Me fue dirigida esta palabra del Señor: «¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel?:
“Los padres comieron agraces, y los hijos tuvieron dentera”
Por mi vida - oráculo del Señor Dios - que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel, porque todas las vidas son mías; la vida del padre como la del hijo. El que peque, ese morirá.
Si un hombre es inocente y se comporta reta y justamente; si no come en los montes ni levanta sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; si no deshonra a la mujer de su prójimo ni se une a su mujer durante la menstruación; si no oprime a nadie, si devuelve la prenda empeñada; si no despoja a nadie de lo suyo, si da de su pan al hambriento y viste al desnudo; si no presta con usura ni acepta intereses; si se mantiene lejos de la injusticia y aplica con equidad el derecho entre las personas; si se comporta según mis preceptos y observa mis leyes, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente vivirá - oráculo del Señor -.
Si ese hombre engendra un hijo violento y sanguinario, que comete contra su prójimo alguno de estas malas acciones, ciertamente no vivirá. Por haber cometido todas esas acciones detestables, morirá irremediablemente y será responsable de su propia muerte.
Pues bien, os juzgaré, a cada uno según su proceder, casa de Israel - oráculo del Señor Dios -.
Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no tropezaréis en vuestra culpa. Aparta de vosotros los delitos que habéis cometido, renovad vuestro corazón y vuestro espíritu. ¿Por qué habríais de morir, casa de Israel?
Yo no me complazco en la muerte de nadie - oráculo del Señor -. Convertíos y viviréis».
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».
Les impuso las manos y se marchó de allí.
Palabra del Señor.
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