de San Ambrosio de Milán (1202) y entre el obispo de Génova y el Capítulo de su catedral (1203). Llevaron además la misión de una embajada a Armenia. Predicaron también la IV cruzada en Trino. Abad de Lucedio (1205-1214), sucediendo al abad Pedro. Ya en vida tuvo fama de taumaturgo.
En el 1210, Trino conquistó cierta autonomía y el emperador Otón IV concedió posesiones y privilegios al monasterio de Lucedio. Grande fue la caridad de los monjes que atendían los graneros de la abadía para socorrer a los necesitados. También Oglerio tuvo muchos encargos: por cuenta del marqués Guillermo “el Bueno” fue ante el emperador Corrado y el rey de Francia, Luis VII. En 1212, el papa Inocencio III lo nombró árbitro entre los canónigos de Casale y aquellos de Paciliano, al año siguiente tuvo la misión de restablecer los derechos de los cistercienses sobre el cenobio de Chortaiton, en Tesalónica, devastado por los sarracenos. El obispo de Novara le hizo reformar un monasterio femenino y solventar algunas controversias entre Lucedio y la ciudad de Vercelli.
Oglerio fue, ante todo, un excelente padre espiritual, en los años en los que bullía la herejía albigense. Quedan algunos escritos suyos, comentarios al “Evangelio de San Juan” y en defensa de la Inmaculada Concepción, el “Tratado sobre las excelencias de la Virgen Madre”, cuyo fin era impulsar la pureza en los monjes, su responsabilidad y su observancia escrupulosa de la regla. “No es el hábito blanco, la tonsura alta y el rosario grande lo que hacen a un buen monje. Es la conciencia transparente, el espíritu puro, el rechazo al egoísmo y el corazón ardiente por Cristo".
Según la leyenda, un día pasó por una ciudad de la Liguria, y alejó algunos espíritus malignos y por ello se le recordó como “terror de los espíritus inmundos”. Fue sepultado en el altar mayor del monasterio y después en la iglesia de Trino.
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