En el monasterio de la Santísima Trinidad, en la región de Moscú, en Rusia, san Sergio de Radonez, que, elegido como ecúmeno o abad, propagó la vida eremítica y cenobítica que él había practicado primero, y hombre de carácter afable, fue consejero de príncipes y consolador de fieles cristianos.
Nació en Rostov y fue bautizado con el nombre de Bartolomé, en el seno de una familia de boyardos pertenecientes a la nobleza. Desde su infancia, según la leyenda, mostró signos de santidad en los fenómenos místicos que le acompañaron. Parece que fue a la escuela para aprender a leer, pero fue incapaz, hasta que por un milagro supo hacerlo. Cuando Sergio tenía 14 años sus padres se trasladaron a Radonez y cuando murieron, nuestro santo se hizo ermitaño en la colina de Makovec, con su hermano Stefan. En este lugar los hermanos practicaron la penitencia y la oración y construyeron una capilla dedicada a la Santísima Trinidad, que se convirtió en el centro de la futura Laura de Radonez. Su hermano se retiró a un monasterio de Moscú, y Sergio continuó con su vida eremita luchando contra el maligno que le acechó día y noche.
En 1337 hizo los votos y, según la costumbre ortodoxa, tomó el nombre del mártir Sergio. Pronto se reunieron a él algunos discípulos. Por humildad no quiso ordenarse sacerdote, pero tuvo que aceptar la ordenación en 1354, después cultivó y enseñó la vida cenobítica; fue elegido ecúmeno por sus compañeros. Fue un hombre afable y consejero de príncipes y consolador de los fieles. Por su intercesión los rusos ganaron la batalla de Kulikovo a los tártaros y con este episodio marcó el inicio de la liberación de la tierra rusa de la dominación tártara. Tuvo una gran devoción a María, que según parece se le apareció dos veces.
Según algunos autores no se adhirió al cisma de la iglesia griega, y por sus virtudes viene considerado como uno de los patrones de la Rusia católica, pero la realidad es que es un santo de la Iglesia ortodoxa y siempre perteneció a ella.
El cuerpo de San Sergio fue sepultado en la iglesia mayor de su monasterio, donde permaneció hasta la revolución de 1917. Los bolcheviques clausuraron el monasterio, y las reliquias del santo fueron exhibidas en el «museo antirreligioso» que se estableció allí. En 1945 se autorizó a los jefes de la Iglesia ortodoxa rusa a reabrir el monasterio, y los restos de san Sergio volvieron a su sepultura. Los rusos mencionan a san Sergio de Radonezh en los preparativos para la consagración, en la liturgia eucarística.
Nació en Rostov y fue bautizado con el nombre de Bartolomé, en el seno de una familia de boyardos pertenecientes a la nobleza. Desde su infancia, según la leyenda, mostró signos de santidad en los fenómenos místicos que le acompañaron. Parece que fue a la escuela para aprender a leer, pero fue incapaz, hasta que por un milagro supo hacerlo. Cuando Sergio tenía 14 años sus padres se trasladaron a Radonez y cuando murieron, nuestro santo se hizo ermitaño en la colina de Makovec, con su hermano Stefan. En este lugar los hermanos practicaron la penitencia y la oración y construyeron una capilla dedicada a la Santísima Trinidad, que se convirtió en el centro de la futura Laura de Radonez. Su hermano se retiró a un monasterio de Moscú, y Sergio continuó con su vida eremita luchando contra el maligno que le acechó día y noche.
En 1337 hizo los votos y, según la costumbre ortodoxa, tomó el nombre del mártir Sergio. Pronto se reunieron a él algunos discípulos. Por humildad no quiso ordenarse sacerdote, pero tuvo que aceptar la ordenación en 1354, después cultivó y enseñó la vida cenobítica; fue elegido ecúmeno por sus compañeros. Fue un hombre afable y consejero de príncipes y consolador de los fieles. Por su intercesión los rusos ganaron la batalla de Kulikovo a los tártaros y con este episodio marcó el inicio de la liberación de la tierra rusa de la dominación tártara. Tuvo una gran devoción a María, que según parece se le apareció dos veces.
Según algunos autores no se adhirió al cisma de la iglesia griega, y por sus virtudes viene considerado como uno de los patrones de la Rusia católica, pero la realidad es que es un santo de la Iglesia ortodoxa y siempre perteneció a ella.
El cuerpo de San Sergio fue sepultado en la iglesia mayor de su monasterio, donde permaneció hasta la revolución de 1917. Los bolcheviques clausuraron el monasterio, y las reliquias del santo fueron exhibidas en el «museo antirreligioso» que se estableció allí. En 1945 se autorizó a los jefes de la Iglesia ortodoxa rusa a reabrir el monasterio, y los restos de san Sergio volvieron a su sepultura. Los rusos mencionan a san Sergio de Radonezh en los preparativos para la consagración, en la liturgia eucarística.
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