En Madrid, capital de España, san Alonso de Orozco, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, encargado de la predicación en el palacio del rey, se mostró austero y humilde.
Nació en Oropesa (Toledo), se llamó Alonso en recuerdo de san Ildefonso de Toledo. Su padre, Hernando de Orozco era alcaide del castillo local y procedía de Vizcaya; sus tres hermanos serían religiosos. Fue un niño de coro en Talavera de la Reina y "seise" en la catedral de Toledo. Allí debió nacer su afición a la música. Estudió leyes en Salamanca, donde pidió el hábito de San Agustín. El noviciado fue para él tiempo de lucha y tentación: “¡Oh cuántas veces estuve determinado a dejar la vida santa que había comenzado!”. Con la ayuda de su maestro Luis de Montoya, salió airoso de la prueba. Hizo su profesión en manos de santo Tomás de Villanueva, que era el prior del convento. Del noviciado salió lleno de escrúpulos que le tuvieron atado durante 30 años, hasta que consiguió librarse de ellos. En 1527, fue ordenado sacerdote. Fue enviado a los conventos de Haro, Medina del Campo y Arenas de San Pedro, dedicado a la predicación. Trató a fray Luis de León. Consiguió espléndidos frutos de conversión. Carlos V lo nombró predicador real en 1554. Debió influir en ello doña Juana, gobernadora de España en las ausencias de su padre, y de su hermano Felipe II.
Fue prior en Soria, Medina del Campo, Sevilla, Granada, Valladolid. Se ofreció para ir a Méjico, pero tuvo que volverse desde Canarias, porque se puso enfermo. También fue Definidor, Presidente de Capítulos y Visitador. Fundó un convento de agustinas en Talavera y dos en Madrid. En 1560, marchó a Madrid, donde se había trasladado la Corte, junto a Felipe II, que siempre le tuvo en gran estima, lo mismo que escritores como Quevedo o Lope de Vega. Vivió humildemente en el convento de San Felipe. Durante 31 años (1560-1591), será el santo de Madrid, el hombre de mayor influencia y veneración, como predicador real. Otras de sus tareas fue escribir. Entre sus obras sobresale un tema ya esbozado por san Bernardino de Siena y fray Antonio de Aranda: “Tratado de las siete palabras de María Santísima”.
Su vida estuvo llena de cruces y gracias del cielo. Se consolaba con la oración. Practicó las virtudes en grado heroico. A veces se serenaba tocando el clavicordio. Se mortificaba intensamente. Renunció por humildad a la mitra de Toledo. Fue devotísimo de María. Los últimos años, junto a numerosas gracias del cielo, padeció dolorosas enfermedades. Murió después de una predicación de media hora. Al morir ejercía el cargo de superior del convento de la Encarnación, vulgarmente conocido como Colegio de doña María de Aragón, hoy sede del Senado. Fray Alfonso de Orozco fue beatificado en 1881, y canonizado por Juan Pablo II el 19 de mayo de 2002.
Nació en Oropesa (Toledo), se llamó Alonso en recuerdo de san Ildefonso de Toledo. Su padre, Hernando de Orozco era alcaide del castillo local y procedía de Vizcaya; sus tres hermanos serían religiosos. Fue un niño de coro en Talavera de la Reina y "seise" en la catedral de Toledo. Allí debió nacer su afición a la música. Estudió leyes en Salamanca, donde pidió el hábito de San Agustín. El noviciado fue para él tiempo de lucha y tentación: “¡Oh cuántas veces estuve determinado a dejar la vida santa que había comenzado!”. Con la ayuda de su maestro Luis de Montoya, salió airoso de la prueba. Hizo su profesión en manos de santo Tomás de Villanueva, que era el prior del convento. Del noviciado salió lleno de escrúpulos que le tuvieron atado durante 30 años, hasta que consiguió librarse de ellos. En 1527, fue ordenado sacerdote. Fue enviado a los conventos de Haro, Medina del Campo y Arenas de San Pedro, dedicado a la predicación. Trató a fray Luis de León. Consiguió espléndidos frutos de conversión. Carlos V lo nombró predicador real en 1554. Debió influir en ello doña Juana, gobernadora de España en las ausencias de su padre, y de su hermano Felipe II.
Fue prior en Soria, Medina del Campo, Sevilla, Granada, Valladolid. Se ofreció para ir a Méjico, pero tuvo que volverse desde Canarias, porque se puso enfermo. También fue Definidor, Presidente de Capítulos y Visitador. Fundó un convento de agustinas en Talavera y dos en Madrid. En 1560, marchó a Madrid, donde se había trasladado la Corte, junto a Felipe II, que siempre le tuvo en gran estima, lo mismo que escritores como Quevedo o Lope de Vega. Vivió humildemente en el convento de San Felipe. Durante 31 años (1560-1591), será el santo de Madrid, el hombre de mayor influencia y veneración, como predicador real. Otras de sus tareas fue escribir. Entre sus obras sobresale un tema ya esbozado por san Bernardino de Siena y fray Antonio de Aranda: “Tratado de las siete palabras de María Santísima”.
Su vida estuvo llena de cruces y gracias del cielo. Se consolaba con la oración. Practicó las virtudes en grado heroico. A veces se serenaba tocando el clavicordio. Se mortificaba intensamente. Renunció por humildad a la mitra de Toledo. Fue devotísimo de María. Los últimos años, junto a numerosas gracias del cielo, padeció dolorosas enfermedades. Murió después de una predicación de media hora. Al morir ejercía el cargo de superior del convento de la Encarnación, vulgarmente conocido como Colegio de doña María de Aragón, hoy sede del Senado. Fray Alfonso de Orozco fue beatificado en 1881, y canonizado por Juan Pablo II el 19 de mayo de 2002.
No hay comentarios:
Publicar un comentario