En Lviv, en Polonia (hoy en Ucrania), san Juan de Dukla, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que vivió una vida oculta y ascética según usanza de los Observantes, con ferviente dedicación pastoral a la cura de almas y fomento de la unidad de los cristianos.
Natural de Dukla (Polonia). Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Franciscanos conventuales de Rusia (Rutenio) en Lemberg. Fue ordenado sacerdote y se distinguió por su celo y prudencia, tanto que mereció ser colocado en puestos de responsabilidad. Se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia.
En aquellos tiempos los franciscanos polacos estaban unidos con los checos en una sola provincia. Por su inclinación a la vida contemplativa obtuvo de los superiores el permiso de vivir en conventos donde se observaba con mayor rigidez la regla franciscana; siguiendo así el consejo de san Juan de Capistrano que ingresara en los franciscanos observantes que, en aquellos momentos, estaban iniciando una de las múltiples reformas franciscanas. En el nuevo ambiente fue pronto uno de los más celosos religiosos, distinguiéndose en la vida de perfección, en el cuidado de las almas y en el trabajo misionero. Sectores especiales de su actividad fueron hasta el fin de su vida el confesionario y el púlpito. Tuvo el don de la curación de enfermos. Trabajó con éxito entre los rutenos en Leópoli, Ucrania. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli.
Al quedar ciego no pudiendo ya preparar las predicaciones, se servía de un novicio que le leía algunos textos sagrados sobre los cuales se preparaba. Soportó la ceguera y otros males que lo afligían sin lamentarse nunca y mostrando a todos una serenidad franciscana.
Fue fervoroso cumplidor de la regla profesada. Amaba y veneraba el pequeño código franciscano como si fuera el evangelio, lo leía frecuentemente, lo meditaba de continuo, para profundizar siempre más en el espíritu del Seráfico Patriarca. Cuando quedó ciego ya no podía leer la regla franciscana, se la hacía leer de algún novicio. Era llamado por sus cohermanos “Heraldo de la paz y de la unión fraterna”. Aborrecía a los murmuradores y sembradores de cizaña, los amonestaba y corregía. Su vida religiosa estuvo tejida de oración, penitencia y ardiente apostolado.
Murió a los 70 años en Leópoli (hoy Lvov, Ucrania), recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad natal. Tras su muerte, su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la región; los milagros y gracias obtenidas por su intercesión hicieron que se le tributara un culto siempre creciente, que el Papa Clemente XII aprobó el 21 de enero de 1733. En 1739 el mismo papa lo proclamó copatrono del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania. SS Juan Pablo II lo canonizó en junio de 1997.
Natural de Dukla (Polonia). Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Franciscanos conventuales de Rusia (Rutenio) en Lemberg. Fue ordenado sacerdote y se distinguió por su celo y prudencia, tanto que mereció ser colocado en puestos de responsabilidad. Se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia.
En aquellos tiempos los franciscanos polacos estaban unidos con los checos en una sola provincia. Por su inclinación a la vida contemplativa obtuvo de los superiores el permiso de vivir en conventos donde se observaba con mayor rigidez la regla franciscana; siguiendo así el consejo de san Juan de Capistrano que ingresara en los franciscanos observantes que, en aquellos momentos, estaban iniciando una de las múltiples reformas franciscanas. En el nuevo ambiente fue pronto uno de los más celosos religiosos, distinguiéndose en la vida de perfección, en el cuidado de las almas y en el trabajo misionero. Sectores especiales de su actividad fueron hasta el fin de su vida el confesionario y el púlpito. Tuvo el don de la curación de enfermos. Trabajó con éxito entre los rutenos en Leópoli, Ucrania. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli.
Al quedar ciego no pudiendo ya preparar las predicaciones, se servía de un novicio que le leía algunos textos sagrados sobre los cuales se preparaba. Soportó la ceguera y otros males que lo afligían sin lamentarse nunca y mostrando a todos una serenidad franciscana.
Fue fervoroso cumplidor de la regla profesada. Amaba y veneraba el pequeño código franciscano como si fuera el evangelio, lo leía frecuentemente, lo meditaba de continuo, para profundizar siempre más en el espíritu del Seráfico Patriarca. Cuando quedó ciego ya no podía leer la regla franciscana, se la hacía leer de algún novicio. Era llamado por sus cohermanos “Heraldo de la paz y de la unión fraterna”. Aborrecía a los murmuradores y sembradores de cizaña, los amonestaba y corregía. Su vida religiosa estuvo tejida de oración, penitencia y ardiente apostolado.
Murió a los 70 años en Leópoli (hoy Lvov, Ucrania), recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad natal. Tras su muerte, su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la región; los milagros y gracias obtenidas por su intercesión hicieron que se le tributara un culto siempre creciente, que el Papa Clemente XII aprobó el 21 de enero de 1733. En 1739 el mismo papa lo proclamó copatrono del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania. SS Juan Pablo II lo canonizó en junio de 1997.
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